Una publicación del
Estudio Adolfo Ruiz & Asociados
"El
derecho es lo que nos place"
Hermann Göring
La frase del Mariscal
del Aire de Hitler -a quien también se le atribuye otra de antología: "Cuando oigo hablar de cultura, llevo
la mano a mi revólver"- se ajusta a la medida de los jerarcas del
kirchnerismo, incluyendo desde luego a la presidenta. Por eso tuvo la tentación
de cambiar los códigos penal y civil. En su elementalidad, la jefa de Estado no
puede concebir que hayan existido gobiernos que hubieran hecho algo bueno antes
de su aparición. Para ella, la historia argentina comienza en el siglo XXI.
Antes de los Kirchner sólo hubo anécdotas, genocidio o entreguismo.
Si alguien le
recuerda que existieron grandes y honestos argentinos, sólo consigue irritarla
y volverla más agresiva todavía, como una niña explosiva. Y esa agresividad se
ha ido tornando aún más virulenta, a medida que su régimen ingresa y se adentra
en lo que en ciencia llaman un estado crítico (en este caso, con probabilidad
de extinción). Es que Cristina F. de Kirchner no soporta el ocaso, ese estadio que
la naturaleza produce implacablemente, y al que ella se resiste mediante el
escapismo, la excusa, la culpa ajena y, de vez en cuando, agitando la teoría
conspirativa. Ni la inseguridad, ni la inflación, ni la corrupción están
incorporadas a su cháchara.
Los diccionarios
definen conspirar como "unirse en
secreto acuerdo, con el fin de efectuar un acto ilícito o impropio, o bien, de
usar tal medio para llevar a cabo un fin ilícito". Por eso, quienes
como ella, se aferran comúnmente a las teorías conspirativas, suelen apelar a
frases tales como: "las apariencias
engañan"; "las
conspiraciones conducen la historia"; "nada es al azar"; "el
enemigo siempre gana"; "el
poder, la fama, el dinero y el sexo dan cuenta de todo". Pero esta "chifladura conspirativa" de
la presidenta, es una patología que también se va internalizando en toda la
sociedad, tanto opositora como oficialista, y entonces la ansiedad y la
incertidumbre van apoderándose de la mayor parte de la población. Y como esta
zozobra se potencia aún más con la inseguridad y la inflación que sufrimos, el
futuro se nos aparece como una amenaza antes que como una esperanza.
Dentro de este
panorama, "la doctora" sólo
parece pensar en cómo leerá la historia a su década y, en ese sentido, todos
sus actos, discursos y actuaciones tienden a alimentar documentalmente a los
historiadores del futuro de manera que el gobierno quede siempre envuelto en un
manto épico, igual o superador del que envuelve a nuestros próceres más
respetados. Sin embargo, ella olvida que -aunque la historia la analizan y la
escriben los humanos-, suele comportarse con la misma frialdad y con el mismo
realismo que inexorablemente nos proporciona la naturaleza.
Miles de personajes
soñaron y buscaron diseñar su propio destino histórico, tuvieran o no méritos
para buscar insertarse épicamente, pero, a la mayor parte de ellos, la historia
les jugó una mala pasada y fueron o son ignorados, salvo por los especialistas.
En ese sentido, el kirchnerismo -el que según Jorge Asís ya había comenzado su
proceso de "descascaramiento"-
ha ingresado en la etapa histórica del desmoronamiento y del despedazamiento,
que es previa a la estación póstuma: la de descomposición y disolución.
Los Kirchner y los "fondos buitres"
Cuenta la leyenda,
que los 500 millones de dólares que recibió Néstor Kirchner por la
privatización de YPF, los invirtió en bonos rusos que después entraron en
default. Es decir, la apuesta le habría salido mal, y por eso no se puede
brindar al público una información que mostraría al "Eternauta", cometiendo errores de un modesto inversor
amateur. Haya sido o no así, esas inversiones las hizo por medio de bancos, los
que a su vez colocan los fondos en los llamados hedge funds. Algunas de estas
instituciones invierten una mínima parte de sus fondos -tipo un lance- en bonos
defaulteados pero, de ninguna manera, el grueso del capital de 23.500 millones
de dólares del fondo de Thomas Elliot está aplicado a bonos fallidos, como los
argentinos. Por el contrario, están invertidos con destreza y astucia.
