El ciclo vital de los
seres humanos termina con la llegada de la muerte. Idealmente, ella
sobreviene cuando los años han agotado
la energía, desgastado los órganos y terminado con la voluntad de vivir. A
veces la muerte se adelanta por un accidente o enfermedad grave. A veces un ser
humando decide terminar su ciclo por
propia voluntad. Se llama suicidio. Pero muchos hombres y mujeres son arrebatados
en medio de su ciclo vital por la acción de sus semejantes, sea en forma de
violencia callejera, bajo la influencia del odio, los celos, la emoción
violenta o el calor de la batalla. Cuando un ser humano enfrenta una situación
de grave riesgo que pone en juego su vida, a sabiendas de las consecuencias, su
muerte es el fruto del convencimiento de la causa que lo motivó. Morir por convicción es una forma
inusual de morir, que no pasa
desapercibida y que puede alcanzar ribetes épicos, pero es una muerte más al fin.
Esta introducción nos
lleva al caso de la muerte del fiscal Alberto Nisman. Millones de televidentes
asistimos al momento en que un periodista le preguntaba si era consciente
que al denunciar a la presidente y su entorno de un grave
delito ponía en riesgo su vida y contestó que sí. Pocos días después se cumplió
inexorablemente su destino. Nisman actuó por convicción y murió por esa misma
convicción. Lo terrible, lo insoportable, es que después de su muerte dos
fiscales sostuvieron su acusación y un juez
y dos camaristas cerraron con sus fallos la posibilidad de una
investigación imparcial. ¿Murió en vano Nisman, entonces? Hay quien puede
pensar así pero nuestra visión es distinta. Nisman no murió en vano porque
marcó un camino, un paradigma de valor
incalculable. Cuando un hombre está
convencido de cuál es su deber debe
cumplirlo hasta el final, más allá de los riesgos, de la conveniencia y de los temores. El fiscal puede haber
estado acertado o equivocado en su acusación. Pero creyó en ella hasta el punto
de jugarse la vida (y perderla) en el intento.
Es lastimoso también
que la investigación por su muerte, de la que hay indicios crecientes de que
fue un asesinato, haya quedado entrampada en las discusiones
entre una fiscal irresoluta, una ex esposa sumamente entrometida y un gobierno
que se empeña en enlodar al difunto de la forma más escabrosa y ruin que la dignidad puede
soportar. Las expresiones del Jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, son un
compendio de mal gusto, ligereza y grosera chabacanería. Las demoras y las
discusiones entre peritos quieren hacer olvidar, con el paso del tiempo y la
aparición de nuevos temas de interés público que en la Argentina apareció
muerto el fiscal que había denunciado a su propio gobierno, el día anterior a
su presentación en el Congreso. Sin embargo, a los ciudadanos que sentimos que
la denuncia de Nisman fue el primer gran
intento de investigar a un poder embriagado de impunidad, no conseguirán
hacernos olvidar lo que él ahora representa: un hombre que con sus defectos y
virtudes tuvo el coraje de morir por
convicción.
¿Y qué nos muestra la
otra cara de la moneda, la cara del poder?
La presidente de la nación ha recomenzado sus cadenas nacionales
proselitistas, con la presencia de sus candidatos y los anuncios baladíes que
le sirven de pobre excusa. El Ministro del Interior y Transportes se postula
como precandidato presidencial pero conserva el control de las elecciones en
que competirá. Los jueces electorales no pueden actuar porque aún no se han
oficializado las candidaturas y se da
por descontado que la palabra de un Ministro no vale nada. Esta afirmación no
es caprichosa. Todos los postulantes por el Frente para la Victoria se humillan
al aceptar que harán lo que Cristina Fernández quiera. El Artículo 38 de
la Constitución Nacional dice que ella garantiza a los partidos
políticos, como instituciones
fundamentales del sistema democrático, “…la
competencia para la postulación de candidatos a cargos públicos electivos…” pero eso no funciona así en el mundo
oficialista. Allí, sin embozo, la presidente impone las candidaturas y el resto
acata como soldados que no analizan la legalidad de las órdenes recibidas.
