CARTA ABIERTA DE UN
OFICIAL (R) A LOS ALTOS MANDOS INSTITUCIONALES DE CHILE
A los señores Generales y Almirantes de las FF.AA. y de
Orden:
Soy un hombre de Honor y como tal no puedo seguir guardando
silencio. Pido a Dios que estas palabras lleguen a las personas a quienes están
dirigidas, a los mandos Superiores de las Fuerzas Armadas y Carabineros de
Chile, entiéndase mejor, a todos los señores Generales y Almirantes de la
República de Chile.
Siempre pensé que escribir en forma anónima era de cobardes,
y a pesar de ello había decidido no dar mi nombre por una razón bien clara,
¡porque me obligan a no darlo! Pertenezco y perteneceré por siempre a la Gran
Familia Uniformada chilena, y como se están dando las cosas en Chile y en
nuestro entorno, mi identidad podría afectar a los de mi sangre que aún visten
el uniforme, sea cual sea el parentesco, a mi padre, a mi hermano, a mi hijo, a
mi sobrino o a mi nieto.
Pero recapacité, porque estoy seguro de que los conceptos
que expondré, representan en forma fidedigna, no a todos, pero sí a la inmensa
mayoría de los uniformados en retiro de Chile. Entonces mi nombre los
representa a todos ellos.
Soy un Oficial en retiro, del Arma de Infantería, del
Ejército de Chile, pero podría ser cualquier Oficial de las Fuerzas Armadas y
de Orden, de cualquier Institución.
Y como todos los que un día vestimos el Uniforme de la
Patria, hoy estoy profundamente amargado, tanto así que quisiera no estar
viviendo todo esto. Increíble pero cierto, preferiría no estar, antes de seguir
siendo testigo de toda la barbarie que viven tantos uniformados en retiro, de
cualquier grado o Institución, por el sólo hecho de haber cumplido con su
deber.
Exacto, por el sólo hecho de cumplir absoluta y cabalmente
con el Juramento que un día hicimos ante Dios y la Bandera. Entiéndanlo,
señores Generales y Almirantes de la República, por el sólo hecho de haber
actuado conforme a nuestras conciencias y por nuestra Patria, de acuerdo a
nuestra formación profesional. Porque actuamos profesionalmente, aplicando todo
lo que alguien nos enseñó un día en las aulas de nuestras Escuelas Matrices o
en los campos de instrucción.
Van a tener que perdonar, señores Generales y Almirantes,
los conceptos que debo expresar. Lo que pasa es que hoy no estoy desilusionado
del actual Gobierno. La verdad es que de esa lacra política nunca he esperado
nada.
Pero de ustedes sí que siempre lo esperé todo, porque
entendía que eran “Hombres de Honor”. Pero el concepto verdaderamente es muy
grande para ustedes. Triste decirlo, pero es verdad. No se imaginan la
desilusión que siento.
Me duele tener que encontrarlos muchas veces porque la
formalidad me obliga a saludarlos. No se imaginan lo que pasa por mi mente
cuando cínicamente les tiendo la mano. Es una verdadera amargura haber llegado
a esto.
Yo fui Oficial. No importa el grado en que terminó mi
carrera. Llegué a Teniente o Mayor, a Capitán de Navío o a General, eso no importa.
Pero fui un Hombre Digno, un Caballero.
Ahora ya retirado de mi Institución vivo en cualquier parte,
en Santiago o Valparaíso, en Arica o en Coyhaique, eso tampoco importa.
Pero me duele mucho cuando otras personas, que nunca usaron
el Uniforme de la Patria, civiles ciudadanos de nuestro país, se acercan y me
preguntan amable o impacientemente: ¿Qué está pasando?, ¿Hasta cuándo?, ¿Cómo
es posible?, etc.
En un principio les daba cualquier respuesta, tratando de
justificar lo injustificable. Pero ya no. No puedo seguir así.
No quiero ser cómplice de actos impropios de un uniformado.
No quiero volver a ser parte de la desidia de ustedes señores Generales y
Almirantes de la República. ¡Ya no más!
Yo algún día fui superior de ustedes, o fui su compañero, o su
subalterno. Me sentí muy dichoso al ver coronadas sus carreras en el
Generalato. Qué alegría más grande sentí cuando mi profesor, o mi amigo o mi
alumno llegaron a la cúspide de su carrera. ¿Cuándo me iba a imaginar que hoy
sentiría vergüenza de ustedes?
¿Cómo es posible que personas que recibieron una formación
basada en valores, puedan vivir tan tranquilos ante la crudeza de las
circunstancias?
No quisiera pensar que las bondades “muy temporales” de sus
altos grados, sean más importantes que los valores de toda una vida.
¿Qué está pasando con ustedes?