Pero lo que sí ha
demostrado el fallo del Juez Griesa es que el modelo de gobierno santacruceño
-importado luego a Buenos Aires y aplicado, tanto a amigos y enemigos- mezcla
de aprietes, patentes de corso y venganzas para los que no siguen las
instrucciones, no es replicable a gran escala. No nos da el Pinet como país, ni
mucho menos le da el Pinet a este grupo de gobernantes improvisados y con un
management de cabotaje, como para presionar a grandes empresas y a grandes
empresarios, y luego inducirlos a negociados cómplices, para finalmente
extorsionarlos o aplicarles el escarmiento. Tarde, así parecen haberlo
comprendido, los empresarios reunidos días pasados en el Coloquio de IDEA.
Nuestro diagnóstico
es que Elliot dio en el clavo, por lo que es bastante aunque no absolutamente
probable que habrá un arreglo con los buitres muy pronto, tal vez, no más allá
de los primeros días de enero de 2015 (salvo que los "buitres" piensen que podrían obtener una tajada mayor
con otro gobierno). Elliot, entonces no tendrá necesidad de revelar los números
de cuentas, ni los nombres de quienes hicieron giros a Liechtenstein, Zürich o
Seychelles, ni mucho menos, habrá de perseguir judicialmente a los carteros y
transeúntes de la "ruta del dinero
K" (CFK, Hijos & Asociados). Con una condición: siempre y cuando
se arregle rápido y como dicen en los locales nocturnos de New York, "with complete satisfaction".
El objetivo de Elliot es cobrar, no obtener un triunfo moral, ni liderar una
cruzada tipo mani pulite. Por eso, no creemos que tenga que usar su "bala de plata", al menos por
ahora. Sin embargo, la astucia investigativa de Elliot puede ser imitada por
otros acreedores, pues parece que esta gente que nos gobierna ha dejado un sinnúmero
de huellas digitales.
El estilo consejero y
de "buen marido" practicado
por El (no nos referimos al Estado Islámico, sino al extinto Néstor Kirchner),
con el remanido cuento de "no le
lleven problemas a Cristina", se ha transformado en una vulgar
corriente nacional masiva dentro de las filas gobernantes, y así cualquier
funcionario parlanchín -como Capitanich, Kunkel o Aníbal Fernández- se esmera
en esconder la mugre, los errores y las trampas debajo de la alfombra, para que
no se noten, y para que "la
doctora" no se irrite (se trate temas significativos, como el valor
real de la inflación; el negociado financiero de Kicillof, el puro; el de los
giros "físicos" de Báez; o
el de los datos ocultos del contrato con Chevron). Aunque, repetimos, Elliot
parece haber tocado el punto G de la codicia del matrimonio patagónico. Y si
eso es así, la presidenta no tiene escape, salvo pagar mucho.
Para colmo, el viento
de afuera no ayuda al gobierno
Ni Carlos Marx soñó
con una conjunción simbiótica entre capitalismo y marxismo, como la que se ha
dado en las últimas dos décadas. Que China, EE.UU. y Alemania produzcan la
mitad de lo que se genera en el planeta, supera la imaginación de cualquier
estudioso del tema, que hubiera hecho un análisis 30 años atrás. Tampoco
pudieron imaginar este resultado psicodélico ni Gramsci, ni otros socialistas y
"progresistas", hoy
carentes de teta intelectual. Actualmente, el capitalismo impregna casi toda la
economía del planeta, gobiernen Obama, Merkel, Maduro o Evo Morales. Causan
risas penosas los discursos de teóricos marxistas -de afuera y de aquí-
utilizando argumentos de la economía liberal; o haciendo la "vista gorda" sobre el
narcotráfico que solventa a sus gobiernos o a sus guerrillas; o, como en China,
intentando ingresar como "economía
de mercado" en la OCDE.
Lo que ha comprendido
la mayor parte de la dirigencia mundial es que cuando se liberan las fuerzas
del mercado -ese espacio en el que se suman millones de decisiones de
particulares, buscando proteger y acrecentar sus pequeñas economías-, el
desarrollo se potencia geométricamente. Y lo hace a pesar de los autoritarismos
o de las intervenciones económicas gubernamentales, como ocurre en China. Al
revés de lo que sucedió cuando gobernaba Mao Tsé Tung (ahora llamado Mao
Zedong), el autocrático régimen chino permitió que se libere la economía
privada y se forme una ola arrolladora de tejido económico próspero, que ha
provocado un incremento de la riqueza de tal tamaño que resulta casi
inconmensurable y provoca asombro en todos, descolocando a todo el arco de izquierda
ideológica. La forma en que se "derrame"
o se distribuya esa riqueza entre la población podrá discutirse, pero lo que no
puede negarse es que el sistema acumulativo que propone el capitalismo o la
economía de mercado, resulta ser el mejor y el más eficaz, por varios cuerpos.
