Estas historias que podrán leer a
continuación, ocurren en la Argentina
que hemos sabido pacientemente destruir. Pero no solo en el penal referido,
sino también de una forma u otra, en todos las cárceles deficientes en los
cuales están alojados con diferentes grados de precariedad, torturas
psicológicas y carencias, hasta de lo mínimo, más de mil quinientos presos
políticos, cuyo pecado fue combatir por la soberanía nacional contra los
mercenarios del colonialismo ideológico, hoy potentados sibarítikos en el
poder.
No ocupan pantallas en medios
audiovisuales ni párrafos de la prensa escrita salvo para ser denostados y
adjudicarles horribles acciones nunca demostradas. Es indudable que rinde mucho
políticamente recurrir a fórmulas
patéticas para distraer a giles de las barrabasadas que se cometen con
asiduidad. Y ello ocurre porque las experiencias de sufrimiento con estoicismo
de nuestros viejos soldados, no califican para constituirse en mercadería
barata que el gran público desea consumir.
No reflejan los conflictos de la
farándula ni los análisis primitivos de Kretina, las barbaridades de Kicillof o
los ocurrentes improperios de animal Fernández. Tampoco las precarias y toscas
aventuras de la pobre gordita Fein, que
trata a toda costa quedar bien con Dios y con el diablo; los incontables
recursos leguleyos del prócer Lázaro Baez y o la rekolección en pala de
recursos krematístikos por parte del "empresario" Kristóbal López y otros personajes. Menos aún
las elukubraciones y reciclamientos para transformar a un obeso especialista en
play station y aspiraciones diversas, en estadista, konductor y salvador del
¿modelo? y desde ya de la patria argenzuélika
Por lo tanto para la inmensa
mayoría de la opinión pública y publicada de nuestra repúbliketa no existen, ya
sea porque la consideran basura que debe ser barrida debajo de las alfombras o
no son relevantes.
Que se jodan por boludos
comentarán desaprensivamente la gran mayoría desinformada consciente o inconscientemente.
El drama que esta calificación lleva implícita es que ya ha sido suprimida y
por lo tanto no existe más, esa clase de boludos dispuestos a dar la vida por
su Patria. Es como si hubiésemos ordenado con alegría al organismo neutralizar
nuestras defensas naturales para enfrentar las invasiones de los virus y
bacterias, a fin de que éstos actúen con entera libertad.
Entonces tienen el camino libre
aquellos sujetos (as) que succionan a voluntad y sistemáticamente los recursos
de la comunidad destinados al bien común. También los desplazados de "países hermanos y otros" por
miseria y o delito, quienes penetran nuestro territorio cuando quieren y por
donde se les antoja y con absoluto libertinaje amplían las villas precarias,
toman casas y edificios a su arbitrio y konsolidan sin pausa las estructuras
del narkotráfiko y delinquen matando y robando a piacere. Además y como
resultado de nuestra generosidad hasta pueden votar y así elegir representantes
normalmente deplorables.
Ante este cuadro siniestro cuya
evolución, nada ni nadie parece querer o poder detener, nuestros presos
políticos, los boludos de otrora, enfrentan con dignidad cruentos sufrimientos espirituales
psicológicos y materiales impuestos por los "konductores
políticos" que nos sakean y destruyen, los cuales han sido producidos
y reciclados sin interrupción, por esta
democracia tramposa y traidora, nacida con gran esperanza en 1.983.
¿Por qué nuestra otrora orgullosa
y promisoria Argentina ha caído y sigue cayendo en el abismo de la
autodestrucción? ¿Estaremos bailando en la cubierta del Titanic y no nos
interesa conocer la realidad?
Una cosa es cierta, palpable e
inexorable. Ya no hay boludos para luchar en el aire, el mar, el territorio
continental, los sectores urbanos colonizados por el delito y las fronteras.
Ha sido derogada la obediencia
debida razón de ser de la necesaria disciplina y el ejemplo imprescindible en
toda organización militar. No obstante se ha impuesto como obligación
irrenunciable en el ámbito político, económico y judicial de levantadores de
manos; reklutadores de pobres tipos (as); administradores de justicia
complacientes y obsekuentes, quienes por ese concepto no deben pensar y menos
aún opinar, solo cumplir órdenes.
Como tal cuando enfrentemos, como
es previsible; conflictos, anarquía, pretensiones de organismos exteriores
sobre nuestros recursos y territorio y otras amenazas vigentes y más
sutiles, la pregunta obvia sería; y
ahora; ¿quién podrá salvarnos? Los boludos han desaparecido porque los hemos
erradicado sin consideraciones; los actuales uniformados ya están debidamente
aleccionados por las amargas experiencias de quienes los antecedieron, para no
caer nuevamente en las trampas de los
impresentables políticos de turno. Solo resta una posibilidad; el Chapulín Colorado,
quien lamentablemente se ha muerto de viejo.
Por lo menos, así lo veo yo.
El Soldado Desconocido
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