17/07/2019
Un día de los años 70
el cartero llegó a mi casa. Traía un mensaje esperado. En una cédula se me
notificaba que debía presentarme en el Distrito Militar de mi provincia a los
efectos de cumplir con el Servicio Militar Obligatorio. Con diez y ocho años
recién cumplidos, fui incorporado a las FF.AA. A partir de mi incorporación,
quedaba “bajo bandera”; lo que
significaba, entre otras cosas, la pérdida de los derechos y garantías que la
Constitución Nacional que gozan los civiles. En el cuartel acontecía entonces
lo central de mi vida. Allí aprendí que la debida obediencia a los superiores
era la virtud por excelencia. Cuando y cuanto dormir, de qué manera vestirse,
que comer, donde estar, qué hacer, etc., en síntesis, casi todo, dependía de
alguien que no era yo. A la hora de la siesta, mientras mis amigos civiles
concurrían (como antes yo) al salón a jugar al billar, el que suscribe con mis
compañeros en suerte, aprendíamos a marchar en secciones de Orden cerrado y
¡ay! del que perdiera el paso. No estábamos allí de gusto. Particularmente,
extrañaba eso de hacer lo que se daba la real gana. La “colimba” era dura. Sin embargo, ni a mí ni a ninguno se le pasaba
ni remotamente por la cabeza denunciar al Jefe de Escuadrón por “privación ilegítima de la libertad” o
por “imposición de tormentos” ante un
juez federal. Vivíamos esas circunstancias como algo natural que duraba un año
y que había que cumplir porque lo establecía una ley.
La instrucción
militar consiste, básicamente, en preparar a una persona para ir a la guerra;
lo que entraña de algún modo reproducir dicha circunstancia extrema. Ello es
así aquí y en cualquier lugar del mundo donde existan fuerzas armadas
profesionales. El Jefe del Ejército Rojo y miembro del partido comunista ruso,
León Trotsky, afirma en “Mi Vida”: “Sin represalias es imposible poner un
ejército en pie. Es una quimera pretender que se van a lanzar a muchedumbres de
hombres a la muerte si la pena capital no figura entre las armas de que dispone
el mando.” La guerra o la preparación para ella, exige leyes y jueces
especiales que tipifiquen los delitos y juzguen las conductas. Y, aún de buena
fe, cualquier idea o acción en contrario implica un peligroso riesgo para la
defensa nacional. De no entenderse así, el Servicio Militar (por) Obligatorio
constituiría un delito en sí mismo y los superiores en el mando, desde el Cabo
más moderno hasta el General más antiguo (Don José de San Martín, incluido),
criminales de lesa humanidad por ejecutar un Plan Sistemático de violación de
los derechos humanos contra los cientos de miles que pasaron por la “colimba”. Un absurdo por donde se lo
mire. Ahora bien, no por absurdo, inexistente. La Argentina da para todo. Tal
es el caso del procesamiento disparatado, inconstitucional y ridículo de 26
militares que pelearon en Malvinas; a los que se les viola el derecho de ser
juzgados por los jueces militares (designados por la ley antes del hecho de la
causa) y se los procesa a través de jueces ordinarios con leyes de tiempos de
paz.
Según el titular de
la Fiscalía General 4 ante la Cámara Federal de Casación Penal, Javier De Luca,
“los hechos imputados (imposición de
tormentos) son crímenes de guerra y/o graves violaciones a los Derechos
Humanos”, por lo tanto, imprescriptibles. De Luca es consciente del
escenario de guerra en el que el supuesto crimen se perpetra; de allí que, su
mera intervención en un hecho ajeno a su competencia entraña un acto de
prevaricación que vuelve nulo el trámite (lo mismo vale para el fiscal Rapoport
y el juez Calvete).
Javier De Luca |
Poner,
retroactivamente, bajo la competencia de la justicia ordinaria hechos que en su
momento estaban en la órbita de la justicia militar, además de violar el Art.
18 de la CN, constituye lisa y llanamente propinar un mazazo terminal a las
Fuerzas Armadas de la Nación y, si se quiere, por ende un acto de traición al dejar
sin defensa al territorio nacional ¿Qué soldado iría a una guerra en esas
condiciones? No quiero dar ideas pero, en vista de que se los juzga con el
Código Penal, De Luca bien podría acusar a los militares argentinos por matar
soldados ingleses. Para la ley penal matar a un inglés es un delito igual de
grave que matar a un argentino. Así el soldado Oscar Ismael Poltronieri (Cruz
al Heroico Valor en Combate) de, héroe, se convertiría en asesino serial.
soldado Oscar Ismael Poltronieri |
En un país
medianamente decente estas cosas, por lo general, no pasan. Ahora bien, ninguna
sociedad seria está libre de un De Luca. La diferencia es que, dado el caso,
los miembros del Congreso harían cola para instalarle una zapatería que lo
eyecte del cargo. No es el caso de Argentina Ni un solo candidato a presidente
(ni uno) ha dicho media palabra al respecto. Es más, la gobernadora María
Eugenia Vidal se presenta como querellante de los 26 militares.
Así las cosas,
deberían eliminar ese gasto inútil que representa el Ministerio de Defensa
junto a todas sus dependencias (y que el último que salga, apague la luz.)
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