16 de junio de 2012

El propósito de este breve artículo no es ahondar en el
significado de la palabra, sino sencillamente en un análisis muy elemental,
puntualizar la importancia de esta cualidad en el liderazgo de aquellas
personas que ocupan posiciones directivas y gerenciales.
Dignidad, es la cualidad que corresponde a la palabra “digno”.
Y digno es aquella persona que es merecedor de algo o
también proporcionado al mérito y condición de algo o de alguien o decoro de
las personas en la manera de comportarse.
Pero el concepto dentro de las variadas ópticas que hay
sobre esta palabra, la que me parece la más importante para lo que yo quiero
destacar es la siguiente: “Respeto y
estima que una persona tiene de sí misma y merece que se lo tengan las demás
personas” o “Respeto y estima que merece una cosa o una acción”.
En un sentido un poco más profundo, la dignidad es una cualidad
humana que depende de la racionalidad. Es decir del libre albedrío y el
ejercicio de la libertad individual.

Veo con profunda preocupación, casi con angustia, el
futuro del país y de todos los argentinos, por la casi ausencia de valores y de
la más elemental ética política en nuestros dirigentes.
Empezando por la presidente
de la Nación en donde muchos, demasiados, de estos valores están ausentes o
profundamente debilitados. Son tan conocidos que no vale la pena enumerarlos.
Pero el pésimo ejemplo de mandataria se refleja también
en la dirigencia de muchos sectores de la sociedad, particularmente en el ámbito
institucional y político.
Es así como vemos casi a diario, en sus cotidianos discursos plagados de inexactitudes y
engañosas promesas, como recrimina, observa, desautoriza o reta en público, a
sus colaboradores más jerarquizados, sometiéndolos a una verdadera pero sutil
humillación pública.
Y la aceptación de la humillación pública, el desdoro, es
la verdadera contrapartida de la dignidad…salvo que la persona sea un santo o…
Esa humillación constituye, un verdadero agravio a la
investidura que representa la persona humillada.
Es así como en los últimos tiempos hemos visto como al vicepresidente de la Nación, Amado Boudou, Cristina Kirchner lo trató de haragán y de “concheto” mientras el aludido sonreía sumisamente, al senador Anibal Fernández , en respuesta
a sus expresiones en un medio “...
que con mi dinero hago lo que quiero…” lo mandó primero en la fila para convertir sus
dólares en pesos con un bonete como si fuera un alumno en penitencia, a Daniel Scioli le niega el saludo en
público (¿sabrá Cristina que lo
cortés no quita lo valiente?), a Oscar
Parrilli lo reprendió por estar desatento cuando ella hablaba.
Hay decenas de ejemplos del desmedido lenguaje y
comportamiento de la presidente.
Marcó del Pont sigue “en
comisión” en su cargo de presidente
del Banco Central, después de más de un año sin ser confirmada en el mismo.
El otrora poderoso ministro de
Planificación, Julio de Vido,
acepta mansa y calladamente la quita de sus responsabilidades y atribuciones.

De la misma manera los ministros y altos funcionarios del
gobierno siempre están presentes en la
primeras filas de sus numerosos anuncios y discursos, como obedeciendo a una
terminante directiva presidencial, aplaudiendo sumisa y complacientemente, casi
mecánicamente, ante las fantasías presidenciales y con cara de forzada alegría
o satisfacción.
“Los maltratados saben que ésa es la forma
de conservar el cargo. La obsecuencia, la pusilanimidad y fundamentalmente la
humillación, garantizan su supervivencia en vivir a expensas del Estado”. (ref.1)

El kirchnerismo
logró instalar durante los casi diez años de gestión, el trastocamiento de la esencia del “ser” argentino, su ética y sus valores
fundamentales.
“Debe ser cierto lo que afirma Campanella. De a poco, logramos
transformar los vicios en virtudes”. (ref.1)
En el terreno moral, un valor será verdadero en función
de su capacidad para hacer más humano e integro al hombre. En el reino de Cristina, la dignidad no es lo usual,
por lo cual sus efectos son totalmente opuestos. Forman hombres mediocres.
Y en la dirigencia actual, en particular en aquellos en
que su función principal es liderar a sus dependientes, fundamentalmente con su
ejemplo personal, la falta de dignidad refleja una importante falencia.
Se dice que “de la
vergüenza no se vuelve”. Me parece que de la indignidad tampoco.
¿Será por ello que nuestra dirigencia en todos los
sectores está tan fuertemente cuestionada?
Dr. Alfredo
Raúl Weinstabl
NOTAS:
1. Carlos Pagni – “La Argentina, un darwinismo al revés”
– Diario La Nación - 16-06-12
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