En el campo
económico los malos pronósticos se han
hecho realidad. La Argentina está en recesión y el comercio exterior ha caído
abruptamente, tanto en exportaciones como en importaciones. Los dólares
escasean y no hay posibilidad de acceder al crédito externo. La inflación
sigue en valores incompatibles con el
funcionamiento normal de la economía y el consumo se sostiene insuflando al
sistema pesos sobrevaluados sin respaldo real que aceleran el crecimiento del
déficit fiscal. Todo está pensado y
organizado para ser sostenido en forma ficticia y forzada hasta las elecciones
y después quedará en manos del próximo gobierno enfrentar las consecuencias de
los desaguisados cometidos, no por error, sino por una deliberada e insensata
política populista que solo se justifica en la búsqueda de mantener una cuota
de poder y un falso relato.
El pináculo del
ocultamiento y la incoherencia discursiva corrieron por cuenta de Kicillof, el
Ministro de Economía que declaró que no daba las estadísticas de pobreza para
no estigmatizar a ese sector, afirmación absurda ya que no puede haber
estigmatización en la exposición de un dato descriptivo de una situación. Lo
suyo es un burdo intento de ocultar un dato desfavorable y una demostración de
la voluntad de negar la realidad.
Quizás el único rayo
de luz que iluminó el campo político provino de la Convención Radical. Más allá del resultado,
que fue la decisión de competir en las
PASO en una misma alianza transitoria
con el PRO y la Coalición Cívica, lo
valioso del proceso fue que por una vez en mucho tiempo vimos funcionar la democracia interna en un partido
político y cómo se adopta una decisión en medio de un debate público, con
posiciones claras y con las diferencias resueltas a través del voto. En lo
estrictamente electoral esta decisión termina de definir el panorama al dejar solo tres candidatos con
posibilidades ciertas de acceder a la presidencia: Macri, Scioli y Massa, con
el primero en franco crecimiento y afirmación de sus posibilidades.
La preocupación más
fuerte en el campo opositor y en la
ciudadanía que no adscribe al Frente para la Victoria es el daño que aún puede
producir el gobierno antes de dejar el poder a través de leyes de franco
contenido populista, del incremento de subsidios que se tornarán insostenibles
en el tiempo y de los acuerdos con potencias extranjeras que comprometen el
futuro. No dejamos de notar que las trampas y las chicanas que utiliza el
gobierno para burlar las normas electorales con copiadas por distintos sectores
políticos, que aun en inferioridad de condiciones, no se resignan a dejar al
oficialismo el monopolio del abuso.
Por eso es que
afirmamos que en las próximas elecciones se juega mucho más que un recambio de
gobierno. Es necesario que quien suceda al actual gobernante demuestre que no
ha sido inoculado por el virus del autoritarismo, del anti republicanismo y por
supuesto de la insoportable corrupción.
Deberá atender graves desacoples económicos y reparar graves injusticias.
Terminar, como dijo Mauricio Macri, con “el
curro de los derechos humanos” para pasar a analizar con imparcialidad las
persecuciones impulsadas por la venganza y los intereses materiales. Reubicar a
la Argentina como un país serio y confiable en
sus relaciones internacionales y
recuperar la seguridad interna y las capacidades para la defensa que se
han deteriorado a un nivel inaceptable, entre otros muchos campos de deterioro
moral y de infraestructura.
El camino a transitar
es largo, difícil y complicado, pero predomina en nosotros la esperanza de que
el tiempo oscuro se esté terminando y que encontraremos la salida a través del
ejercicio de la democracia con unión, esfuerzo y mucho trabajo, efectuado con
vocación de servicio. De ese modo, quienes murieron por convicción a lo largo
de nuestra historia reciente, no habrán muerto en vano.
Buenos Aires, 29 de Marzo de 2015
Juan
Carlos Neves
Vicepresidente de
Nueva Unión Ciudadana
NOTA: Las
imágenes no corresponden a la nota original.
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