Los vecinos opinan
sobre nuestras desgracias e incomprensible realidad con respeto y perdida
admiración que no merecemos, por lo menos los argentinos actuales.
¡¡¡Cuánta
verdad y cuánta vergüenza!!! ¡¡¡Cuánta incertidumbre y cuánta
preocupación!!! ¡¡¡ Cuánta bronca y
cuánta impotencia!!!
Quienes no dudaron,
cuando fueron legalmente convocados, a combatir ese flagelo que nos ahoga,
están presos en cárceles inmundas muriendo por la indiferencia y complicidad
del gran pueblo argentino salud.
Y están en esa
situación indescriptible, injusta y arbitraria a partir de la voluntad omnímoda
de tránsfugas y asesinos seriales que han convertido a la democracia en un
instrumento idóneo para sus latrocinios y perversidades.
Refirmo y lo reitero,
porque nadie parece darse cuenta de la gravedad inusitada implícita en las
atroces consecuencias de esas acciones, que existen responsables directos, con
nombres y apellidos, secundados por cómplices secuaces, testaferros, súbditos
etc., del mayor genocidio ocurrido en la historia de América Latina. Cientos de miles de habitantes de este
suelo condenados a la muerte por olvido, pobreza, promiscuidad, enfermedades,
vicios promocionados, analfabetismo, pues los fondos destinados a cubrir sus
necesidades fueron a parar a los bolsillos de los sujetos (as) mencionados.
Sin ninguna
limitación, desparpajo y en la más insolente impunidad. Todo ello merced a la
mentira y la tergiversación instrumentada de hechos, historias y
circunstancias. Manejan a la perfección
su estrategia para el mal.
Y nunca pagarán sus
crímenes de lesa humanidad potenciada, porque “lo han hecho en democracia”.
Triste experiencia
aquella de los soldados de la Patria que fueron convocados y enviados a una
guerra extraña para preservar del colonialismo ideológico a una sociedad que en
el fondo no deseaba ser salvada. Más aún, le daba igual cualquier cosa mientras
pudieran dormir tranquilos la siesta.
Una sociedad
hipócrita y abúlica capaz de tolerar y aceptar cualquier aberración mientras
esté recubierta de un manto engañoso de seriedad, justicia y libertad.
Y así es y seguirá
siendo porque se han agotado todo tipo de reservas y límites morales y
espirituales. Recurrir a esos argumentos
que delinearon la historia del mundo es obsoleto y pasado de moda.
Seguramente lo que
viene, que estará muy condicionado por cierto, será más de lo mismo. Detrás de
una verborragia característica y promesas sin perspectiva de cumplimiento,
subyace el mismo afán por los oropeles del poder que de alguna forma también
terminará siendo ilimitado.
Dios
quiera aparezca una solución armónica y eficaz, pero
lamentablemente lo dudo. Personajes que se dicen opositores bregando con más
énfasis por la proyección personal que por las ideas. Temerosos de llamar a las
cosas por su nombre y patear el tablero. Incapaces hasta el momento de proponer
un código de conducta superador y objetivos convincentes para el bien común y
la erradicación de la basura.
Dirigentes sin
prontuario, dispuestos a demostrar que en la Argentina querida y deseada, el
delito, en cualquiera de sus niveles, ámbitos y metodologías debe pagar sin
dilación, ni telas de araña ni subterfugios, sus pesados y ejemplarizadores
costos
Gloria
a la imagen de la Argentina que fue.
Desprecio a la Argenzuela actual. Inmensa pena y total incertidumbre por el
país que nos espera.
Por lo menos, así, lo
veo yo.
El
Soldado Desconocido
Jueves 22 de enero de
2015
LA
ÉTICA ASESINADA
Por Cristian Warnken
“Que un país con el
capital humano y cultural de Argentina esté en esta trágica encrucijada es una
señal de alerta para nosotros mismos, que nos hemos creído inmunes a la
corrupción en el contexto de Sudamérica...”
Un
hombre muerto yace tirado en el piso de su baño en un departamento de Puerto
Madero, en Buenos Aires, y no descansa en paz.