Aunque la evidencia les duela, les avergüence y los desarme a personajes como
Ricardo Foster, Horacio González y otros "carteros
abiertos".
Claro que ahora, está
llegando el viento de frente. La soja ha caído 30% desde octubre del año
anterior y 37% desde mayo último. El petróleo -que importamos- ha bajado
también: una de cal y una de arena. O sea, una mala y una buena, y otra muy
mala: Arabia Saudita -objetada por otros productores de petróleo que tienen
menor peso en las decisiones de la OPEP- pretende y puede reducir el precio del
barril en un 20% y 25%, de manera de sacar de precio de mercado a la extracción
del shale-oil, vía fracking. Con un barril de u$s 80, los costos de este
sistema shale se tornan no rentables económicamente y por lo tanto, se reduce
la importancia presente de "Vaca
muerta", al menos por unos años.
La doctora Kirchner
tiene un pensamiento propio de una provincia minera, cree poco en la industria
y desprecia la actividad agropecuaria, pues considera a ambas actividades como "burguesas". Sólo tiene fe en
las producciones extractivas, en la obra pública y en el empleo público. Por
eso, ante la baja del precio internacional del petróleo, redujo las
retenciones. Pero en venganza, las mantuvo para los productos agrícolas pese a
que estos sufrieron mayores caídas de precios que los hidrocarburos. Todos
subsidiamos a Santa Cruz, tal como antes lo hacíamos a La Rioja. Así es esta
Argentina monárquica y medieval. Así votamos y así nos va.
Ahora parece que Vaca
Muerta no los salva, ni nos salva
Pero, claro, cal y
arena no son lo mismo. Nosotros utilizamos petróleo importado pero somos
exportadores de toda la producción de soja (que no consumimos, salvo para
fabricar aceite que también exportamos). La recesión internacional está bajando
y bajará el consumo de petróleo y de soja y, por lo tanto, sus precios. Nuestra
industria, nuestra iluminación y nuestra confortabilidad térmica, nos impiden
reducir significativamente las cantidades de petróleo y gas importados. En
cambio, las cantidades exportadas de soja se reducirán significativamente, o
bajará el precio aún más de lo que se ha reducido.
Un barril a 70 u 80
u$s el barril descolocará económicamente a Rusia, a Venezuela, a Irán, a
Ecuador y, en menor medida, a Bolivia. Precisamente nuestros aliados
ideológicos. Las economías importadoras de petróleo y de gas se verán
beneficiadas (Europa, Chile, Uruguay entre otros), aunque muchos otros países
que son productores marginales de hidrocarburos disminuirán su rentabilidad. En
pocas palabras, habrá transferencia de ingresos de éstos últimos hacia
aquéllos, precisamente, los que no son nuestros mejores aliados.
En esta Argentina
donde parece que todos, sin excepción, "encanutamos"
bienes para protegernos parcialmente de una desastrosa política económica -de "tubo de ensayo, manejado por un alumno
secundario de físico-química"-, los únicos factores que seguramente no
están encanutados son la ira, el resentimiento, la megalomanía y el
desequilibrio emocional de la presidenta. Y algo moralmente mayor, la
ingratitud. Lo podría llegar a constatar próximamente el Papa Francisco, de ser
cierta la versión de que ella le otorgó luz verde al proyecto de aborto que
está en el Congreso. Pero los que sí ya lo constataron son sus ex-amigos: los
Eskenazi, Ulloa, Jaime, Scioli o Duhalde.
El daño económico que
ha producido el kirchnerismo no será menor que el que habrá ocasionado en
materia de educación, salud y derecho, pero sí será el que afectará más directa
y ruinosamente a la mayoría de la población en el corto plazo. Llevará como mínimo
entre 2 ó 3 años de sostenidas políticas pro mercado, para revertir tanto
perjuicio y desconfianza. Nuestra esperanza es que, de aquí en adelante, no
logren destruir más de lo que ya han destruido, y que no alcancen a traducir en
leyes esa frase siniestra que dice: "El
derecho es lo que nos place"?.
Noviembre de 2014
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