... ¡Lo que más bronca me da
es haber sido tan gil!
“Chorra”
Tango de Enrique S. Discépolo.
Y no tengo empacho en
reconocerlo.
Soy de los que no comprendían la política del odio implementada contra todo aquel que opinara en forma independiente y en disidencia con el relato
oficial. Supuse inicialmente que, careciendo el Dr. Néstor Kirchner de base partidaria que lo respaldara, con
apenas el 20 % de un electorado que sólo lo conocía por fotos –el 19 % lo había
votado por descarte y contra Menem– apeló al negocio de los Derechos Humanos para satanizar y santificar a
diestra y siniestra con el objetivo de arrimar tropa a su redil. No le importó
violar la Constitución, los tratados internacionales, ni los principios
generales del derecho. Pero también supuse que, una vez logrado este fin,
continuaría con la transitoria pacificación que habían logrado anteriores
gobiernos democráticos, que la ansiada unión y concordia de los argentinos
sería reconocida como una política de estado que todo gobierno tendría la
obligación de continuar e inclusive perfeccionar.
¡Qué gil!
Tiempo después, cuando la 125 y
el “voto no positivo” imaginé que Cristina tenía ante sí la maravillosa
oportunidad de llamar a las partes interesadas y sentarlas frente a ella,
supuse que finalmente dialogaría en una muestra “urbi et orbi” de que argentinos éramos todos y todas y que ella
estaba dispuesta a escuchar las proposiciones sin discriminación alguna.
¡Qué gil!
También creí que la tragedia de Once podía ser otra chance
y que seguramente Cristina la
aprovecharía para compensar su “ausencia”
de Cromagnon y que su solidaridad
con víctimas y deudos le permitiría acercarse al pueblo y, ahora sí de una vez
y para siempre, avanzar firmemente en pos de la paz y la concordia argentina.
Esta vez no me equivocaría...
¡Qué gil!
Y así siguieron los variados y
conocidos capítulos de nuestra reciente historia que se presentaban como
inmejorables oportunidades para dejar de lado actitudes hostiles, poses
soberbias, autoelogios desmesurados, infantiles mentiras sobre logros
imaginados, ocultamiento y deformación de la realidad, y avanzar de una vez por
todas en lo que el propio fundador del partido gobernante, el mismísimo General
de la gardeliana sonrisa, intentó en su pacificador otoño: La unión y concordia
de los argentinos.
Pero nada cambió y así llegamos
al ridículo internacional. Tan grande es la división y antagonismo logrado por
nuestros actuales gobernantes que hemos superado lo insuperable. La histórica
designación de un cardenal argentino para ocupar el trono de Pedro provocó,
como no podía ser de otra manera, orgullo y odio al mismo tiempo; emocionadas
lágrimas apenas contenidas del 90% de la sociedad y sonoras silbatinas de los
reptiles de siempre se entrecruzaban en el cielo patrio. Y peor aún, quienes
ayer le habían dado la espalda, humillándolo e ignorando sus constantes pedidos
de audiencia, imputándole delitos de lesa humanidad que sólo existían en sus
afiebradas y perversas imaginaciones, horas después se alineaban a su lado,
unidos y arrodillados, jurándole amor eterno.
Aunque tarde, finalmente tal vez
la concordia, la paz y fraternidad habían llegado de la mano de Francisco. Los odios darían paso al
respeto, los ataques a la comprensión, las dudas a la fe.
¡Qué gil!
Una nueva y triste calamidad se
lleva vidas y bienes de argentinos y nuestras autoridades juegan al patrón de
la vereda, echándose culpas de mutuos y compartidos errores y discutiendo cual
comadres de barrio ante la aterrorizada y doliente mirada de miles de argentinos
que han sido víctimas de las peores lluvias registradas en décadas, perdiendo
seres queridos y todos sus bienes. Lluvias que nadie pudo prever, pero cuyas
lamentables consecuencias esos mismos incapaces que compiten en acusarse
podrían haber evitado o reducido sensiblemente sus efectos.
Porque no hubo previsión, y si
hubo intentos no se permitió llevarlos a la práctica. No hubo autorizaciones
para endeudarse ni hubo partidas que constitucionalmente le pertenecían a la
Ciudad o a la Provincia de Buenos Aires, la tan mentada obra pública fue
corrupta e incompetente, se obstaculizó todo lo posible el retiro de Aduana de
la maquinaria requerida para tareas hidráulicas indispensables. La ciega
obstaculización a todo proyecto progresista no generado en la usina K, fue el
pan de cada día.
Hoy el odio confirma que está más
vivo que nunca y hace cola para pegarle al Jefe
del Gobierno porteño por estar fuera del país, como si la tragedia se
hubiera limitado a la Capital Federal. Horas después, comprobado que el
desastre se abatió también sobre La Plata y alrededores, y siendo que tampoco estaban presentes ni el Vicegobernador Mariotto, ni el Intendente Bruera (Río de Janeiro), ni
la Ministra de Acción Social Alicia
Kirchner (París), los mismos acusadores se apretujan ahora para reconocer
el “inocente error”, inclusive
justificar a quien desde Copacabana aseguró estar colaborando con los
damnificados con foto y todo, pretendiendo su inocencia y culpando a su “operador de Tweeter”. La perversión y
la estupidez no tienen límites.
Y ante tantas ausencias, el
operativo de ayuda es encabezado por el Secretario
de Seguridad, Sergio Berni. El mismo que afirmó que la
inseguridad era una sensación, una mentira más de Clarín. El mismo a quien
pocas horas después le robaron el automóvil oficial que utiliza para sus
importantísimos operativos.
Y finalmente debo decir que
también imaginé a la oposición agrupada algún día, tras un candidato electo
democráticamente y con el resto en patriótico compromiso de acompañarlo en su
gestión desde el lugar que finalmente a cada uno le toque. En definitiva las
más importantes políticas de Estado son pocas – economía, educación, salud,
justicia, asistencia social– y todos concuerdan en ellas, por lo tanto quien
las enuncie en su programa de gobierno y las lleve a la práctica seguramente
contaría con el amplio apoyo de la ciudadanía.
¡Qué gil!
¡Qué decepción! Hemos llegado a
formar un partido político en cada consorcio de propietarios. Todos aspiran a
sentarse en el sillón de Rivadavia. Nadie quiere ser parte de coalición, frente
o unión alguna si no es portando el brazalete de capitán.
Y así estamos. “El mundo se nos cayó encima” dijo alguien. Y si fuera así, el mundo tiene mucha puntería dado que ninguno de nuestros vecinos recibió siquiera un cascotazo.
Y así estamos. “El mundo se nos cayó encima” dijo alguien. Y si fuera así, el mundo tiene mucha puntería dado que ninguno de nuestros vecinos recibió siquiera un cascotazo.
Algún día deberán pagar por sus
acciones y sus omisiones.
Excelente descripción de la realidad triste de un país que pudo ser el mejor de hispanoamérica.
ResponderBorrarme siento tan gil o mas que ud. pero ante mi ignorancia pesa más mi esperanza y la atención de lo inmediato que me toca cuidar y desarrollar, no se ir más alla, del frasco de detergente o la lavandina. Abuela, madre, esposa, ama de casa, Amiga de Doña Rosa.
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