¿Algún día se han detenido a pensar en la decenas de
uniformados en retiro que están prisioneros?
¿O en los centenares que están sometidos a proceso y que
terminarán tras las rejas?
¿Nunca han pensado en las familias de todos esos hombres? Yo
sí pienso en ellos todos los días y me duele profundamente.
Me duele compartir con mi familia, sabiendo que la familia
de mi amigo está triste.
Me duele jugar con mis hijos, sobrinos, o nietos, sabiendo
que mi compañero de curso no lo puede hacer.
Me duele ver las estrellas en la noche sabiendo que ese buen
hombre que un día fue mi superior, nunca más las podrá ver.
Me duele caminar con los míos por la playa y sentir el ruido
del mar, sabiendo que hay una mujer con sus hijos que darían cualquier cosa por
hacer lo mismo con el hombre que aman, ese que lo dio todo por su Patria, ese
que injustamente está tras las rejas.
¿A ustedes no les pasa lo mismo?
¿Cómo pueden ser tan insensibles?
¿Se olvidaron tan fácilmente de esos hombres con los que
tantas veces compartieron las bondades de nuestras carreras?
Les voy a decir algo muy sincero. Ustedes están muy
equivocados si creen que lo están haciendo bien.
No crean que su actitud obedece al “irrestricto respeto a la
Constitución y al Estado de Derecho”. Eso lamentablemente en Chile dejó de
existir.
Desde el momento en que las más altas autoridades del
gobierno, y me refiero a la Presidenta de la República, a un ex Ministro de
Defensa, y otros personeros que ocupan altos cargos, tuvieron vinculaciones o
militaron derechamente en movimientos terroristas involucrados en hechos de
sangre, asaltos y secuestros, la Constitución perdió su peso.
Desde el momento en que la Ley encarcela a Militares,
Marinos, Aviadores y Carabineros, e indulta terroristas criminales y
delincuentes, el Estado de Derecho no existe. Eso es un hecho que connotados
juristas podrán confirmarles.
¿En qué país están viviendo ustedes?
¿No han pensado que en esos hombres que viven tras diez
candados, están representados todos ustedes?
¿Dónde estarían hoy si la orden la hubieran recibidos
ustedes y no ellos?
¿Cuántos de ustedes mañana correrán la misma suerte cuando
se saquen el uniforme? No sean insensatos. ¿De qué les sirve un presente ameno
pero tan corto, cuando mañana van a estar solos?
¿De qué les sirven los temporales privilegios de sus
investiduras, si mañana van a ser nada?
Mediten, señores Generales y Almirantes, aún tienen tiempo
para reivindicarse con su propia conciencia, sus camaradas, sus subalternos y
con una inmensa masa ciudadana que observa perpleja lo que ocurre casi a
diario.
Nadie, y lo repito, nadie les pide que “den un golpe de
Estado”, eso sería ridículo, sería atentar en contra de la institucionalidad
que ustedes y nosotros construimos y que tanto bien ha hecho a Chile.
Nunca les pediría algo así. Pero ustedes saben perfectamente
bien lo que sin apartarse de la Constitución y la ley… ¡puede y debe hacerse!
Busquen en las cárceles estadounidenses o europeas a algún
militar prisionero por cumplir con su deber. Ustedes saben que nunca lo van a
encontrar.
Lo que pasa, es que esas naciones que por años combatieron
en contra de la sucia izquierda marxista, o cualquiera otra barbarie, saben lo
que significa el Honor. Ese inmaculado concepto que ustedes simplemente dejaron
en el olvido.
Sí, lo dejaron en el triste olvido, a pesar de la altísima
investidura que la Patria les dio, porque me niego a pensar, una y otra vez,
que hayan podido aceptarla a cambio de olvidar.
¿No les da vergüenza? Abran los ojos señores Generales y
Almirantes.
No sólo nosotros los uniformados en retiro los observamos.
Sus actuales subalternos lo hacen, y es un país entero el que no da crédito a
su penosa y débil actuación.
¿Con qué cara se presentan públicamente en actos y
ceremonias? ¿Se sienten por casualidad “dignos hombres” cuando se paran frente
a sus subalternos?
¿No se dan cuenta de que ellos ya no los siguen por lealtad,
sino como esclavos de la disciplina, porque no ven en ustedes aquellos líderes
que fuimos y a los que nos formaron?
Señores Generales y Almirantes, ustedes algún día fueron mi
jefe, mi compañero o mi subalterno. Yo los conozco muy bien. Yo sé que la tarde
del 11 de septiembre de 1973, estábamos dichosos, como lo estaba la inmensa
mayoría de los chilenos.
Yo sé que ustedes sirvieron fielmente al Gobierno de las
Fuerzas Armadas y de Orden.
