Cristina se hace detestar. Tendrá algún partidario sincero, algún confundido, pero no debe tener admiradores, ni seguidores. El de los K es un mundo sin admiradores, es un espacio de súbditos. Y cómplices: o súbditos que dejan de serlo por un rato, se elevan y después vuelven a caer en la posición de entrega y renuncia. El mecanismo victimizador que usan políticamente es el mismo que debe operar como clave en sus situaciones personales. Es un mundo tenso, sin disfrute, sin amor, y no conviene imaginar mucho los detalles de una vida en ese estilo. Se imponen, logran meterse en la cosa, pero no impulsan su viaje con ningún combustible afectuoso ni positivo: destilan agresividad, ofensa, intolerancia. Vienen de un mundo viejo y se van quedando sin sustento, cada vez más lejos del piso, elevándose a una altura de inmolación e iluminaciones dementes.
Llama especialmente la atención en estos días, la actitud de la Presidenta, su inalterable convicción garquista, su pasión por exasperar a todos, su intento de imponerse malamente, a como dé lugar, justificada por... por... ¿por qué? ¿Qué ideología o marco de sentido le permite a tal mujer seguir impertérrita cuando la realidad muta, negar el movimiento, suplantarlo por sus emperradas imaginaciones? ¿Qué la lleva a suplantarnos, a los reales, por sus imaginarios?
Llama especialmente la atención en estos días, la actitud de la Presidenta, su inalterable convicción garquista, su pasión por exasperar a todos, su intento de imponerse malamente, a como dé lugar, justificada por... por... ¿por qué? ¿Qué ideología o marco de sentido le permite a tal mujer seguir impertérrita cuando la realidad muta, negar el movimiento, suplantarlo por sus emperradas imaginaciones? ¿Qué la lleva a suplantarnos, a los reales, por sus imaginarios?
Es una presidenta sin amor, sin ganas de ayudar, sin
humildad, que no cree que tenga ya nada que aprender, encerrada en su mundo de
modas y cremas, de delineadores y maquillajes, más dispuesta al enojo que a cualquier
otra cosa, que siente siempre que la quieren joder y termina jodiendo ella.
Mujer pretenciosa que quiere ser la más inteligente sin tener con qué, sin
emotividad que la guíe en la construcción de una visión del mundo, mujer chata
de mundo chato, acorralada por su espíritu empobrecido y empobrecedor.
Apasionada por la negación y la negatividad, desesperada por quedar bien ante
una exigencia desmedida, tan grande que no le permite autenticidad alguna, ni
verdadero crecimiento.
Señora de nadie, para nadie, señora sola, que no inspira
la piedad que podría, a fuerza de desplantes y caritas necias. Repetidora del
Néstor, presidenta de todas las falsedades, mujer de hachas tomar. Sorda a todo
llamado, muda de sentimientos y cercanías, ciega a toda verdad. Universitaria
de esterilidades, con universidad atragantada, doctora de una cátedra
irrespirable de resentimiento y obsesionada por una competencia sin
competitividad, dueña de una arrogancia sin frutos, de pensamientos sin
asideros, de displicentes mohines sin gracia, autoritaria crecida en el mundo
del Proceso al que reproduce aunque intente y diga que lo combate, porque lo
lleva adentro, porque lo mamó de joven, porque milita en su sensibilidad por
más que diga oponérsele. ¿Será por eso que los K hablan tanto de ese tiempo
ido, porque ellos viven todavía imaginariamente en ese contexto, que los
traumatizó al punto de impedirles todo desarrollo de una visión superadora?
Mina jodida que prefiere la hecatombe a dar el brazo a
torcer, que prefiere hundirse y hundir a todos antes de tratar de salvar algo.
Imposible llevar una pareja con esa actitud arrogante, menos un país. ¿Cómo, no
está casada? No, está sola de toda soledad, asociada a otro atragantado que
escupe desprecio y no tiene donde ir a rascarse. Gente sin amigos, de intimidad
sospechosa y amenazante, peligrosos, temidos pero no queridos, incapaces de
matices y de inteligencias. Mienten, mienten y mienten. ¿En defensa de una
verdad fanática o como ocultamiento de negocios indebidos? Probablemente ambas
cosas a la vez.
Sonrisas que no ríen, sonrisas que gastan, que nos gastan
a nosotros, que ya no las queremos ver más, que aspiramos a otros tratos, que
nos hemos convencido de que merecemos otra consideración, otro respeto, otra
realidad. Pelo sobre la cara, cejas y ojos subrayados, vendiendo mujer donde
hay desierto, sequedad, páramo.
Mujer sin calidez ni comprensión, mujer
fanática, mujer todo que termina siendo mujer nada. Mujer yo yo yo yo que tiene
que pasar por mucho él él él él y aun más por muchos vos vos vos vos, Néstor,
pero incapaz de un nosotros abarcativo, incapaz de ir más allá de un ambiente
de venganzas y cuentas a cobrar.
Mujer de relinchos y de mañas, inestable, furiosa apenas
contenida, mal disimulada, agazapada y dispuesta al salto. Mujer de frases que
enrollan y no saben para donde ir, porque en ellas se mezcla la bronca con la
mentira, con el miedo, con el vacío, la chicana política con el desinterés
absoluto por los otros, discursos de soledades, patagónicos, agónicos, cancheros,
sobradores, palabras esquivas, altisonantes, sin densidad ni consistencia.
¿Cómo guardarle el respeto que ella no nos tiene,
tendríamos nosotros que ejercerlo aún? ¿Hasta cuándo? Es duro decirlo, pero
suponerle humanidad es un gesto de grandeza que no merece, una conjetura
riesgosa. Además, vale más la pena tener claras estas cosas, porque en el
intento de los K de llevarse puesto al país, y con él a nosotros, mejor sería
que tuviéramos la astucia de impedirlo.
}
Alejandro Rozitchner
Filósofo
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