lunes, 20 de agosto de 2018

CARTA AL SR. PRESIDENTE



Señor Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de mi Patria:

Me permito escribirle justo el día que recordamos la muerte del Gral. San Martin, porque estoy confundido.

Soy el Soldado Voluntario De las Mercedes MAMANI, destacado en la frontera Norte cumpliendo con el Decreto. Sé que Ud. es un hombre perspicaz y observador, por lo que intuyo que se habrá dado cuenta que soy coya, descendiente de esa noble estirpe que supo derramar sangre numerosa en defensa del suelo patrio en las batallas por la independencia y hasta llegar a la última gran batalla en suelo ecuatoriano a órdenes del Gral. Simón Bolívar.

En lo que respecta a mi nombre, deseo aclarar que no responde para nada a que mi madre era una adelantada en cuestiones de género o inclusivas, sino simplemente que ella quiso cumplir con la tradición familiar de que siempre debe haber un hijo que lleve el digno nombre de la Generala del Ejército, que tantas bendiciones le diera a los patriotas de aquellos lejanos y aciagos días en que la Patria se jugaba su existencia; no deseo abundar sobre Ella, ya que sus asesores sabrán ilustrarlo convenientemente sobre esta historia.

Pero vayamos al grano: le cuento cómo estamos aquí y además le expreso la terrible confusión que me aqueja respecto del cumplimiento del Decreto.

Lo primero es agradecerle la designación de nuestros jefes, porque sin lugar a dudas ellos son los mejores, se preocupan constantemente por nuestro bienestar y, dentro de la escasez, nos proveen de lo necesario, pero sobre todo tienen lo que define al soldado: valor y ejemplo personal. Hacen honor al Padre de la Patria, quien en el legajo personal de sus oficiales los definía con un escueto pero contundente “Tiene valor, sirve para el combate”. No hacían falta más palabras. De ese acero estában hechos nuestros jefes.


Ellos hoy se preocupan para enseñarnos las mañas del Decreto, por si las moscas, sabe... Lo primero que nos dicen es que estamos cumpliendo una función de apoyo logístico a las fuerzas de seguridad empeñadas en el combate al narco, es decir: proporcionar comida, transporte, alojamiento, apoyo sanitario si alguien es herido, construir alguna ruta o camino, reparar un puente roto y otras cosas por el estilo, y siempre en la segunda línea, es decir, desde la retaguardia, como dice nuestra doctrina al respecto.

Pero debo decirle que la realidad es que estoy en la primera línea, haciendo patrullas en el monte, a machetazo limpio abriendo picadas y equipado con todo: mi mochila con lo necesario, mi ración de combate y mi inseparable FAL. Que le cuento, de paso, que es lo mejor que tenemos, algo viejos, pero siempre efectivos; le digo que por su calibre, poder de impacto y cadencia de fuego, alcance y precisión no hay otro igual. Le aseguro que a 300 metros el enemigo no tiene chances contra esto... pero justo es precisamente lo que me preocupa.


Y aquí mi primera confusión: si estoy en apoyo logístico, ¿por qué estoy en el frente de combate, con lo que ello implica en materia de riesgos y probabilidad de enfrentamiento cierto? El de enfrente, ¿es enemigo, adversario, oponente o contrincante; cómo lo llamamos? Porque le aviso que, si es enemigo, como dice la doctrina le tengo que tirar.  En esta eventualidad, ¿me ampara el Decreto? Porque en este punto los jefes no son muy explícitos y lo arreglan con un “depende de las circunstancias”. Pero esto no me deja tranquilo y pienso en mis camaradas presos por otros combates...


