martes, 3 de febrero de 2015

EDITORIAL DE EL MERCURIO - CHILE


Los vecinos opinan sobre nuestras desgracias e incomprensible realidad con respeto y perdida admiración que no merecemos, por lo menos los argentinos actuales.

¡¡¡Cuánta verdad y cuánta vergüenza!!! ¡¡¡Cuánta incertidumbre y cuánta preocupación!!!  ¡¡¡ Cuánta bronca y cuánta impotencia!!!


Quienes no dudaron, cuando fueron legalmente convocados, a combatir ese flagelo que nos ahoga, están presos en cárceles inmundas muriendo por la indiferencia y complicidad del gran pueblo argentino salud.

Y están en esa situación indescriptible, injusta y arbitraria a partir de la voluntad omnímoda de tránsfugas y asesinos seriales que han convertido a la democracia en un instrumento idóneo para sus latrocinios y perversidades.


Refirmo y lo reitero, porque nadie parece darse cuenta de la gravedad inusitada implícita en las atroces consecuencias de esas acciones, que existen responsables directos, con nombres y apellidos, secundados por cómplices secuaces, testaferros, súbditos etc., del mayor genocidio ocurrido en la historia de América Latina. Cientos de miles de habitantes de este suelo condenados a la muerte por olvido, pobreza, promiscuidad, enfermedades, vicios promocionados, analfabetismo, pues los fondos destinados a cubrir sus necesidades fueron a parar a los bolsillos de los sujetos (as) mencionados.

Sin ninguna limitación, desparpajo y en la más insolente impunidad. Todo ello merced a la mentira y la tergiversación instrumentada de hechos, historias y circunstancias. Manejan a la perfección su estrategia para el mal.

Y nunca pagarán sus crímenes de lesa humanidad potenciada, porque “lo han hecho en democracia”.
 
Triste experiencia aquella de los soldados de la Patria que fueron convocados y enviados a una guerra extraña para preservar del colonialismo ideológico a una sociedad que en el fondo no deseaba ser salvada. Más aún, le daba igual cualquier cosa mientras pudieran dormir tranquilos la siesta.
 
Una sociedad hipócrita y abúlica capaz de tolerar y aceptar cualquier aberración mientras esté recubierta de un manto engañoso de seriedad, justicia y libertad.

Y así es y seguirá siendo porque se han agotado todo tipo de reservas y límites morales y espirituales. Recurrir a esos argumentos que delinearon la historia del mundo es obsoleto y pasado de moda.

Seguramente lo que viene, que estará muy condicionado por cierto, será más de lo mismo. Detrás de una verborragia característica y promesas sin perspectiva de cumplimiento, subyace el mismo afán por los oropeles del poder que de alguna forma también terminará siendo ilimitado.

Dios quiera aparezca una solución armónica y eficaz, pero lamentablemente lo dudo. Personajes que se dicen opositores bregando con más énfasis por la proyección personal que por las ideas. Temerosos de llamar a las cosas por su nombre y patear el tablero. Incapaces hasta el momento de proponer un código de conducta superador y objetivos convincentes para el bien común y la erradicación de la basura.

Dirigentes sin prontuario, dispuestos a demostrar que en la Argentina querida y deseada, el delito, en cualquiera de sus niveles, ámbitos y metodologías debe pagar sin dilación, ni telas de araña ni subterfugios, sus pesados y ejemplarizadores costos

Gloria a la  imagen de la Argentina que fue. Desprecio a la Argenzuela actual. Inmensa pena y total incertidumbre por el país que nos espera.


Por lo menos, así, lo veo yo.

El Soldado Desconocido





Jueves 22 de enero de 2015

LA ÉTICA ASESINADA

Por Cristian Warnken

“Que un país con el capital humano y cultural de Argentina esté en esta trágica encrucijada es una señal de alerta para nosotros mismos, que nos hemos creído inmunes a la corrupción en el contexto de Sudamérica...”


