“… se entenderá por ‘genocidio’ … c) Sometimiento
intencional del grupo a condiciones de existencia
que hayan de acarrear su destrucción física, total
o parcial; …”.
Artículo 6 del Estatuto de Roma
Al comenzar esta indignada nota,
permítaseme reiterar la invitación a la charla que, con Carlos Manuel Acuña, daremos el miércoles 10, a las 19:00 hs., en Quintana 161, de la Ciudad de Buenos Aires. Digo ‘charla’ porque tendrá las
características de una conversación abierta entre amigos, en la cual
propondremos soluciones de cara al futuro, y discutirlas.
Ahora, a lo nuestro. ¿No le
parece que lo que el Estado argentino, en todos sus niveles, hace con los más
pobres e indefensos de nuestros ciudadanos encaja perfectamente en la
definición? El Estatuto de Roma fue
suscripto por la Argentina en 2004.
A ese grupo humano la insana e
idiota política inmigratoria obliga a agregar ahora los pobladores de las
villas de emergencia más populosas de nuestras grandes ciudades. Tampoco los
tan declamados derechos de los pueblos originarios, condición falsamente
atribuida a las tribus que invadieron el sur provenientes de Chile, se aplican
a los coyas de la puna, a los tobas del noroeste ni a los qom de Formosa y el
Chaco, que son destinatarios de la peor política de exterminio racial.
El populismo busca mantener en
condiciones de vida infrahumanas a aquéllos susceptibles de transformarse en ‘clientes’ de intendentes, gobernadores
y presidentes, y los subsidios y planes sólo consiguen evitar que mueran
demasiado rápido, sin rendir, en sucesivos votos, los beneficios electorales
anhelados. Que ello implique condenar a un millón de jóvenes a ser ‘ni’
–no trabajan ni estudian– y a pasar del ocio y de la falta de educación a la
droga parece ser un daño menor y colateral.
Sin negar que ese flagelo –la
corrupción– viene casi desde los orígenes de la patria, fue en los últimos diez
años cuando, por haberse tratado de la década de mayor recaudación para el
Estado en toda su historia, se alcanzó este nuevo hito. Analistas hablan de ingresos fiscales por la alucinante suma de US$
400.000.000.000.= (cuatrocientos mil millones de dólares).
A pesar de eso, la ‘década ganada’ de los gobiernos de los Kirchner ha permitido que se
deteriorara –en la práctica, que desapareciera– toda la infraestructura que
tanto nos había costado conseguir. Comprobar este aserto resulta fácil: las
rutas están destruidas y su estado cuesta 8000 muertos por año en accidentes,
carecemos de una red de autopistas, nuestras ciudades se inundan y las
previsibles catástrofes cada vez cuestan más vidas y bienes, los ferrocarriles
se han transformado en trampas mortales y ofrecen comodidades dignas del
ganado, los servicios públicos han dejado de funcionar, los puertos y canales
de navegación están casi inutilizados por falta de dragado, los hospitales y
escuelas carecen hasta de lo más elemental, los chicos no tienen clases, no hay
dinero para pagar los sueldos de maestros, policías y gendarmes, y todos los
otros males que usted mismo podrá agregar.
Como digo, nada de esto es nuevo,
como tampoco lo sean los argentinos que realmente viven por debajo del límite
de pobreza y de indigencia, o los que sólo obtienen trabajo no registrado, o ‘negro’. Pero lo que indigna, lo que
subleva, lo que nos obliga a repensar la política y la forma en que nos
comportamos frente a ella es que todo esto sucede después del período más largo
de crecimiento, no sólo nacional sino de toda la región sudamericana, con la
única excepción de Venezuela. Cuando se inventan feriados tan largos que
permiten que el 2,5% de la población se tome vacaciones, ¿no se piensa en el
40% de empleados informales, que sólo cobran los días que trabajan?
Entonces, las preguntas se
imponen. Si bien la política, según don
Néstor (q.e.p.d.), requiere de mucho dinero, ¿era necesario robar tanto?
