"Se
refiere a la moralidad de los medios,
que es lo que define la moral de las personas,
ya que en los fines todos parecemos buenos".
Carlos Manfroni
que es lo que define la moral de las personas,
ya que en los fines todos parecemos buenos".
Carlos Manfroni
El INDEC confirmó el
miércoles que 8.700.000 argentinos son pobres, y 1.700.000 son indigentes, o
sea, un 32% de la población, y un 47% de los niños viven en hogares con
pobreza, un chancro inmundo en el rostro de un país que, con poco más de 40
millones de habitantes, debiera ser capaz de alimentar, y muy bien, a 500
millones. Esos duros números se deben, exclusivamente, a cinco plagas que han
azotado, con nuestra necesaria tolerancia, a la Argentina desde hace décadas:
el estatismo, la corrupción, el populismo, el clientelismo y el narcotráfico,
combinados e interdependientes.
Pero, como ya todos
sabemos, esos factores se han ido potenciando a lo largo del tiempo, y han
alcanzado su indudable cenit en los doce años y medio durante los cuales los
Kirchner encabezaron la mayor asociación ilícita que recuerde nuestra historia,
cuyo verdadero genocidio deja convertidos en meros ladrones de gallinas a
quienes, en Brasil, lucraron con el "lavajato"
o con el "petrolão"; para
confirmarlo basta con comparar lo robado en cada país.
Los montos que, todos
los días, ratifican la magnitud del saqueo producen ahora -durante años
decidimos ignorarlo- una indignación sin par, que sólo resulta superada por el
asombro ante la actitud de los delincuentes que tuvieron responsabilidad
directa sobre lo sucedido; por supuesto, además de la propia Cristina,
descuellan Kiciloff, Anímal,
D'Elía, Boudou, Esteche, Bonafini, etc..
Todos estos verdaderos monstruos simulan hoy ser almas buenas, dedicados al
bien común, totalmente inocentes del desastre gigantesco que legaron a la
posteridad, mientras se rasgan las vestiduras frente a los actos de un gobierno
que debe atajar penales sin tener arquero.
La pregunta que, a
imitación de Fariña, todos nos hacemos es: ¿cuántos pobres pesa un Máximo, un
Cristóbal o un Lázaro? Porque en este terreno también son tantos que ni
siquiera se los podía -ni quería- contar; como hacían quienes manejaban el
dinero robado, hubiera bastado con pesarlos.
Claro que tampoco los
empresarios parecen dispuestos a poner el hombro para salir de la monumental
crisis que los datos exponen. Continúan en la postura de reclamar al Estado la
protección que implica tener una economía cerrada al mundo, para seguir cazando
en el zoológico, mientras que los gremios los acompañan invocando la necesidad
de preservar el empleo. Que ambas premisas hayan demostrado su falsedad
internacionalmente no parece hacerlos reflexionar, aunque los trabajadores
cautivos representados por los sátrapas sindicales se vean obligados a pagar
mucho más que sus homólogos en todo el mundo por los mismos bienes,
empobreciéndolos más aún.
Salir de esta
terrible situación, pese a las ponderables aspiraciones del Presidente, llevará
décadas y será necesario que todos los argentinos nos pongamos de acuerdo en
establecer verdaderas políticas de estado que se mantengan inalterables en el
tiempo y que involucren educación, salud, vivienda, infraestructura, seguridad,
y muchos otros ítems quizás tan relevantes como éstos. Porque la humanidad
avanza a pasos acelerados y modifica dramáticamente el mercado laboral,
producto de los inimaginables adelantos científicos que todos los días el mundo
produce, que se pueden medir por la cantidad de patentes industriales que se
registran en cada país.
Entonces, cuando
tantos de nuestros compatriotas se han caído del mapa y han dejado de progresar
en sus estudios, en los casos en que han llegado a ellos, la brecha que los
separa de ese futuro que ya es inmediato se profundizará. Si bien no podremos
comenzar a educar masiva y eficientemente hasta que superemos las barreras de
la desnutrición, del hambre y de la enfermedad, porque ahí va la vida misma,
tenemos que establecer metas concretas para permitir a los jóvenes llegar a
empleos de calidad, que cada vez requieren de mayor especialización.
