Por Mauricio Ortín
Los alegatos de los fiscales Lozano y
Lega, en el juicio por la explosión de la Fábrica Militar de Río Tercero,
juicio que se encuentra en sus finales, deja -por lo menos para mí- dudas acerca de cuál debe ser la función del
que ejerce ese cargo. Entiendo que la querella, a partir de su interés de parte,
sostenga su posición con cierta liberalidad en sus dichos, pero no es ese el
caso del fiscal; éste debe velar por el debido proceso y la búsqueda de la
verdad a partir de plantear hipótesis para acreditarla con pruebas. En caso de
no encontrarlas debiera ser su obligación el desechar la hipótesis y buscar
otra que pueda corroborarse. Hay que distinguir claramente la búsqueda de la verdad
de la creación literaria, a la ficción narrativa le basta con la coherencia
lógica interna para perfeccionarse como obra. A una novela, por ejemplo, no
corresponde que se la ratifique empíricamente. Una hipótesis que deriva en
acusación y puede enviar diez y siete años a la cárcel a una persona debe,
necesariamente, tener coherencia lógica pero, mucho más importante todavía,
debe ser probada empíricamente.
Pues bien, en el juicio por la
explosión de Río Tercero el fiscal pretende que se condene a los cuatro
imputados a partir de una novela -dado que no presenta ni una sola prueba de
que fue un atentado- cuyo primer capítulo fue escrito por cuatro peritos “imperitos” y, los subsiguientes, por la
fértil imaginación de periodistas, políticos y comedidos (que siempre hay).
Además, ya que estamos, porqué perder la oportunidad de hacerles comer otro
garrón a los militares, el “chivo
expiatorio” argentino por antonomasia.
El mito del atentado se alimentó de
dimes y diretes de todo tipo. Entre ellos, la declaración inmediata del
entonces presidente Menem quién afirmó de que la explosión fue fruto de un
accidente. Tal cosa, llevó a los que “miran
bajo el agua” a concluir de que se trató de un atentado. Un disparate
lógico, pero un disparate creíble para aquellos a los que les gusta creer.
Ahora bien, ¿qué hubiese pasado si Menem, hubiese dicho que fue un atentado?, todo indica que, con toda probabilidad, estos
señores hubiesen concluido de que se trató de un accidente.
La novela que urden el fiscal y la
querella tiene, como dijimos, muchos capítulos. El más importante es el de la hipótesis
de la conexión con la causa del “Contrabando
de Armas a Croacia y Ecuador”. Según ésta, la explosión tenía como
finalidad esconder el faltante de munición y armas, tanto en la fábrica como en
los arsenales a causa de esa venta. Pero, en la causa por el “Contrabando de Armas a Croacia y Ecuador” no
se ha demostrado que existiera venta “en
negro”; por lo tanto, en esta hipótesis, el móvil no tiene entidad para
acusar a nadie.
La hipótesis del atentado tiene los
condimentos de una pésima novela dado que carece de genuinos protagonistas. Todo, en este “exceso acusatorio – literario”, gira alrededor de demasiados
supuestos. Ello es así porque los cuatro imputados, “supuestamente” recibieron órdenes de no se sabe quién, pero
tampoco el cómo y el cuándo para hacer volar la fábrica a través de contratar “supuestamente” a no se sabe quién, pero
tampoco cómo, cuándo y dónde se efectivizó el “contrato”, para que éstos “supuestos
contratados”, por medio de un “supuesto”
celular activaran un “supuesto”
mecanismo, introducido en un tambor que “supuestamente”
contenía trotyl con el objeto de iniciar el incendio que hiciera explotar la
fábrica para así poder ocultar el “supuesto”
faltante de armas que se habría debido a la “supuesta”
parte “en negro” que tuvo como
destino final Ecuador y Croacia.
Además, como si fuera poco, la pericia
en la que se fundan los pedidos de condena contiene una insalvable falsedad. Allí
se afirma categóricamente que los cuatro imputados declararon que conocían unos
reglamentos que allí se citan. Pero, he aquí, que en todas las declaraciones
que obran en la causa -por lo menos, de Marcelo Gatto y Jorge Cornejo Torino-
en parte alguna se dice tal cosa.
A semejante orfandad de pruebas, el
fiscal y las querellas, pretenden suplirlas con “teorías”. De allí que sugirieran al tribunal que condene bajo la teoría
jurídica de la “autoría mediata”. Algo así como, marche preso por el teorema de
Pitágoras.
Convengamos que el fiscal podría haber
estado más fino y solicitar condena, ya que no tiene pruebas, con un método que
de alguna manera garantice conocer que el imputado es culpable. Más entidad que
“la teoría”, por ejemplo, hubiese
tenido el método de aplicar un hierro candente en las nalgas de los imputados; si
el tipo chilla, clavado que es culpable.
¿La novela del fiscal convencerá al
tribunal? En la Argentina “K” todo es posible...
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