Claves
del Pensamiento Nacional
Por
Jorge P. Mones Ruiz[1]
23/02/2020
Deberíamos considerar la disparidad del poder militar de países de la región en relación con el nuestro. |
“Si vis pacem, para bellum”[2]
“Epitoma
rei militaris”,
Flavio Vegecio Renato, 390 D.C.
“Más allá que la Ley de Defensa
Nacional Nro. 23.554 promulgada en 1988 sostiene en su Artículo 8° que el “Sistema
de Defensa Nacional tendrá por finalidad determinar las hipótesis de conflicto
y las que deberán ser retenidas como hipótesis de guerra”",
los diferentes gobiernos se han empeñado en proclamar que nuestro país no tiene
hipótesis de conflicto (HHC).
En
la Directiva Estratégica Nacional de 2001 se usó un eufemismo para reemplazar
ese término: Escenarios de Escalada de Crisis. No vaya a ser cosa de
militarizar el país u ofender a los pacifistas progres con terminología cara a
los uniformados.
Tal
aseveración, no hay HHC, resulta por demás antojadiza y voluntarista. Sería
como si desde el Ministerio de Salud, con el aval del Presidente, se afirmara
que nuestro país no tiene posibilidades (hipótesis) de que nos afecten
epidemias o cualquier tipo de enfermedad que pongan en riesgo la salud de la
población, y que es imposible que ocurran accidentes que atenten contra la
integridad física de los ciudadanos. Por lo tanto, reducimos el presupuesto
pertinente, cerramos hospitales, menos médicos, enfermeras y ambulancias, no
producimos ni importamos equipos ni medicamentos, no investigamos y sólo
dejamos alguna guardia médica o posta sanitaria por si algún argentino sufre un
resfrío como consecuencia del cambio climático tan en boga. Seguro que un
programa de salud de esta naturaleza jamás figuraría en la plataforma de ningún
candidato o partido político; no lo votaría nadie. Sentido común y de
supervivencia, no más.
Este
simple ejemplo vale como analogía para tratar el caso de la Defensa Nacional.
TENEMOS CONFLICTOS
La
Argentina no sólo tiene hipótesis de conflicto, tiene conflictos. ¿O acaso la
deuda externa no lo es, o la situación con Gran Bretaña respecto a las Islas
Malvinas, o, eventualmente, cuando Brasil nos afecta con su política
arancelaria o devaluaciones monetarias, o como sucedió con el Uruguay por las
pasteras de Botnia, o por declaraciones imprudentes o temerarias de algún
mandatario, o ahora con Bolivia por la situación acaecida con Evo Morales?
Ninguno de estos conflictos puede ser considerado necesariamente casus belli,
no pasan de ser incidentes diplomáticos y solucionados en ese ámbito. Pero
otros pueden surgir, y en su escalada configurar verdaderas crisis, tensiones o
alcanzar características violentas.
Por
otra parte, deberíamos considerar la disparidad del poder militar de países de
la región en relación con el nuestro.
Suma
votos declarar demagógicamente que no hay hipótesis de conflicto. La
desinversión en la defensa nacional permite utilizar fondos financieros y
económicos para otros gastos, algunos non sanctos o improductivos.
Por
eso, poco importa perjudicar el instrumento militar disminuyendo su
presupuesto; esto obliga a disminuir sus estructuras orgánicas y la
capacitación de sus cuadros (cuando no la fuga de varios de ellos hacia otras
actividades laborales mejor remuneradas), además de provocar la obsolescencia
de sus medios materiales y la falta de insumos por la poca o nula inversión.
En
definitiva, se afecta sensiblemente la capacidad operacional de las Fuerzas
Armadas para el cumplimiento de su misión constitucional, sea en defensa de la
soberanía nacional o para eventuales despliegues de elementos militares en el
exterior, formando parte de una coalición bajo mandato de la ONU o la OEA.
Algunos
expertos en temas de Defensa, y razonablemente, suelen opinar acerca de la
inutilidad de instituciones armadas paquidérmicas, sosteniendo que son
arcaicas, onerosas, poco ágiles, nada efectivas y con macrocefalia burocrática,
en especial la planta política del Ministerio; que sería preferible (para
justificar inversiones exiguas) tener un tigre en vez de un elefante. Todo
bien, salvo que si el tigre está mal alimentado, viejo, sin dientes, sin garras
y con sarna, no sirve ni para alfombra. El elefante, al menos en un bazar,
puede ser peligroso.
UNA POLIZA DE SEGURO
En
un artículo anterior sosteníamos que, la defensa es como una póliza de seguro;
hay que contratarla aunque sea cara, porque más cara puede ser no tenerla.
Los
conflictos, como las enfermedades existen, y está la diplomacia para
solucionarlos sin llegar a casos extremos en las relaciones entre dos o más
naciones. De la misma forma que en el ámbito de la salud está la medicina y sus
medidas preventivas para evitar o minimizar los efectos de aquellas y evitar,
eventualmente, intervenciones más complejas y severas como las quirúrgicas.
