Sería interesante que
la señora identificara cuáles son esos derechos violados hoy en el país y quién
es el violador, porque una denuncia de tamaña magnitud no puede hacerse con ese
grado etéreo de irresponsabilidad
Por Carlos Mira 7 de octubre
de 2016
La señora de Estela
de Carlotto dijo que están preocupados por la violación de "otros derechos humanos en la Argentina". Sería interesante que la señora
identificara cuáles son esos derechos violados hoy en el país y quién es el
violador, porque una denuncia de tamaña magnitud no puede hacerse con ese grado
etéreo de irresponsabilidad que siembra dudas por todas partes y da lugar a
presunciones desagradables.
La señora de Carlotto
y su organización han sido beneficiarios de enormes y complacientes favores
durante el kirchnerato. En todos los casos, esos favores involucraron dineros
públicos, fondos de todos nosotros.
El manejo de por lo
menos parte de ese dinero nunca estuvo claro y la pátina de los derechos
humanos siempre actuó como un escudo protector contra todo aquel a quien
siquiera se le ocurriera la peregrina idea de preguntar.
Las organizaciones de
este tipo siempre deberían cuidar muy bien su relación con el Gobierno. Se
supone que el violador por excelencia de los derechos humanos es el Estado, con
lo que el vínculo entre quien pretende protegerlos y su eventual violador debe
ser siempre de desconfianza y distancia. Pues bien, durante el kirchnerismo
ocurrió todo lo contrario.
Los Kirchner, que
jamás habían levantado un dedo por esa lucha, se apropiaron, de la noche a la
mañana, de esa bandera a fuerza de dinero, cargos y privilegios, y la
explotaron políticamente a su favor.
Ese entramado turbio
por supuesto que se ha modificado con el ascenso de Cambiemos al Gobierno y ese
giro en el escenario ha puesto nervioso a más de un preocupado por la defensa
de los derechos humanos.
Obviamente que la
señora de Carlotto, que hizo ese comentario en ocasión de presentar al nieto
recuperado número 121, olvidó que ese mismo día, cuarenta y un años atrás,
probables camaradas de los padres de cuyo nieto Carlotto dio cuenta ayer
entraban, a sangre y fuego, en una dependencia militar de Formosa y del
aeropuerto de Resistencia y mataban, según el propio "parte de guerra" de Montoneros a más de cuarenta
personas (a quienes ellos identificaban como enemigo).
La mayoría de las
víctimas fueron conscriptos que estaban haciendo el servicio militar (y en ese
momento durmiendo o duchándose), entre ellos Antonio Arrieta, Heriberto
Dávalos, José Coronel, Dante Salvatierra, Ismael Sánchez, Tomás Sánchez,
Edmundo Sosa, Marcelino Torales, Alberto Villalba y Hermindo Luna, como así
también el subteniente Ricardo Massaferro y el sargento Víctor Sanabria.
La señora de Carlotto
y, por cierto, el Gobierno de los Kirchner, nunca repararon en los derechos
humanos de las familias de esos pobres muchachos. Ellos no eran "humanos", eran el "enemigo".
Quienes entraron a
sangre y fuego ese 5 de octubre de 1975 a aquel lugar de la Argentina profunda
sí fueron "indemnizados"
por pertenecer a la juventud idealista y maravillosa que fue desaparecida por
la dictadura militar.
¿Se habrá referido
Carlotto a esa deuda aún pendiente respecto de los derechos humanos de los
conscriptos del Regimiento de Monte?
Esa juventud fue la que
habló de "guerra", de "enemigo", de "parte de guerra"; fue esa
juventud la que libremente eligió disfrazarse usando uniforme y equipamiento
militar para darse el gusto de jugar a los soldaditos con gente de verdad.
Cuando la "guerra" fue
respondida con "guerra" y
resultaron derrotados en esa contienda, corrieron gritando como los chicos: "Señorita, señorita, me pegó".
Lo que ocurrió en la
Argentina hace cuarenta años fue una desgracia por la que seguramente ningún
país quiere pasar. Pero fue una
desgracia con un origen. Ese origen es el que Carlotto, otras organizaciones
como la suya y parte de la sociedad no quiere aún aceptar.
La pretensión de la
toma violenta del poder, incluso cuando en la Argentina gobernaba el peronismo
que había accedido al gobierno por la decisión de elecciones libres, no fue un
invento caído del espacio como un meteorito. Fue la decisión enloquecida de un
grupo elitista, soberbio y engreído que quiso arrogarse los derechos y las
atribuciones del pueblo con el formato de un fusil.
Fue un gobierno civil
el que ordenó "aniquilarlos"
y un gobierno militar el que echó manos a métodos que jamás debieron utilizarse
desde el Estado y desde la civilización: esos métodos eran, justamente, los que
definían el accionar de la delincuencia que atacaba a inocentes; nunca debieron
ser los que se usaran para defenderlos.
Por eso, no se puede
decir hoy, alegre e irresponsablemente: "Hay
otros derechos humanos que se violan en la Argentina", porque esa incitación velada, sin detalles, sin
decir cuáles son los derechos y quiénes los violadores, es una manifestación
ladina y tendenciosa que no hace otra cosa que recrear escenarios de los cuales
el país precisa, justamente, salir.
Quizás muchos podrían
esperar otras posturas de Carlotto, que, milagrosamente, se ha ganado un velo
de inmunidad que nadie sabe de dónde viene. A mí, sin embargo, viniendo de
ella, no me sorprende nada.
NOTA:
Las imágenes no corresponden a la nota original.
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