Esa conclusión
pertenece a Paul Groussac en su libro: “Santiago de Liniers Conde de Buenos Aires”.
Santiago de Liniers,
el héroe indiscutible de la defensa de Buenos Aires, en las dos invasiones
inglesas, las de 1806 y 1807, premiado
por el Rey Fernando VII con el título de Conde y nombrado Virrey, respetado por
sus soldados y por los habitantes de Buenos Aires, tan sólo tres años después,
fue considerado traidor, espía, contra revolucionario, etc. Y fue mandado
fusilar por la Primera Junta de Gobierno Revolucionario. Dicho de otro modo,
los que fueron defendidos por Liniers de los ingleses, son los que ordenaron su
muerte.
Dos patrias. La una,
monárquica (política) y la otra, revolucionaria (política); sin embargo, el
mismo pueblo.
Dos siglos después,
la misma injusticia y desagradecimiento.
Sudamérica
fue atacada por otra invasión: la del terrorismo
revolucionario, que quería tomar el poder de las naciones, por las armas e
imponer un sistema antidemocrático
comunista soviético como Cuba
Fueron las fuerzas
armadas de los distintos países, las que tuvieron el deber de defender a las
naciones del trapo rojo. Chile, Argentina, Uruguay, Brasil, Bolivia, Perú,
Colombia, Venezuela, Ecuador. La expansión castrista con el apoyo manifiesto de
la entonces URSS, puso bajo fuego a todos los países de la región.
Las fuerzas armadas
nacionales fueron victoriosas en lo militar y lograron defender el estilo de
vida de sus respectivos países, que conservaron la posibilidad de volver a sus
raíces democráticas y sus ciudadanos a la libertad.
Ellas, las fuerzas
armadas y sus hombres y sus convicciones, fueron los héroes de una patria.
El pueblo, que
respiró tranquilo, ya sin el peligro de las bombas, secuestros, asesinatos de
líderes sindicales, de empresarios, de estudiantes, docentes y de políticos. Aplaudió la victoria, honró a
sus héroes militares. Casi igual que en 1807 a Liniers.
Ese mismo pueblo,
cuando pudo reorganizarse políticamente y funcionar todas las instituciones
nacionales: renegó de sus defensores, primero, les dio la espalda y luego los
condenó. Casi igual que con Liniers en 1810 que fue fusilado por los mismos a
quienes ayudó a salvas sus vidas y haciendas del inglés.
Todas las naciones
atacadas y defendidas por sus fuerzas legales, hoy, dos siglos después, tienen
a sus defensores presos. Matándolos con ensañamiento en las cárceles.
Creo que ya podemos
ver otra vez dos patrias: la una, la vieja, agradecida y la otra, la vengativa
impregnada de ambición política y poder para enriquecer a las nuevas
oligarquías políticas, los nuevos ricos.
La nueva patria,
condenó y ejecutó a la vieja, en toda la región.
Pueblos pobres, con
gobernantes ricos, es casi la constante en toda la América.
En la nueva patria,
la carrera por el poder político, es la carrera hacia la fortuna, caiga quien
caiga en el camino.
En la nueva patria,
no hay generales de gorra y sable, hay dictadores ricos, sustentados por una
guardia de honor que se enriquece a costilla del eterno pobre.
La nueva patria, es
también MI PATRIA, pero ni de lejos, es la de los padres fundadores.
Mi patria ha fusilado
nuevamente a Liniers.
Alcaide (R) Nelson D. Cremades
Diplomado Superior en
Geopolítica Nacional y Regional
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