No se trata de un partido de futbol sino de plantear un problema
muchísimo más grave que afecta al honor y a la dignidad de la Nación Argentina.
Un gran país como es Alemania, a quién nuestra presidenta dice admirar y
quiere que nos parezcamos a él, en el año 1968 promulgó la ley EGOWIG (también
conocida como ley Dreher), que declaró la prescripción de los supuestos
crímenes cometidos en la Alemania nazi, a excepción de lo sentenciado en los
juicios de Nüremberg contra la cúpula
responsable.
En Nüremberg respetaron la Obediencia
Debida de los escalones inferiores, en cambio aquí, manipulando a nuestra “justicia”, el presidente Néstor
Kirchner, impuso aplicar en forma retorcida
ese tratado, del cual jamás fuimos parte, encarcelando a todos los soldados
que defendieron a la patria del sangriento ataque que las organizaciones
terroristas subversivas desataron contra la población civil para derrocar a gobiernos
constitucionales y tomar el poder por la fuerza, pero con un agravante: Para
lograr este objetivo, a diferencia de lo actuado en Nüremberg, hizo anular la
ley de Obediencia Debida.
Es decir que:
· Alemania 23
años después de haber sido derrotada en la Segunda Guerra Mundial, decidió cerrar en forma definitiva ese luctuoso
pasado para mirar sin traba alguna hacia el futuro (puso un Punto Final).
·
En cambio
Néstor Kirchner, 27 años después del
24 de marzo de 1976, decidió por conveniencia política abrir nuevamente las heridas que los anteriores gobiernos
democráticos poco a poco lograron cicatrizar (anuló el Punto Final), anclándonos nuevamente en el pasado.
Este mandatario hizo anular las leyes de “Obediencia Debida” y “Punto
Final”, (ante el aplauso de sus aliados y de políticos “opositores” funcionales) para imponer su ilegal, parcial, injusta
y mal llamada Política de DD.HH., motivada por el odio y la venganza,
reviviendo falsa y distorsionadamente ese nefasto pasado de la década del 70 y
condenando al país a la no pacificación y a la decadencia perpetua.
Cabe entonces preguntarse:
¿Cómo puede la señora Presidenta compararnos con un gran país como
Alemania, conociendo a la perfección la falsedad de los argumentos históricos y
“jurídicos” utilizados para
fundamentar la denominada Política de DD.HH. impuesta en el gobierno de su
marido y de la cual fue partícipe?
¿No le parece que tenemos otra calidad de gobernantes que no nos
permiten salir de nuestra mediocridad y de nuestra cada vez mayor decadencia?
¿Algún día reconocerá el tremendo daño causado al país por esa nefasta y
mal llamada Política de DD.HH., uno de los “máximos”
logros que se atribuye el kirchnerismo?
N/D: Por
razones de seguridad el autor mantiene su anonimato.
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