"El momento más peligroso
llega con la victoria".
Napoleón Bonaparte
llega con la victoria".
Napoleón Bonaparte
El Gobierno no puede quejarse. Los nueve meses transcurridos desde que
llegó al poder fueron, en general, exitosos: salió del default y del cepo,
devaluó prudentemente, controló la inflación, hizo un giro copernicano en
materia de política exterior y en el alineamiento geopolítico, renegoció
satisfactoriamente los contratos con China, normalizó la relación con el FMI,
redujo el costo del endeudamiento externo, recuperó la credibilidad y modificó
la visión del país ante los inversores internacionales, la economía y el empleo
han comenzado a recuperarse, etc. Todo ello, a pesar de la adopción de medidas
dolorosas pero imprescindibles, hace que la opinión pública lo siga estimando,
aunque la CGT, para no quedar fuera de la pelea por la conducción del
peronismo, anunciara ayer la realización de un paro general.
Claro que todas esas buenas noticias fueron acompañadas de algunas bastante
malas, todas ellas incrementadas por la falta de sinceramiento de la crisis que
heredó de los Kirchner: la dramática falta de energía, los impagables
subsidios, el desesperante déficit público, la verdadera magnitud de la pobreza
y de la indigencia, la informalidad laboral, la situación educativa y
sanitaria, la alucinante corrupción, la recesión, la caída en el poder
adquisitivo del salario, y tantas otras situaciones apocalípticas.
Los éxitos se reflejaron en la reunión de la "mini-Davos", que mostró cuánto ha cambiado la percepción
internacional sobre nuestro país, y en la promesa de concretas inversiones
privadas, confirmada por el incremento en las cotizaciones de los bonos y de las
acciones argentinas. Por lo demás, el Gobierno está acelerando su programa de
infraestructura, que augura un crecimiento del empleo en un área tan
definitoria y multiplicadora como la construcción; seguramente, y como efecto
colateral, también traerá aparejada una sensible disminución en la cantidad de
empleados públicos, con su natural incidencia positiva en el gasto del Estado.
El Presidente, inexplicablemente, metió la pata en uno de los asuntos más
irritantes para la piel nacional: me refiero a Malvinas. No entiendo por qué
cometió la torpeza de decir que el tema de la soberanía había sido abordado en
su breve conversación con Theresa May, algo que fue desmentido rápidamente
tanto por los británicos cuanto por los mismos funcionarios locales.
A todos nos duelen los muertos, los mutilados y los suicidas de la guerra,
pero eso no cambia la realidad: la perdimos. La limitada longitud de esta nota
no me permite una amplia reflexión sobre las motivaciones que llevaron a los
jefes militares de entonces a retomar las islas, pero de algo estoy seguro: con
las acciones bélicas se retrocedió enormemente en el prolongado proceso de
recuperación legal del territorio colonizado. No basta con decir que ese camino
no había producido avances significativos, porque también es cierto que, una
vez ocupado pacíficamente Puerto Argentino, aparecieron distintas soluciones
diplomáticas -dos o tres banderas, etc.- que fueron desechadas por los
integrantes de la Junta, que prefirieron priorizar la temporaria ventaja que
significó el enorme apoyo popular para un régimen ya agónico.
Gran Bretaña, acosada por sus problemas internos -y el Brexit no es un tema
menor- está harta de soportar el peso presupuestario que significa mantener la
defensa militar de un enclave tan lejano. Pero no le es desdeñable la
privilegiada situación que le otorga la ilegal posesión de nuestras islas ante
la inminente renegociación del tratado internacional de la Antártida y,
también, frente a todo el escenario geopolítico del Atlántico Sur.
Argentina sólo recuperará la soberanía en Malvinas cuando el mundo se
convenza que somos un país serio y respetable, y en ese camino estamos desde
diciembre del año pasado. Porque, aunque no corresponda preguntar a los kelpers
cuál es su decisión al respecto, tampoco se puede desconocer su existencia o,
simplemente, expulsarlos; entonces, donde debemos trabajar, y muy intensamente,
es en recuperar la confiabilidad, ya que la cercanía determinará una natural
integración de la actual población británica, en materia de educación, de
salud, de relaciones sociales, de seguridad jurídica, de comercio, de
industria, de recursos naturales, etc.
Mauricio Macri, en su esfuerzo por reinsertarnos en el mundo, avanzó
demasiado rápido en la normalización de todas las relaciones con Londres, sobre
todo porque se encuentra vigente una ley que sanciona a las empresas que
realicen actividades comerciales con compañías que trabajen en las islas. Pero
huir hacia adelante, inventando la mención de algo tan significativo como la
soberanía en su ligera conversación diplomática, se convirtió en un error
mayúsculo y el Presidente debería hacerse asesorar mejor.
Cambiando absolutamente de tema, quiero dejar constancia de mi preocupación
por el fusilamiento del oficial retirado de la Policía Federal Héctor Gonçalves
Pereyra en ocasión de un presunto robo a un camión que transportaba ropa. Me
sorprendieron varios aspectos del confuso episodio, que tanto me recordó la
muerte de Pedro Tomás Viale, el agente de la SIDE apodado "el Lauchón", cuando el grupo Halcón, de la Policía
bonaerense, ingresó a su casa a los tiros. Me pregunté si los emparentaba haber
sabido demasiado.
Al camión que custodiaba Gonçalves lo emboscaron nada menos que cuatro
automóviles y nada fue robado; demasiada logística para un botín tan magro que,
además, fue "olvidado". Y
se trataba de un testigo clave en el asesinato de Alberto Nisman, cuyo teléfono
sorpresivamente se comunicó con algunos espías y funcionarios antes de que se
conociera el fallecimiento del Fiscal que acusaba a Cristina Kirchner y a
varios otros integrantes de la banda.
Me parece llamativo, en especial en un país como el nuestro, que tantas
muertes sospechosas colecciona; todos recordamos, entre muchos otros, a Héctor
Echegoyen, el Administrador de Aduanas "suicidado"
con la mano equivocada; a Lourdes de Natale, la secretaria de Emir Yoma, cuñado
de Carlos Menem, que se "tiró"
por la ventana; a Juan Castro, un periodista que investigaba a la ex
Presidente; etc. Tal como dijo Carlos Manfroni, "el desprecio absoluto por el papel de las conspiraciones en la
historia es tan irreal como la convicción de que todo procede de una conspiración".
Es muy factible, diría que hasta harto probable, que nos encontremos frente
a un entramado mafioso -¡uno más!- dispuesto a cualquier cosa con tal de no
arriesgar posiciones logradas; y el narcotráfico ha conseguido, en la pasada
década y obviamente asociado a los Kirchner, una penetración enorme. En esta
materia el Gobierno debiera prepararse mucho mejor para pelear en una guerra
que, mundialmente, se ha transformado en la más grave y peligrosa.
Bs.As., 24 Sep 16
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
E.mail:
ega1@avogadro.com.ar
E.mail:
ega1avogadro@gmail.com
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