La
nueva vicepresidenta y presidente argentinos acaparan parcelas estratégicas de
poder
Alberto Fernandez y Cristina Fernández de Kirchner , tras la toma de posesión de la presidencia argentina |
Por
Carmen de Carlos
Actualizado:
01/01/2020 01:59 horas
La
nueva Argentina de los Fernández (Alberto y Cristina) se parece bastante a la
vieja del kirchnerismo aunque no es la misma. La de hoy asiste, empobrecida y
en clima de revancha, al reparto -o conquista- de sibilinas cuotas de poder
donde el botín de guerra es el control de jueces y espías. Los primeros tienen
en su mano el futuro de la única mujer en el mundo que llegó a la
vicepresidencia con una colección de procesamientos -y órdenes de detención-
sin precedente en la historia universal. Los otros, los del servicio de
inteligencia, son los dueños y custodios de las «carpetas» de «Alberto y
Cristina», de los informes oscuros de políticos, magistrados y resto de los
mortales que pintan algo en esta Argentina desdibujada.
Cristina Fernández
ordenó una investigación sobre la actuación de Gabriela Michetti, su antecesora como titular del Senado, puesto
indisoluble al de vicepresidente. De paso, pidió que se anulase «en forma urgente» la orden de detención
en su contra en el marco de la causa de los «cuadernos
de la corrupción» o del chofer, donde está registrado, de puño y letra de
un conductor oficial, el circuito de sobornos «K» con nombres y apellidos (el suyo entre otros), confesados por
empresarios arrepentidos. A su vez, la ministra de Seguridad, Sabina Frederick anunció que se
revisará el informe de Gendarmería Nacional que estableció que la muerte del fiscal Alberto Nisman (el que acusó a Cristina Fernández de encubrimiento
a los responsables del atentado a la AMIA) fue un asesinato. La sucesora de
Patricia Bullrich, en una Cartera de alta sensibilidad, también propuso revisar
la actuación de este cuerpo de Seguridad en la muerte de Santiago Maldonado, un
activista y artesano aliado de los mapuches que se ahogó en el río (no sabía
nadar) al huir de los agentes tras cortar una carretera. El objetivo es
reescribir la historia, según el guión de Cristina Fernández.
Gente peligrosa
El
diputado Waldo Wolf no dudo al advertir, «estamos
en manos de gente peligrosa», y exigió que se respete la división de
poderes. La exministra Bullrich criticó a su sucesora al considerar que
pretende imponer «la obediencia debida» para
que «el subordinado haga lo que dice el
jefe». Pablo Lanussee, exfiscal
y actual abogado de la familia de Nisman, se negó a que Frederic remueva más la
muerte de su colega cuando ya hay un informe realizado por orden judicial que
determinó su asesinato.
Héctor
Gambini resumía, con un afrase en «Clarín»,
el objetivo prioritario de la viuda de Néstor Kirchner: «… Licuar sus propios procesamientos, salvar a sus hijos y barrer a los
jueces díscolos». Entre estos, el primero en la lista es el juez federal
Claudio Bonadío. Impermeable a las amenazas y pese a estar en condiciones de
ejecutar su jubilación, prefiere arriesgarse a un juicio político antes de
abandonar las tres causas de Cristina Kirchner que tiene pendientes. «No va a descansar hasta que las eleve a
juicio oral», observa una fuente de su entorno.
La
expresidenta parece ir por buen camino para lograr su impunidad pero éste es
largo y el banquillo la aguarda. En caso de que su plan se truncara, el
presidente (ésta sería su única arma para controlarla) sería el único que
podría salvarla con un indulto. Pero, la mancha sería indeleble y eso es,
especialmente, lo que la viuda de Néstor Kirchner quiere evitar.
Para
cumplir con una misión en la que se juega la vida en libertad, CFK, siglas por
las que también se conoce a la mujer que más poder concentró en Argentina, ya
tiene a su favor a la mayoría del Consejo de la Magistratura, equivalente al
Consejo General del Poder Judicial, donde los jueces (los que la acusan y los
que podrían hacerlo) cambian la butaca por el banquillo. El gremio judicial, en
su mayoría bajo sospecha, entiende el mensaje. Antes de recibir una citación al
patíbulo no sería extraño (sucedió hace pocos días) que la expresidente fuera
sobreseída, si no en todas, en algunas de las causas más graves.
La
vicepresidenta parece tener el control, por sí misma y a través de sus leales,
de buena parte del Poder Judicial y, al menos de momento, también en
Inteligencia, a través de la interventora, Cristina Caamaño. Presidenta de
Justicia Legítima, el órgano «ultra K»
de jueces está pasando el rastrillo a «los
servicios» que tienen, con los jueces, la llave del poder. El presidente, Alberto Fernández, no se anima a
nombrar un titular todavía, extremo que se interpreta como parte de la «pulseada» que mantiene con su
vicepresidenta.
En
un resumen rápido, por ahora, se podría decir que ella gana terreno en esos
campos claves del poder. Gambini lo resume, al recordar que el «Viceministro de Justicia, Juan Martín Mena,
era número dos de la ex SIDE (Secretaria de Inteligencia) cuando hallaron
muerto a Nisman», que Carlos Zanini (procesado con la expresidenta en la
causa de encubrimiento de AMIA) es
hoy procurador del Tesoro (Abogacía del Estado) o que Daniel Rafecas, el juez
que dio carpetazo a la denuncia de Nisman (sin tiempo material para leerla)
será el flamante Procurador General de la Nación (Fiscal General).
Siguen estrictamente El Manual de los dictadores ,que hacen suya la frase de los Stalinistas,que dice:Puede que no tenga la razon,pero nunca me equivoco.
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