Un requisito
fundamental para encarar el camino correcto pasa por la enseñanza, y en la
necesidad de que maestros y profesores tengan la formación y los medios
necesarios para educar adecuadamente; en la época de la informática, es absurdo
que aún continuemos recurriendo al pizarrón y a la tiza. En la universidad,
tenemos que encontrar la forma de contar con gente que pueda dedicarse
exclusivamente a enseñar en ellas y actuar como tutores, como sucede en los
mejores establecimientos del mundo.
LLevar a la mayoría
de nuestros conciudadanos a estudios secundarios y superiores insumirá décadas
pero, sin dejar de bregar en ese sentido, creo indispensable que nuestra
universidad pública forme y gradúe cada vez más profesionales en las
disciplinas duras que Argentina necesita con urgencia: ingenieros, matemáticos,
geólogos, geógrafos, físicos, químicos, etc. Porque, además de cubrir un
espacio casi vacío, si se lo compara con la cantidad de abogados o contadores
que hoy egresan, esos graduados se convertirán en la herramienta fundamental
para permitir acelerar el progreso general de nuestra población.
El kirchnerismo, con
su vocación clientelista y populista, inventó innumerables universidades
públicas que, además de la escasa calidad educativa que las caracteriza
mayormente, no cumplen ese objetivo que debiera ser prioritario. De allí que el
Gobierno tenga que poner sus mejores esfuerzos en crear en todas ellas carreras
terciarias, de menor duración, que permitan una rápida inserción laboral de
quienes egresen, amén de carreras universitarias que sirvan al entorno; así, en
las provincias patagónicas, deben priorizarse las materias vinculadas al gas y
al petróleo; en las pampeanas, a la agroindustria; etc.. Contemporáneamente,
debe establecerse un programa de becas para esas carreras indispensables, con
alta exigencia de rendimiento a sus beneficiarios, que no sólo garanticen la
gratuidad sino que sean, en realidad, un sueldo mensual que permita la
dedicación al estudio en tiempo completo.
En otro orden de
cosas, en la inseguridad ciudadana, también debemos poner el mayor acento,
porque gran parte de ella se debe al narcotráfico, uno de los mayores flagelos
que afecta a todas las sociedades, y que aquí ha crecido exponencialmente de la
mano de los Kirchner y de su gerente, el inefable Anímal. Hace años, la prensa
brasileña publicó una entrevista a un jefe narco preso, en la cual éste emitió
una sentencia definitiva: "ustedes ya
perdieron"; la justificó explicando que, como los adictos y sus
proveedores más pobres no valen nada, ya que la muerte los espera en cada
esquina de la mano de una bala o una sobredosis, tampoco podían valorar la vida
de los demás.
Más que en Colombia,
México es el espejo en el que debemos adivinar nuestro futuro si no encaramos
ya mismo el problema. Si no lo contenemos, si seguimos mirando para otro lado,
pronto veremos matanzas masivas y cadáveres
mutilados colgando de los puentes; porque las guerras que se desatan entre los
carteles por el control de los territorios, siempre se libran en el terreno del
terror. Las villas 1-11-14 y 31 porteñas, y las que rodean a Rosario y a
Córdoba ya son una pequeña muestra de ese porvenir.
Las policías, en
general, están ya corrompidas, aunque destacan la bonaerense y la santafecina,
pero no están solas; también este gigantesco negocio ha comprado a jueces y a
fiscales. Quienes luchan en su contra carecen de los medios adecuados para
combatir: inteligencia, radares, armamento, personal especializado, juzgados y,
sobre todo, leyes adecuadas. Faltan muchas cosas, y sobran tentaciones. También
en este terreno debemos diseñar políticas de estado. Por ejemplo, la tan
mentada "ley de derribo",
aplicable a los aviones que se nieguen a obedecer órdenes de aterrizaje, ha
sido en Brasil un factor de disuasión: está vigente, pero nunca tuvo que ser
aplicada porque nadie se arriesga a hacerlo.
Bs.As., 1° Oct 16
Enrique
Guillermo Avogadro
Abogado
E.mail: ega1@avogadro.com.ar
E.mail: ega1avogadro@gmail.com
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