Un hombre muerto yace tirado en el piso de su baño en un departamento de Puerto Madero, en Buenos Aires, y no descansa en paz. Se ha llevado con él un secreto terrible, un secreto que tiene a un país entero en vilo, al borde del abismo. Qué soledad la de ese fiscal, qué desolación la de Argentina. Porque, incluso en el improbable (no imposible) escenario de que se demostrara la tesis del suicidio, de todas formas la sospecha quedaría instalada, porque no es la primera vez que mueren testigos clave antes de un juicio en Argentina. Cuando ya es muy difícil desenredar las hebras de la mentira de las de la verdad, un país puede hacerse inviable.

El país de Borges, de Cortázar, de Sábato y Piglia, los grandes narradores rioplatenses, el país donde nació el tango, “ese pensamiento triste que se baila”, el país donde se habla de filosofía y psicoanálisis en los cafés y donde las librerías están abiertas hasta la madrugada, el país del rock que nos abrió las puertas de la percepción en la década de los 70, es hoy un país de “cerdos y peces”, para usar el título de una emblemática revista de la cultura “under” de Argentina, dirigida por Enrique Symns. Los cerdos andan en los pasillos de los ministerios, en los sórdidos intersticios del poder; los peces son los que -a pesar de todo- hacen respirar la cultura de un país de una creatividad y riqueza admirables. ¡Cuánto nos duele ver a Argentina así, país hermano que nos ha abierto mundos y perspectivas! Hay una Argentina que hoy está llorando de verdad, la Argentina de los ciudadanos honestos, que ve en el suelo junto al cuerpo inerte de un fiscal, el alma de un país.

¿Qué arruina a un país?, ¿la riqueza fácil tal vez? ¿Y por qué una porción significativa del pueblo argentino terminó por entregarles el país, casi con resignación primero y después cinismo, a oscuras mafias disfrazadas de ideología?


Hay un momento en la historia de nuestros países, en que con el silencio cómplice, todos podemos ser parte del círculo vicioso de crímenes y mentiras. Es más fácil no ver, no denunciar, no decir.

Que un país con el capital humano y cultural de Argentina esté en esta trágica encrucijada es una señal de alerta para nosotros mismos, que nos hemos creído inmunes a la corrupción en el contexto de Sudamérica, pero que hemos visto cómo en las últimas semanas ha caído el velo que ocultaba la promiscua relación entre política y negocios. ¿Que aquí todavía no matamos a testigos y fiscales? Sí, es cierto, estamos todavía bien lejos de llegar ahí. Todavía. Pero no digamos “nunca”. Nadie está libre en el mundo de hoy de una gran descomposición en curso, que empezó hace mucho tiempo, cuando la política fue cooptada por el dinero. Ya lo dijo el poeta del Siglo de Oro español, Quevedo, “(...) pues que da y quita el decoro y quebranta cualquier fuero, poderoso caballero es don dinero (...) Madre, ¡yo al oro me humillo!” En el siglo XX, otro poeta, pero norteamericano, Ezra Pound, denunciaría qué pasa cuando la usura corroe la civilización, en su feroz poema “Con Usura”.


Falta escribir un poema sobre el efecto devastador de la mentira en la sociedad. Es la primera señal de que “algo huele mal en Dinamarca”. ¿No es preocupante acaso que algunos de nuestros senadores y ex candidatos a la presidencia hayan mentido y, ya acorralados, hayan dicho que lo que cometieron no fueron ilícitos, sino “errores”? Qué fácil cruzar la delgada línea roja por ambición o avidez. Cada cultura tiene su propio estilo para mentir. En Argentina -país de grandes narradores- se miente descaradamente y casi con estilo. Aquí se miente con un poco más de vergüenza (solo un poco), con cara de niños buenos, pero se miente.


Usura, mentira y política. ¿No estamos hablando en realidad de Ética? Para Aristóteles, el griego que pensó la política, ética y política iban juntas. En algún momento se separaron. Hoy el cuerpo de un hombre muerto se interpone entre ambas, como una grieta que sangra.


NOTA: Las imágenes y destacados no corresponden a la nota original.

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