Por Daniel Muchnik
Acosada en varios
frentes y especialmente en el judicial la Presidenta ha decidido aumentar su
blindaje pensando en el futuro. No en vano las versiones de su postulación a
alguna función parlamentaria para ella y para Máximo, su hijo mayor, envuelto
en las historias vinculadas a los hoteles en Calafate y administrador de otros
bienes que la familia posee en Santa Cruz. Y los sofocones que soportan los
amigos estrechos de su marido, los empresarios cercanos al poder, privilegiados
y soberbios. A quienes el periodismo de investigación descubre movimientos
subterráneos que no eran conocidos.
¿Bastará el blindaje
más seguro y sostenible? Autora y máxima autoridad de un gobierno autoritario,
caprichosa en sus decisiones, desconfiada, la Presidenta ha decido confiar en
gente joven y no en profesionales veteranos de tantos cambiantes gobiernos
peronistas. Los mismos que pasaron (y votaron sin pudor) de la estatización
histórica del pensamiento del viejo Líder a las privatizaciones de Menem y de
las privatizaciones de vuelta a las estatizaciones. Siempre cantando el Himno
Peronista, que no ha cambiado la letra.
La Presidenta se ha
refugiado en el área económica en Axel Kicillof que no logra sacar las papas
del fuego y en su entorno a Eduardo Wado de Pedro que ya estaba en los círculos más cercanos y en su hijo. En otras
áreas de la vida económica, en Aerolíneas, por ejemplo, le resulta suficiente
con la gestión de Mariano Recalde su
titular, a quien desearía como Jefe de la Ciudad. A tal punto que aparece ante
sus ojos como un genio cuando los tropiezos son grandes y sólo los subsidios
desmesurados pueden sostenerlo. El mantenimiento de Aerolíneas exige la
erogación de casi u$s 2 millones diarios. Excusa dada: Hay que unir a la
República. Para los expertos se podría hacerlo mejor y sin tantos gastos,
racionalizando rutas lejanas y equipos de vuelo de orígenes muy distintos.
Como guardia de
seguridad de sus pasos y sus salidas a los balcones interiores de la Casa
Rosada tiene a La Cámpora, cuyos cánticos le alegran el rostro y el espíritu en
los momentos que siguen a algunos de sus discursos. Pero La Cámpora son algo
más que esa juventud que agita banderas con pasión detrás de la Presidenta.
¿Sabrán sus
integrantes quién fue Cámpora y por qué eligieron ese apellido para embanderar
su militancia? ¿Los guía una nostalgia imborrable de los años 70? ¿Es ese un
paradigma histórico digno de ser elogiado e investigado bajo el microscopio?
Héctor Cámpora,
dentista bonaerense fue un parlamentario de las primeras administraciones de
Juan Perón, amigo íntimo de Juan Duarte (a quien acompañaba en las juergas
hasta su comentado suicidio). Fiel servidor del líderen todas las
instancias. Cumplió
con sugerencias, propuestas y órdenes
que emanaban en el exilio, desde Puerta de Hierro.
Fue así que,
consagrado Presidente de la Nación en una elección masiva, acompañado con
fervor por la juventud en 1973 porque Perón estaba prohibido para presentarse
según el gobierno Militar de Alejandro Lanusse, el Tío,así lo llamaban sus seguidores, declinó a los 49
días para permitir que el Lídertomara la batuta desde la Casa Rosada.
Esos fueron los pasos, que la Historia no desmiente. Cuando Perón rompió con las formaciones militares
juveniles que había
promovido, Cámpora
fue radiado sin piedad. Cámpora
es, pese a sus admiradores, sinónimo de subordinación o de sometimiento ciego.
¿Es exactamente esa figura la que quiere enaltecer y recordar La Cámpora?
Para la juventud de
estos días el nombre implicaría un elogio a los que no se armaron entonces y
mantenían un espíritu de cambio a cualquier precio y los que sí se armaron,
imponiendo un orden militar cerrado y peligroso, dispuestos a matar a quien sea
con tal de tomar el poder. Gente que se enamoró de la violencia, que mató
indiscriminadamente, calientes sus cabezas con el ejemplo imposible de la
Revolución Cubana. Y, en los primeros tiempos, con el apoyo de ciertos sectores
de la población argentina. Nunca, ni sus jefes, ni los sectores que los
justificaron, salvo excelsas excepciones (no alcanzan los dedos de una mano)
hicieron la autocrítica de lo hecho en el pasado, de la sangre perdida sin sano
objetivo.
A tanto llega la
admiración por ellos que un sector de La Cámpora le pide a Mario Firmenich, figura máxima de Montoneros, residente en
España, que regrese a la Argentina,
para reivindicarlo históricamente.
Para ello habría
que saber en qué
estado está
la causa que investiga el juez Ariel Lijo sobre el asesinato del ex-jefe de la
CGT José Ignacio Rucci. Peronistas veteranos consideran estas intenciones como
una locura. Pero en La Cámpora se insiste.
En la oposición
política hay quienes se preguntan sobre los límites de su existencia. Muestran
su preocupación por la buena relación de la agrupación juvenil con algunos
jefes militares, y, pensando en el futuro, la ocupación por parte de ellos de
los puestos jerárquicos en los principales ministerios. También hay comentarios
sobre el ingreso de muchos de esos militantes en el nuevo organismo de
inteligencia, que ya resultaría temible. Una vez nombrado el nuevo gobierno,
quedan. ¿O acaso no los dejarán?
NOTA:
Las imágenes no corresponde a la nota original.
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