Después de haberse quedado con los desaparecidos fondos de Santa Cruz, que
hubieran permitido vivir como reyes hasta sus tataranietos, ¿era indispensable
robar también la comida de los chicos, que nunca tendrán un cerebro apto para
pensar? Si ya roban a los más pobres sus magros salarios en los casinos de todo
el país, ¿también era necesario robar el dinero destinado aunque fuera sólo a
conservar los trenes y los caminos? Si los bienes materiales que poseen –casas,
hoteles, aviones, aviones, estancias inexplicables– son tantos, ¿también había
que robar truchando medicamentos para los enfermos terminales? ¿Cómo puede
justificarse que, para pagar los principescos sueldos de los chicos de la Cámpora, se sigan gastando más de
dos millones de dólares diarios en Aerolíneas
Argentinas? A la luz de lo que sucedió en La Plata, ¿no hubiera sido mejor destinar esa fortuna a construir
obras hidráulicas, usinas, hospitales, escuelas y viviendas?
Si la Argentina, como vemos,
depende tanto de sus exportaciones agropecuarias, ¿cómo no se cuidan y
pavimentan los caminos necesarios para que la producción pueda trasladarse a
los puertos? ¿Es necesario gastar la millonada que se destina a la publicidad
de los inexistentes actos de gobierno, sean celestes, amarillos o naranjas,
cuando las rutas nos cuestan por año muchísimas más muertes que la guerra de
Malvinas? ¿Era necesario destinar a Tecnópolis
los fondos que hubieran debido solucionar las inundaciones del río Salado? ¿Fue imprescindible que los
caminos en Santa Cruz costaran
cuatro veces más que en San Luis?
Si la Antártida y la soberanía
nacional en ese continente son tan indispensables y esenciales para el
futuro, ¿había que robar hasta el dinero necesario para mantener las bases
argentinas que tenemos allí? Si el Ejército
dispone de unidades especializadas en catástrofes bélicas, ¿fue necesario robar
los fondos que hubieran permitido trasladarlas rápidamente a las zonas
inundadas?
La inflación, que siempre castiga
con más fuerza a las capas más bajas de la pirámide social, tiene una de sus
más profundas causas en la indispensable importación de combustibles, un daño
que nos costará décadas reparar, producto de la voluntad de los Kirchner de robarse YPF. ¿No se trata de un excesivo precio
sólo para juntar más dinero? Si los más pobres son los que pagan el gas más
caro, porque lo compran en garrafas, ¿era necesario robarse la plata destinada
a los gasoductos? Si cada vez son más quienes carecen de vivienda, ¿era necesario
que Bonafini, Schoklender y los funcionarios
cómplices robaran tanto dinero
destinado a casas para los más humildes?
Las valijas de Antonini Wilson, los vuelos de Southern Winds con drogas a España, el mantenimiento de
la inexistente Lafsa, Guita-rrita Boudou y Ciccone, los subsidios de Ricardo Jaime y los Cirigliano, la embajada paralela en Venezuela, la ‘venta’ de bonos a Chávez,
el injustificable crecimiento
patrimonial de tantos funcionarios, la nueva colonización de Puerto Madero, las tierras fiscales del Calafate, los gobernadores feudales que viven en castillos mientras sus
provincias se hunden en la miseria, la falta
de radares en las fronteras del norte, Rudy
Ulloa, Lázaro Báez, Cristóbal López, Electroingeniería, Ezkenazi,
Whertein, Spolsky y su imperio multimediático, Bulgheroni, la Anses, el
Banco Nación, el PAMI, el Banco Central y las AFJP’s, Micheli y su bolsa de dólares en el
baño, son sólo botones de muestra de un inventario amplísimo.
Por estos hechos, y muchos más
que no caben en la extensión de esta nota, doña
Cristina, sus funcionarios y sus cómplices necesarios (los empresarios) deberán ser, irremisiblemente, juzgados cuando pierdan
el poder. Y esta vez sí el Estatuto de
Roma podrá ser usado para condenarlos, porque se tratará de una ley
anterior al hecho. Para poder concretar esa ilusión y enderezar el rumbo de la
Argentina, sólo hace falta una cosa: una
Justicia seria, rápida, eficiente y, sobre todo, independiente. Con ella,
todo será posible; sin ella, nada lo será. Esta será sólo una de las propuestas
que discutiremos el miércoles 10, en la charla a la que, espero, pueda asistir.
Bs.As., 7 Abr 13
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
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NOTA: Las imágenes y negritas no corresponden a la nota original,
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