Por Agustín Laje
Director del Centro de Estudios LIBRE
Hace pocas horas, Cristina
Kirchner tuvo su última “Cumbre de las
Américas” (en Panamá) como Presidente de Argentina. Para tratarse de ella,
no habló mucho; pero le bastaron sus diez minutos de micrófono para explicitar,
una vez más por si hiciera falta, las alianzas políticas e ideológicas de
nuestro país con las dictaduras neomarxistas regionales.
El caballito de batalla de los “derechos humanos” -argucia todavía
creída incluso por algunos idiotas útiles (parafraseando a Lenin)
no-kirchneristas que reconocen este “logro” del gobierno- se desmorona
rápidamente con atender al plano internacional, en el cual tanto Néstor como su
mujer se han estrechado la mano y concertado acuerdos con los canallas más
despreciables del mundo actual sobre los que pesan innumerables violaciones a
los derechos humanos: Muamar Gadafi, Mohamed Hosni Mubarak, Bashar al-Assad,
José Eduardo Dos Santos, Mahmud Ahmadineyad y, por supuesto, con los dictadores
del socialismo del Siglo XXI regionales: Chávez, Maduro, Correa, Morales y los
hermanos Castro.
En la Cumbre de las Américas,
concretamente, Cristina Kirchner reivindicó a las dictaduras cubana y
venezolana. Sobre la primera, dijo estar muy “contenta” por “producir”
y “presenciar” el “verdadero triunfo de la Revolución Cubana”,
refiriéndose al hecho de que por primera vez el evento contase con la presencia
del dictador isleño. “Cuba está aquí
porque luchó por más de 60 años por una dignidad sin precedentes”, agregó.
Sobre Venezuela, Cristina
Kirchner dispensó todo su apoyo al neodictador Nicolás Maduro y arremetió
contra los Estados Unidos por haber declarado que Venezuela constituye una “amenaza” para aquél país. Tildó el
hecho como “ridículo” y añadió que “Cuando me enteré, lo primero que hice fue
reírme. Resulta inverosímil casi ridículo que cualquier país de nuestro
continente pueda resultar una amenaza para la mayor potencia del mundo”.
En verdad, de ridículo no tiene
un pelo. Es públicamente conocida la alianza de Venezuela con Irán. Los
acuerdos políticos, militares y comerciales entre ellos superan las varias
centenas. Es sabido, por ejemplo, que la fábrica de armas CAVIM (Compañía
Anónima Venezolana de Industrias Militares) es de capital mixto
venezolano-iraní. Del mismo modo, es también conocido que los programas nucleares
de Irán precisan de uranio que es producido a grandes escalas en Venezuela (hay
unas 50.000 toneladas de uranio todavía sin explotar). Israel ha denunciado
estas ventas de uranio ante la OEA, preocupado por el plan que Ahmadineyad
resumiera en la escalofriante frase de “eliminar
a Israel del globo”. La militarización venezolana y las fantasías chavistas
de “llevar adelante una guerra asimétrica
contra el imperio” se suman a las causas que legítimamente preocupan a los
Estados Unidos, aunque nuestra Presidente, con su soberbia característica,
banalice la situación.
Celebrar la dictadura que somete
a Cuba desde hace más de medio siglo, y defender la neodictadura venezolana, es
propio de una Presidente que desprecia la democracia y los derechos humanos.
Los casos de violaciones a los
derechos humanos que pesan sobre Fidel y Raúl Castro son inacabables: se han
llegado a contabilizar 119.578 muertos por razones políticas desde la
revolución cubana de 1959 hasta la fecha (la mayoría pasados por las armas en
campos de concentración como La Cabaña); por lo menos 45.350 presos políticos;
una incalculable cantidad de exiliados (más de un 1.200.000 viven en el
exterior, lo que representa el 10% de la población actual de la isla); y 77.879
balseros muertos en intentos de fuga. (Observatorio Cubano de Derechos
Humanos).
Respecto de Venezuela, la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha calificado de “preocupantes” las violaciones a los
derechos humanos perpetradas por el socialismo del Siglo XXI. Lo propio expresó
la Human Right Watch en su informe del 2008.
La cantidad de jóvenes masacrados
por el gobierno de Maduro todavía se desconoce. La cantidad de presos por
razones políticas cada vez es mayor (si bien el caso más reconocido es el de
Leopoldo López, no debe olvidarse a la jueza María Lourdes Afiuni, o el caso de
Alejandro Peña Esclusa, o el de Richard Blanco, entre otros). La persecución a
la disidencia es un dato de la realidad innegable.
No debiera extrañarnos, sin
embargo, este apoyo de Cristina Kirchner a las dictaduras regionales. Después
de todo, como reza un viejo refrán, “entre
bueyes no hay cornada”.
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