“Del
triunfo al fracaso no hay más que un paso. Lo he visto en los asuntos más importantes,
un pequeño detalle siempre ha decidido los grandes acontecimientos”.
Napoleón
Bonaparte
Como era previsible, al menos para quienes
conocemos a los magistrados de Comodoro Py, el Juez Claudio Bonadío se desmarcó
de sus pares para desatar una tormenta política cuyas consecuencias aún
resultan difíciles de prever, toda vez que puede afectar las expectativas
legislativas del Gobierno y, sobre todo, al interior del peronismo.
Mauricio Macri espera
(¿esperaba?) contar con un gran paquete de leyes antes de fin de año,
incluyendo el presupuesto 2018, la reforma fiscal, la modificación del sistema de
cálculo de las actualizaciones previsionales, etc.; y el pedido de desafuero y
detención de Cristina Elisabet Fernández, Senadora electa, por traición a la
Patria, impactó directamente sobre el diseño parlamentario que había
construido, como un verdadero orfebre, el Senador Miguel Piccheto para aislar
al kirchnerismo, dejarlo en franca minoría y separarlo del bloque del PJ.
Los colegas de
Bonadío, varios de los cuales hubieran podido adoptar idénticas medidas en
varias causas por corrupción en las que está imputada, pusieron a trabajar sus
narices para descubrir qué prefería la Casa Rosada y, prudentemente, se
abstuvieron de ejecutarlas. Hoy, dada la necesidad de contar con el voto de dos
tercios de los miembros presentes para lograr el desafuero solicitado, lo
cierto es que no se producirá, al menos en el mediano plazo; si la causa
adquiriera mayor consistencia cuando, dentro de mucho tiempo, llegue a la etapa
oral, la exposición pública de los hechos podría hacer que muchos de los que
hoy se amparan en posturas garantistas para proteger la libertad ambulatoria de
la viuda se vieran obligados a modificar su postura para evitar pagar un alto
costo político.
Pero, como decía
Napoleón, el Juez Bonadío, ahora convertido en francotirador, podría producir
en breve un pequeño hecho que generaría otro tsunami, éste sí difícil de
defender con invocaciones persecutorias. Si las investigaciones hoteleras
avanzan, bien podría suceder que en febrero ordenara similares medidas contra
Máximo y Florencia Kirchner; el primero está protegido por fueros en su
condición de Diputado en ejercicio, pero no sucede lo mismo con su hermana,
dueña de incalculables fortunas y de pilas de dólares en efectivo. Herida así
en su flanco más doloroso, es complicado imaginar qué hará entonces la leona
destronada.
Por televisión,
asistí a la conferencia de prensa que brindó la rea en la Cámara de Diputados.
Imaginé cuánto hubiera ganado la nación si aparecía un celular de culata para
trasladar muy amablemente a prisión a la mayoría de los asistentes;
descollaban, por supuesto, Nilda Garré y Agustín Rossi (ex ministros de Defensa
ahora investigados por la tragedia del “San
Juan”), Martín Sabbatella (un prócer de la libertad de prensa), Daniel
Scioli (un corrupto mayor), Fernando Espinosa y Verónica Magario (coautores recientes
y sucesivos del verdadero genocidio cometido en La Matanza) y, ¿qué menos?,
Andrés Larroque (imputado también por traición a la Patria). Ausentes con
aviso: Luis D'Elía, Fernando Esteche, Ricardo Jaime, Julio de Vido, Carlos
Zannini, Lázaro Báez, Milagro Salas, Amado Boudou, José López, Roberto Baratta,
Omar Caballo Suárez, Pata Medina y César Milani.
Pero lo que más me
llamó la atención fue el tenor de los argumentos utilizados para descalificar
la resolución de Bonadío y para imputar, como autor intelectual de la misma, a
Mauricio Macri. Sus críticas al fallo (desconocimiento de la presunción de
inocencia, limitaciones a la prisión preventiva, prevaricato del juez, causas
amañadas para condenar sin pruebas, violación de normas constitucionales,
invención de tipos penales, obediencia del magistrado a la voluntad del
Gobierno, etc.), corresponden con exactitud a los principios jurídicos que, al
ser violados impunemente desde 2003 hasta ahora, mantienen en prisión a casi
dos mil militares, muchos hace más de una década y sin condena.
