El 2 de mayo el Crucero A.R.A. General Belgrano recibió el ataque con torpedos del submarino HMS Conqueror. Llegadas las
16.00 (hora en Argentina) de ese 2 de mayo, Margaret Thatcher se reunía con su gabinete de guerra en la
residencia campestre de Checkers, cercana a Londres. Fue durante esa reunión
que se impartió la orden al comandante
del Conqueror de hundir el crucero. Los dos torpedos de los tres lanzados
que recibió el crucero determinaron su
hundimiento con la pérdida de 323 de sus tripulantes.
En el penal de Marcos Paz, los
Soldados de la Patria detenidos como Presos Políticos, rindieron su tributo al
legendario y querido buque de nuestra Armada mediante un acto conmemorativo de su hundimiento en las gélidas aguas de Atlántico
Sur. He aquí el recuerdo de Alfredo Astiz:
SACRIFICIO
Un buque está compuesto del noble
material con que fue construido y de su tripulación, configurándose como
resultado una fuerte aleación.
En el caso de los buques de
guerra, esta aleación es de vital importancia para la más importante misión que
ellos deben cumplir: COMBATIR.
Desde ese punto de vista, el
Crucero A.R.A. General Belgrano fue un buque afortunado. Siempre tuvo, a lo
largo de su existencia buenos tripulantes, que hicieron que el Crucero
cumpliera dignamente su tarea en todos los mares en que le tocó navegar, no
importando el pabellón que ondeara en el tope de su pico o en su popa.
En el momento de su final, el
Crucero se encontraba cumpliendo con el deber de defender una parte de nuestra
Patria del ataque de una potencia extranjera. Un buque de guerra con esa
trayectoria tuvo un final doloroso, pero acorde con la dignidad de su
existencia. Se hundió en combate, con nuestra Bandera de Guerra ondeando al
tope, evocando las enseñanzas de Brown, Espora, Rosales y tantos otros héroes
que defendieron nuestra Nación, por lo que continuará navegando eternamente por
las páginas de nuestra historia.
A pesar de estar herido de muerte
por dos torpedos, el noble buque, hizo los esfuerzos necesarios para retrasar
su hundimiento, permitiendo que la mayor parte de la tripulación pudiera
abandonarlo, a pesar de la tormenta y de las condiciones gélidas de temperatura
en que se encontraba.
Sin embargo, lamentablemente con
él se hundieron muchos de sus tripulantes. En esos marinos, que dieron todo por
la defensa de la Patria, están simbolizados todos los argentinos, tanto civiles
como militares, de cualquier Fuerza o Servicio que dieron su vida durante el
Conflicto del Atlántico Sur.
Se podrá discutir indefinidamente
sobre si era el momento conveniente para la recuperación de nuestros
territorios usurpados. Lo que es indiscutible es la validez de nuestros
derechos sobre esos territorios y el respeto que se merecen los que perdieron
su vida en su recuperación y su posterior defensa.
Más allá de estas
consideraciones, los muertos que padecimos en esas acciones son un hecho
irremediable. Para comprender la magnitud e importancia del sacrificio de todos
esos argentinos, debemos recordar que a lo largo de la historia del mundo, los
países más trascendentes a menudo tuvieron que aceptar la gran pérdida que
significaba para ellos la vida de sus hijos, para lograr su supervivencia y su
éxito como nación. Lo que nunca se permitieron esas naciones era la
dilapidación de ese magno sacrificio.
Esa cuota de sangre era
considerada como el tributo más grande y doloroso que un país tenía para
ofrendar.
Lamentablemente, parece que en
nuestra Nación, algunos personajes se han olvidado de esos santos valores,
manifestando que nuestros combatientes pelearon como héroes. A estas personas
no les importa el daño que su conducta le puede producir a los intereses de la
Patria con tal de satisfacer sus propias ambiciones políticas personales, y lo
más penoso e Inaceptable, a causa de su desmesurado egoísmo, permitiendo el
olvido de nuestros héroes y transformando su muerte en un acto inútil.
Es más, a veces esos argentinos
tienen hasta el descaro de afirmar que las acciones en el Atlántico Sur fueron
un retroceso para la recuperación de nuestros territorios, convirtiéndose en
aliados, voluntaria o involuntaria de la potencia usurpadora que, por su propia
historia, conoce perfectamente el inmenso valor de la sangre derramada por sus
soldados, a la cual siempre respetaron y nunca olvidaron. Por eso están
deseosos de que nosotros menospreciemos la sangre de nuestros combatientes,
sacrificio supremo que es lo que le da más valor a nuestro reclamo por la
recuperación de nuestros territorios ocupados.
Yo les diría a esos oscuros
personajes que habitan nuestra Patria que le pregunten a los combatientes, de
cualquier jerarquía, incluyendo a los valerosos conscriptos y a los civiles, si
lucharon en vano. NO, ellos saben que lucharon por una causa justa y quieren
que el sacrificio de todos los que participaron de esa gesta, tanto los que
murieron como los que lograron sobrevivir sea reconocido y valorado, no como un
lamentable ejercicio de compasión, sino por lo que fue: Un paso vital para que
la potencia colonial reconozca nuestra soberanía sobre las islas. No hay más
que recordar la llegada de los valerosos náufragos del emblemático crucero al
puerto de Ushuaia, donde gallardamente, a pesar del trance que habían vivido,
entonaron formados desde el muelle la Marcha de la Armada.
Consecuentemente, no hacer valer
la memoria de nuestros muertos, invocando los derechos que fortalecieron con su
sacrificio, es una falta de respeto para esos civiles y militares, que dieron
todo en la defensa de nuestra Patria.
Por eso, el mejor reconocimiento
que le podemos hacer a la tripulación del Crucero A.R.A. General Belgrano,
sobre todo a los que dieron su vida, y por extensión a todos los combatientes
argentinos, es el reconocimiento de que su muerte no fue en vano, sino que se
suma al sacrificio de todos los argentinos de bien que, a lo largo de nuestra
historia, permitieron que heredáramos nuestra Patria.
Alfredo Ignacio Astiz
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