Juan Bautista Yofre
ha publicado otro importantísimo libro: Fue Cuba. Tata Yofre es un notable periodista
argentino que dirigió la inteligencia de su país en tiempos de Carlos Menem. De
esa experiencia le quedaron su pasión por la información exacta y algunos
contactos muy valiosos.
Yofre tuvo acceso
nada menos que a 11,000 documentos de la inteligencia checa que detallan
minuciosamente la intervención clandestina de Cuba en los asuntos internos de
medio planeta, y muy especialmente, en América Latina.
A ese espasmo
imperial cubano se le llamó “Operación Manuel”. Los servicios
checos, muy controlados por la URSS, fueron escogidos por Moscú y por el KGB
para coordinar con La Habana los esfuerzos subversivos. Los soviéticos querían
borrar sus propias huellas.
¿Qué hizo el
castrismo en Argentina? Algo terrible: en los primeros años de la década de los
sesenta contribuyó a descarrilar la débil instauración de la democracia civil
en tiempos de José María Guido y Arturo Illia. Entonces pasaron por La Habana, en busca de ayuda y pertrechos, decenas
de argentinos violentos, desde Mario Roberto Santucho hasta John William Cooke.
Cuba
inspiró, adiestró, armó y lanzó un movimiento guerrillero contra una Argentina
que, bajo la dirección de un médico honrado, Arturo Illia, luchaba por
estabilizar la nación, enterrar el militarismo y colocar de nuevo al país bajo
la autoridad de la ley. Fueron a luchar contra la democracia.
En esa época, el
periodista Jorge Massetti,
encandilado por la experiencia cubana –vivía en La Habana y dirigió Prensa
Latina— se infiltró en Salta, al noroeste de Argentina, al frente de un grupo
armado, al que llamaron “Ejército guerrillero del pueblo”, para recrear en su país de origen la experiencia castrista y
erigir una dictadura comunista.
Massetti
eligió el pseudónimo “Comandante Segundo”. El “primero”
era su amigo Ernesto Che Guevara,
quien se hubiera incorporado a la lucha, a la cabeza del grupo, tan pronto se
consolidara un frente guerrillero. Pero no pudo ser. El ejército liquidó
rápidamente aquella delirante aventura. El cadáver de Massetti jamás apareció.
En
toda América Latina sucedió lo mismo. En Uruguay, la Suiza
de América –como ha documentado convincentemente el ex presidente Julio María Sanguinetti– la izquierda castrista,
encabezada por los tupamaros, comenzó a robar armerías y bancos, y secuestró,
asesinó y asaltó cuarteles, provocando la reacción violenta y, a veces,
criminal, de los militares.
El actual candidato a vicepresidente por el
Frente Amplio, Raúl Sendic, nacido en 1962, acabó estudiando en Cuba del 80
al 84 (lo que acaso lo vacunó contra ese disparate) porque su padre, de igual
nombre, fue la cabeza, el corazón y la primera pistola de aquella lamentable
banda terrorista que tanto daño le causó al país, aunque hoy intenten
reescribir esa trágica historia.
¿Por
qué Cuba tuvo tanta influencia? En esencia, por la
personalidad mesiánica de Fidel Castro,
quien, por desproporcionado y loco que fuese el proyecto, se decidió a
conquistar el planeta y poner de rodillas al odiado vecino estadounidense, como
advirtiera en una carta escrita en el verano de 1958 a su amante y confidente Celia Sánchez: “Cuando esta guerra se acabe –escribió–, empezará para mi una guerra
mucho más larga y grande: la guerra que voy a echar contra ellos. Me doy cuenta
que ése va a ser mi destino verdadero”.
Y así fue. A partir de la derrota de Batista, Castro convirtió a Cuba en una gran base
revolucionaria dedicada a la acción armada internacional. Como me dijo un
ex comandante sandinista: “más que un país, Cuba era un nido de ametralladoras en
movimiento”.
“Hacer
la revolución” en cualquier parte era el leitmotiv
de Fidel Castro, su pasión más íntima y persistente. Para ello buscó la
protección de la URSS, suscribió el
modelo represivo estalinista y el no menos letal colectivismo
marxista-leninista, se alió a todos los movimientos de liberación
preexistentes, como el argelino, o contribuyó a crearlos en cualquier parte,
como el ELN colombiano, ofreciendo armas, adiestramiento, dinero, y una
metodología basada en la experiencia cubana, a la que llamó “foquismo”.
¿Por
qué esa locura? Porque Fidel Castro, que creció en olor de tiroteos y gangsterismo, en su
juventud, en 1947, durante la frustrada expedición contra el dictador dominicano Trujillo, montada
en Cuba con la colaboración de la “Legión del Caribe”, y luego en el
bogotazo de 1948, había adquirido “el
síndrome del condottieri”, ese marcador trallazo de adrenalina que dan las
aventuras militares y la posibilidad de realizar hazañas que te claven para
siempre en la historia y en la atemorizada memoria de los hombres.
No en balde, por
aquellos años tumultuosos, prediciendo su destino fulgurante, se cambió su
segundo nombre. Se llamaba Fidel
Hipólito y se puso Fidel Alejandro.
Su destino era conquistar el mundo. Su
caballo de batalla no se llamó Bucéfalo. Se llamó Cuba. Fue Cuba.
Carlos
Alberto Montaner[1]
*Periodista y
escritor
Vicepresidente de la
Internacional Liberal
@CarlosAMontaner
NOTA:
Los destacados no corresponden a la nota original.
[1]
Carlos Alberto Montaner Suris (La
Habana, 3 de abril de 1943) es un periodista, escritor y político cubano, que
tiene, además, la nacionalidad española y la estadounidense. Ha ganado varios
premios relevantes y colaborado con periódicos de renombre internacional. Ha
publicado unos 27 libros. Los últimos dos son las novelas La mujer del coronel
y Otra vez adiós, editada por Alfaguara (Santillana).
Algunos medios
especializados han calculado en seis millones el número personas que semanalmente
leen sus columnas. Su trabajo ha sido distinguido por instituciones como la
Comunidad Autónoma de Madrid, y el Instituto Juan de Mariana. Es además, vicepresidente de la Internacional Liberal.
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