Se ha llevado con él un secreto terrible, un secreto que tiene a un país entero
en vilo, al borde del abismo. Qué soledad la de ese fiscal, qué desolación la
de Argentina. Porque, incluso en el improbable (no imposible) escenario de que
se demostrara la tesis del suicidio, de
todas formas la sospecha quedaría instalada, porque no es la primera vez que
mueren testigos clave antes de un juicio en Argentina. Cuando ya es muy
difícil desenredar las hebras de la mentira de las de la verdad, un país puede
hacerse inviable.
El
país de Borges, de Cortázar, de Sábato y Piglia,
los grandes narradores rioplatenses, el país donde nació el tango, “ese pensamiento triste que se baila”,
el país donde se habla de filosofía y psicoanálisis en los cafés y donde las
librerías están abiertas hasta la madrugada, el país del rock que nos abrió las
puertas de la percepción en la década de los 70, es hoy un país de “cerdos y peces”, para usar el título de
una emblemática revista de la cultura “under”
de Argentina, dirigida por Enrique Symns.
Los cerdos andan en los pasillos de los
ministerios, en los sórdidos intersticios del poder; los peces son los que
-a pesar de todo- hacen respirar la cultura
de un país de una creatividad y riqueza admirables. ¡Cuánto nos duele ver a
Argentina así, país hermano que nos ha abierto mundos y perspectivas! Hay
una Argentina que hoy está llorando de verdad, la Argentina de los ciudadanos
honestos, que ve en el suelo junto al cuerpo inerte de un fiscal, el alma de un
país.
¿Qué
arruina a un país?, ¿la riqueza fácil tal vez? ¿Y por qué una porción
significativa del pueblo argentino terminó por entregarles el país, casi con
resignación primero y después cinismo, a oscuras mafias disfrazadas de
ideología?
Hay un momento en la
historia de nuestros países, en que con el silencio cómplice, todos podemos ser
parte del círculo vicioso de crímenes y mentiras. Es más fácil no ver, no denunciar, no decir.
Que
un país con el capital humano y cultural de Argentina esté en esta trágica
encrucijada es una señal de alerta para nosotros mismos,
que nos hemos creído inmunes a la corrupción en el contexto de Sudamérica, pero
que hemos visto cómo en las últimas semanas ha caído el velo que ocultaba la
promiscua relación entre política y negocios. ¿Que aquí todavía no matamos a
testigos y fiscales? Sí, es cierto, estamos todavía bien lejos de llegar ahí.
Todavía. Pero no digamos “nunca”.
Nadie está libre en el mundo de hoy de una gran descomposición en curso, que
empezó hace mucho tiempo, cuando la
política fue cooptada por el dinero. Ya lo dijo el poeta del Siglo de Oro español, Quevedo, “(...) pues que da y
quita el decoro y quebranta cualquier fuero, poderoso caballero es don dinero
(...) Madre, ¡yo al oro me humillo!” En el siglo XX, otro poeta, pero
norteamericano, Ezra Pound,
denunciaría qué pasa cuando la usura corroe la civilización, en su feroz poema “Con Usura”.
Falta
escribir un poema sobre el efecto devastador de la mentira en la sociedad.
Es la primera señal de que “algo huele
mal en Dinamarca”. ¿No es preocupante acaso que algunos de nuestros
senadores y ex candidatos a la presidencia hayan mentido y, ya acorralados,
hayan dicho que lo que cometieron no fueron ilícitos, sino “errores”? Qué fácil cruzar la delgada línea roja por ambición o
avidez. Cada cultura tiene su propio estilo para mentir. En Argentina -país de grandes narradores- se miente descaradamente y casi con estilo. Aquí se miente con un
poco más de vergüenza (solo un poco), con cara de niños buenos, pero se miente.
Usura, mentira y
política. ¿No estamos hablando en realidad de Ética? Para Aristóteles, el griego que pensó la política, ética y política
iban juntas. En algún momento se separaron. Hoy el cuerpo de un hombre
muerto se interpone entre ambas, como una grieta que sangra.
NOTA:
Las imágenes y destacados no corresponden a la nota original.
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