En otro orden de
cosas, si bien es cierto que el 60% de la ciudadanía muestra en todas las
encuestas su optimismo sobre la gestión del Gobierno y la figura de Mauricio
Macri, y se siente confortada con el efecto reparador del accionar de los
jueces sobre los funcionarios y pseudo empresarios kirchneristas, no lo es
menos que espera ansiosa que avancen sobre quienes bailaron tantos tangos con
ellos, pagando las coimas que después incluían como sobreprecios en las obras
públicas; y se pregunta qué pasará cuando la ola se acerque al círculo de las
actuales autoridades.
El escándalo
Odebrecht (“Lava Jato”) está
arrasando con ese mundo secreto y fétido en toda la región. En la Argentina,
hay muchos nombres importantes, y de todos los colores políticos, que deben dar
explicaciones a los jueces: Enrique y Sebastián Ezkenazi (YPF y Petersen),
Jorge Brito (Banco Macro), Osvaldo Acosta y Gustavo Ferreyra
(Electroingeniería), Ángelo Calcaterra (IECSA), Cristiano Ratazzi (Flight
Express), Enrique Wagner (Constructora) y muchos más. Hasta tanto ocurra, y de
modo transparente, el escepticismo que tanto nos caracteriza seguirá imperando.
Al tope de nuestras
preocupaciones están la seguridad y la administración de justicia. Recuerdo que
ya en 1130, el Rey Enrique I concedió a los londinenses el derecho a escoger
como su propio sheriff y juez a quienes ellos quisieran. Y esa anécdota viene a
cuento porque una de las causas de esas preocupaciones es la enorme
desconfianza que tenemos sobre la conducta de nuestras policías, funcionarios,
fiscales y jueces, muchas veces involucrados en el narcotráfico, la trata de
personas, el lavado de dinero o la exhibición de fortunas inexplicables; pero
aún si adoptáramos ese sistema, no debemos olvidar la responsabilidad del
Consejo de la Magistratura, que tiene a su cargo el deber constitucional de
ejercer el control del Poder Judicial, y de nombrar y remover a los jueces.
Como sucede con la
defensa nacional, tristemente vuelta a poner sobre el tapete a raíz de la
inevitable tragedia del submarino “San
Juan”, en el terreno de la Justicia también debemos darnos políticas de
Estado, con una clara, consistente y, sobre todo, permanente planificación del
objetivo al cual queremos llegar. Si no lo hacemos, no tendremos derecho a
quejarnos, aunque sigan depredándose nuestros recursos naturales, continúen los
movimientos subversivos secesionistas, imperen las más violentas bandas de
narcotraficantes y toleremos la inmigración descontrolada.
Cambiando
absolutamente de escenario, recuerdo que Karl Marx, citando a Hegel (“los grandes hechos y personajes de la
historia se repiten”), agregó que la primera vez lo hacen como tragedia y,
la segunda, como comedia. Nicolás Maduro que, imitando a los gerontes cubanos,
sumió a su pueblo en el hambre, la miseria y la desesperanza, ahora obliga a
los ciudadanos a obtener un “carnet de la
Patria”; el nuevo documento resulta indispensable para realizar cualquier
tipo de trámite, contar con libretas de racionamiento de comida, acceder a
centros médicos y remedios, estudiar en todos los niveles y votar, en un
siniestro sistema de control de la ciudadanía. Nada importó, para dictar tamaño
disparate, que sus númenes hayan visto fracasar en la isla, uno tras otro, todos
los programas económicos que inventaron a contramano del mundo. Así como nos
duele en el alma el régimen de terror asesino que se implantó en Cuba a partir
de 1956, hoy nos conmueve hasta la médula lo que sucede en Venezuela, que se
acerca a una situación igual y muere cada día.
Bs.As., 9 Dic 17
Enrique
Guillermo Avogadro
Abogado
E.mail: ega1@avogadro.com.ar
E.mail: ega1avogadro@gmail.com
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