No se olviden nunca que la contienda de 1973 fue una guerra
artera en contra del peor invasor.
Recuerden los arsenales que ustedes mismos encontraron en
todos los rincones de Chile, empezando por La Moneda, Tomás Moro y El
Cañaveral.
Recuerden la numerosa filmografía, revistas y elementos más
propios de un “Porno Shop” que de las residencias del Presidente de Chile.
Recuerden los balcones de La Moneda llenos de terroristas
con ametralladoras. Recuerden el rostro venenoso de Allende organizando la
defensa de “su Revolución” recorriendo los pasillos de La Moneda con casco de
combate y fusil de guerra.
¿Era eso un Presidente Constitucional? No. Ustedes saben que
no lo era.
Ustedes saben que ese 11 de septiembre de 1973 y los días
posteriores nuestra Instituciones lucharon con un enemigo voraz, con la peor de
las hordas que acechaban en ese entonces al planeta.
Ustedes saben que nuestra victoria de entonces, fue el
primer combate que esa rapiña perdió en el mundo. Y saben perfectamente bien
que esa es la causa principal del odio que sienten hacia nosotros.
¡Ni perdón ni olvido! Han dicho y lo repiten.
Después de 40 años, ¿Qué pasa por sus mentes?
¿Piensan que ustedes habrían hecho las cosas distintas?
¿Piensan que abrían adoptado otras resoluciones? No se
engañen. Ustedes habrían hecho lo mismo.
Sí, lo mismo, porque eso era lo único que las circunstancias
permitían hacer… ¡COMBATIR! ¿Y si no estaban de acuerdo, por qué no abandonaron
sus Instituciones por la puerta ancha, aquella misma por donde un día entraron?
Recuerden además que ese sucio adversario no se quedó
tranquilo después de su derrota. Recuerden que nuestro suelo se vio invadido
por la más siniestra andanada terrorista. ¿O se olvidaron de los uniformados y
también civiles asesinados a mansalva por esa lacra?
¿Se olvidaron ya de ellos? ¿De los centenares de Carabineros
asesinados? ¿Se olvidaron de todos los mutilados? Recuerden que esa caterva
criminal no se podía combatir con instituciones regulares.
Recuerden que los Organismos de Seguridad nacieron por la
imperiosa necesidad de defender a nuestros conciudadanos de ese sucio y
criminal adversario.
Recuerden que nuestro suelo estaba invadido por criminales,
salvajes criminales organizados y apoyados desde el extranjero.
Recuerden que ustedes mismos sacaron armas de infinidades de
reductos luego de descubrir los desembarcos de Carrizal Bajo.
Ahí estaban los Organismos de Seguridad, integrados por
gente nuestra, pertenecientes a nuestras Instituciones, y que tuvieron que
desempeñarse en ese peligroso frente.
¿Ya lo olvidaron? ¿Qué tipo de amnesia están sufriendo?
Insisto. ¿No han pensado que la orden la pudieron recibir
ustedes, y que cumpliendo con su deber habrían tenido que formar parte de esos
necesarios Organismos de Seguridad?
¿Cómo pueden permitir que a Hombres de Honor se los trate de
delincuentes?
¿O ustedes piensan que verdaderamente son delincuentes? Si
fuera así nuestras Escuelas Matrices serían formadoras de delincuentes y ser
Oficial sería lo mismo que ser un delincuente.
¡Ustedes mismos serían delincuentes!
Pero la realidad es otra.
Todos nuestros Camaradas Prisioneros Políticos y sometidos a
proceso son dignos hombres de nuestro suelo. Son iguales a ustedes, con las
mismas capacidades y la misma formación valórica, con la misma Fe y los mismos
sentimientos.
Ellos cumplieron con su deber sagrado y derrotaron al
enemigo de Chile. Sin embargo, ustedes ahora los desprecian.
Y lo que es peor, de tanto compartir con el que antes fue su
adversario y hoy se viste de autoridad, da la impresión de que ya creen todas
las falsedades que dicen, y no consideran el odio que brota de ellos, el que
cada día le quita la paz a los nuestros y a sus familias.
Reaccionen de una vez. Chile entero los observa.
Sus camaradas de ayer los observamos permanentemente. Sus
subalternos los observan día a día. Todos esperamos algo de ustedes.
¡Entiéndalo!
Mientras Chile tenga encarcelado a un uniformado que cumplió
con su deber defendiendo a su tierra y a su pueblo, ustedes serán los
responsables de su propia suerte.
La historia los espera. Salven su dignidad.
¿O pretenden quedar en el recuerdo de Chile como Hombres sin
Honor, como ya tenemos a uno, aquél del “Nunca Más”?
¡Nunca es tarde!
Carta extraída de la página "La Voz de Punta
Peuco"
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