Pero debemos tener cirujanos, anestesistas y sala de operaciones preparadas,
por las dudas.
Las
hipótesis de conflicto permiten planificar y determinar acciones tendientes a
prevenir o superar eventuales agresiones, reteniendo aquéllas que pueden
considerarse como hipótesis de guerra.
Paradójicamente,
cuanto más preparados estemos para enfrentar un conflicto, en particular
violento, menos probabilidad existe que ocurra. Un cuerpo sano difícilmente
contraiga enfermedades, o resiste mejor y con menores riesgos si las sufre.
Por
el contrario, así como un cuerpo humano débil, mal alimentado, sin vacunar, sin
actividad física y sin controles médicos periódicos puede contraer cualquier
tipo de enfermedad que ponga en riesgo su salud o su vida, lo mismo pasa con
los estados.
La
debilidad de un país tienta invariablemente a la agresión; mantener esta
situación es abdicar de la política y renunciar a la posibilidad de decir ¡No!
en el marco de las relaciones internacionales. Su soberanía y autonomía estarán
gravemente comprometidas.
En
el ejercicio de la racionalidad interdependiente (estrategia) entre dos actores
o países, los fines de uno (intereses nacionales) deben ser respaldados por los
medios disponibles, frente a los propios del otro actor contingente. Ambos
tratarán de alcanzar sus propios fines en el juego de la dialéctica de las
voluntades.
Las
relaciones de poder (persuasión, diversión, coacción y acto de fuerza) entre
ambos, determinarán las opciones estratégicas (negociación, compulsión y
guerra) a utilizar. Medios eficaces aseguran a la diplomacia el logro del
objetivo fijado y evitar, si se puede, la última opción referida, o alcanzar la
victoria caso contrario.
Henry
John Temple, Lord Palmerston, fue dos veces primer ministro de Gran Bretaña a
mediados del siglo XIX. Decía que “Inglaterra
no tiene amigos permanentes ni enemigos permanentes. Inglaterra tiene intereses
permanentes”.
Esta
consigna la aplican la mayoría de los países y así lo demuestra la historia;
los amigos de hoy mañana pueden ser enemigos, y viceversa. Así funciona la
dinámica de la política internacional (v.g.: EEUU y Japón, Francia y Alemania,
etc.).
UN CASO VERGONZOSO
Un
caso atípico, y es para avergonzarnos, ocurrió durante la presidencia de Carlos
S. Menem. La Argentina, aún siendo parte del Protocolo de Río de Janeiro y por
lo tanto país neutral, colaboró con el enemigo de nuestro tradicional amigo, el
Perú, facilitándole ilegalmente armamento y explosivos a Ecuador durante la
última Guerra del Cenepa (o del Cóndor): extraña y peculiar diplomacia la
nuestra.
Un
país vecino, Brasil, dejó trascender en las últimas semanas un documento de su
Ministerio de Defensa (Escenarios de Defensa 2040) en el cual se trazan
escenarios de posibles conflictos (hipótesis).
El
documento prevé un conflicto entre Venezuela y Colombia y entre Bolivia y
Chile, además de una invasión brasileña a la región oriental boliviana de Santa
Cruz de la Sierra para proteger a los hacendados brasileños.
También
incluye que en 2035 Francia puede pedir a la ONU una intervención en la región
amazónica poblada por los yanomamis anunciando “apoyo al movimiento de emancipación del pueblo indígena”. Respecto
de la Argentina, el documento del Ministerio de Defensa indica que el principal
socio regional de Brasil ya habrá superado sus crisis económicas y que Brasil
logrará interceder para evitar que China instale una base militar en 2034.
Es
evidente que nuestro país vecino, con realismo político, visión geopolítica y
concepción estratégica, procura, como lo hizo siempre, defender su soberanía
nacional, su integridad territorial y sus intereses nacionales vitales.
Respecto
a la Argentina, si bien es improbable que problemas limítrofes afecten, por
ahora, en grado sumo las relaciones con países vecinos, nuestro territorio no
deja de ser interesante para otros actores estratégicos primarios y
secundarios, estatales o no. Nuestros recursos naturales invitan a su dominio,
control y uso. ¿Resulta descabellado suponer que el agua (yacimiento guaraní),
el litio y otros minerales, Vaca Muerta y demás zonas petroleras, la pampa
húmeda, nuestra plataforma marítima con su fauna ictícola y nuestros
ecosistemas, sean codiciados por intereses de agentes foráneos, los que pueden
llegar a utilizar cualquier medio para procurárselos?
Nuestros
enormes espacios geopolíticos vacíos también pueden llegar a ser una fuente
generadora de conflictos. Hacinamos nuestras principales urbes y despoblamos
nuestro inmenso territorio. ¿Es paranoico pensar que no “todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”
lo harán de buena voluntad?
Aunque
nosotros no definamos ni tengamos hipótesis de conflicto por ceguera,
negligencia o incapacidad política, las establecerán otros. El mundo seguirá
andando, a pesar nuestro, con nosotros o sin nosotros. Y, como estemos,
sufriremos las consecuencias.
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