Además, lo que aumenta mi confusión es que en las patrullas nos acompaña siempre un gendarme, prefecto o policía, según corresponda. No sabemos exactamente cuál es su rol, pero interpretamos que es algo importante, pues los jefes nos dicen que en el momento de la decisión sigamos las órdenes del gendarme, que son más expertos en estos temas. Pero también ellos nos dicen que al momento de tirar debemos considerar si el de enfrente está armado de verdad o con un juguete, y de qué calibre es su arma, por esa cuestión de la proporcionalidad en la respuesta ¿vió?; que consideremos si el probable maleante tiene la actitud de enfrentarnos o no y que, después de evaluar todo eso, recién podríamos disparar, pero que aun así tampoco es seguro que el Decreto nos ampare.

Ud. sabe, Sr Comandante, que los soldados somos de pocas palabras, pero de mucha acción y sólo necesitamos que nos den órdenes precisas, claras y concretas, que no den lugar a dudas en el momento clave, porque como dicen los jefes “La duda mata”, y en esto, Sr., estamos peor que gato en la neblina.

Sabemos por las noticias que son momentos difíciles, que en algunos lugares del país los jueces, gobernadores, intendentes, etc., ya no duermen tranquilos en sus casas con sus familias, por esta cuestión de los narcos. Pero también es cierto que pensamos para que cuando se termine nuestra faena, no sea cosa que los jueces que hoy les cuidamos el pellejo nos juzgarán y enviarán a prisión por esta cuestión de la “Interpretación” de la correcta forma de protegerlos, como ya ocurriera con un famoso Decreto democrático del año 1975, en el cual todos se lavaron las manos, como corresponde a un buen político.

Ud. como yo, Sr Comandante, sabemos que este tema de la “Interpretación” siempre corre en contra del soldado, al que no lo asiste ninguna prebenda; por el contrario, la simple duda es en su contra. Nada que ver con los nuevos  del papel verde, que aún reconociendo explícitamente su rol de coimeros, salen de inmediato con la apreciada libertad, aunque no estoy seguro si con su honra en alto, que seguro no les importa un comino. Eso sí que es un verdadero privilegio.


De paso le cuento que en estos días nos visitó el Ministro de Defensa. Nos habló lindo, dijo muchas cosas, un verdadero lenguaraz; pero “del tema” se le notaba su verdadera chambonería, a punto tal que los camaradas se deleitaron con ocurrentes y jocosos chistes que incluso los oficiales, aunque más circunspectos, no dejaban de asentir con un gesto, una sonrisa que se les notaba en sus y hasta los más osados con la expresión típica argentina “Es lo que hay, vió”. El resto, es interpretación de cada uno.

Para no atosigarlo y mucho menos preocuparlo, distrayendo la atención de sus importantes responsabilidades, sólo le insisto con esto de la confusión que reina aquí, pues nuestros jefes nos machacan hasta el cansancio de que la primera condición del éxito es la “Unidad de Comando”, y la verdad es que hoy no sé a quién obedecer, si a nuestros jefes naturales o a los otros agregados a la patrulla.

Por último, quiero decirle que por la paga no se haga problemas, está todo bien. Los soldados sabemos desde siempre que somos de vigésima en estos temas, aunque se nos exija que rindamos como de primera. Sólo le pido que tengamos un lugar donde reposar nuestros restos, por si ocurre lo más seguro que tenemos y especialmente en nuestra profesión: que no se olviden de nosotros como ya es recurrente en la historia de nuestra Patria. A Liniers lo fusilaron; los últimos granaderos fueron recibidos por los perros vagabundos y cimarrones que andaban por la Plaza de Mayo cuando llegaron a órdenes de Mariano Necochea, después de batallar por una década en tierras propias y lejanas; a los soldados de Malvinas los escondieron y a los de la guerra contra el terrorismo los pusieron en prisión, donde se siguen muriendo durante su gobierno, ancianos, enfermos terminales y muchos sin sentencia, con “preventivas” de más de un lustro, o dos.

Atte.

Su Soldado Voluntario,  De las Mercedes MAMANI (MM ) Las iniciales son pura coincidencia de la casualidad.



NOTA: Las imágenes y destacados no corresponden a la nota original.u

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