En 1976, Michel Foucault propuso invertir la máxima de Clausewitz acerca de que “la guerra es la continuación de la política
por otros medios”, a una aseveración más controvertida, pero más apegada a
la dinámica social: “la política es la
continuación de la guerra por otros medios”. Esta afirmación es aplicada
totalmente por el Foro
de San Pablo, el que al momento de su fundación en 1990 tenía como
único miembro que ejercía el poder ejecutivo en un país soberano al Partido Comunista de Cuba. Veinte años
después la mayoría de sus miembros accederían mediante las urnas a ejercer el
gobierno en distintos países latinoamericanos o formarían parte de coaliciones
oficialistas, otros llegarían a ser primera fuerza de oposición.
Una vez en el poder,
iniciaron el plan del Foro
de San Pablo para destruir las Fuerzas Armadas de los distintos países
que controlaban. Ellas comenzaron a sufrir los embates de otro tipo de guerra,
más sutil pero no por ello menos destructiva: La Guerra Cultural.
En dicha guerra se
apropiaron de la política de Derechos Humanos, a través de ONG de izquierda, e
hicieron un verdadero negocio con dádivas estatales y donaciones internacionales,
especialmente de Europa.
En nuestro país el
líder del PRO, Mauricio Macri, denunció el “curro
de los derechos humanos”; lo primereó al Frente Renovador de Sergio Massa,
quién se vio obligado a salir a la palestra con un discurso similar.
Hoy les dejamos un
artículo de Antón Toursinov[1],
escrito en la República de Guatemala, pero fácilmente adaptable a nuestra
realidad cotidiana.
Sinceramente,
Pacificación
Nacional Definitiva
Por
una Nueva Década en Paz y para Siempre
LA
OTRA GUERRA EN LA GUATEMALA DE POSGUERRA
3 febrero, 2015
por Antón Toursinov
Las ONG
que encubren actos terroristas mientras reciben dinero de contribuyentes
europeos deben ser una precaución para Latinoamérica
Antón
Toursinov
El caso de los
nefastos resultados de la “paz”
guatemalteca debe servir de ejemplo a los países latinoamericanos, hostigados
por las guerrillas rojas que intentan legalizarse a toda costa. Los únicos objetivos de los terroristas
guatemaltecos, salvadoreños, colombianos, mexicanos, peruanos y de otros países
han sido llegar al poder para vengarse del propio Estado y sus fuerzas de
seguridad y, de paso, lucrar con la desgracia humana que los mismos terroristas
han sembrado.
En Guatemala en 1996
se firmaron los Acuerdos de Paz
bajo las condiciones chantajistas de la guerrilla. Los países europeos, siendo
garantes de estos acuerdos, insistieron en la creación de las organizaciones no
gubernamentales (ONG) dedicadas a la protección de los derechos humanos
—organizaciones no auditables y no fiscalizables— y se comprometieron a
mantenerlas económicamente a través de las donaciones.
Así, la “defensa de los derechos humanos” se ha
convertido en un negocio en este país centroamericano, pero un negocio
exclusivo de los exguerrilleros terroristas. Sin embargo, escondiéndose bajo la
piel de los “defensores” y
percibiendo millones de euros del dinero ajeno, los activistas de ONG siguen
sembrando el terror entre la población y continúan destruyendo la propiedad
pública y privada.
La “defensa de los derechos humanos” se ha
convertido en un negocio en este país centroamericano, pero un negocio exclusivo de los exguerrilleros
terroristas
Desde
principios de los años 90, los exguerrilleros han conseguido espacios en el
Gobierno y en la prensa nacional: entraron en la
Comisión de Esclarecimiento Histórico (CEH) y otras organizaciones semejantes
que “contabilizaron” sin ningún rigor
estadístico —o por lo menos hasta la fecha no lo han presentado— las 200.000 y
pico víctimas de la guerra civil, lo que horrorizó al mundo.
La información
sesgada sobre Guatemala les ayuda hasta la fecha a provocar más pena y lástima
en el extranjero, por lo que los ahora “defensores
de los DDHH” —los mismos terroristas de la época del conflicto— han logrado donaciones astronómicas.
Por ejemplo, entre 2007 y 2013, el Gobierno y ONG guatemaltecas han recibido
más de €135 millones de parte de la Unión Europea, entre otras donaciones.
Claro que el enfoque
mediático principal de la exguerrilla es la comunidad internacional. Las ONG,
al sembrar el terror y al perpetuar crímenes en Guatemala, crean la imagen de
la violencia desmedida y la violación de los derechos humanos y con eso logran
su objetivo: formar la opinión pública
internacional, arraigar las imágenes de los horrores de la miseria en Guatemala
en la mente del público de allá y asociar la palabra “Guatemala” con los conceptos de injusticia, irrespeto a los
derechos humanos y delincuencia en general. Todo ello permite aumentar el
flujo de las donaciones.
El caso más sonado en
las últimas semanas es el acto terrorista en el municipio de San Juan Sacatepéquez,
a escasos kilómetros de la capital guatemalteca.
En el lugar fueron
masacradas 11 personas (todos ellos campesinos indígenas). Se supo desde el
momento del crimen quiénes son los responsables: los mismos que se escudan bajo
el falso título de los “defensores de los
derechos humanos” —concretamente el Comité
de Unidad Campesina (CUC) encabezado por exguerrillero y beneficiario de las donaciones internacionales, Daniel
Pascual. El mismo CUC que quemó la Embajada de España en 1980 con múltiples
víctimas mortales. El mismo CUC que ahora es mantenido con el dinero
proveniente de España y otros países europeos— o mejor dicho, con el dinero de
los contribuyentes españoles y europeos.
A las ONG en
Guatemala les provoca rabia y odio la prosperidad ajena porque sería el fin de
sus negocios lucrativos de las donaciones internacionales.
Los
asesinados de la manera más brutal del pasado 19 de septiembre eran miembros de
las familias que trabajaban en la construcción de una planta cementera en la
aldea y conformaban un comité de las víctimas del terrorismo causado por las
ONG.
El CUC y demás ONG se ensañan contra las empresas (cementeras, hidroeléctricas,
mineras) y contra sus trabajadores, que operan en el país llevando el progreso,
generando empleo, construyendo escuelas y centros comunitarios, capacitando a
los trabajadores y a los vecinos de los lugares donde construyen sus plantas.
Sin embargo, a los “defensores de los
DD.HH”. Les provoca rabia y odio la prosperidad ajena porque sería el fin
de sus negocios lucrativos de las donaciones internacionales.
No obstante, hay
esperanzas de que todo esto no suceda en los demás países que deben tomar en
cuenta todos los errores cometidos en el proceso de la mal llamada “paz” en Guatemala. La comunidad internacional, sobre todo los donantes europeos de las
organizaciones guatemaltecas, deben estar conscientes de que están financiando
el crimen organizado y el terrorismo legalizado que van a seguir sucediendo
mientras exista este financiamiento.
Al fin, los
ciudadanos europeos tienen que exigir a sus Gobiernos la rendición de cuentas
del gasto de sus propios impuestos.
[1] Es doctor en Filología,
coordinador de los posgrados en Lingüística en la Universidad Francisco
Marroquín de Guatemala. Se dedica al análisis del discurso y al estudio de la
argumentación y manipulación en el discurso político.
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