"... hoy les seguimos cambiando
oro por cuentas de vidrios
y damos nuestra riquezas
por sus espejos con brillos"
oro por cuentas de vidrios
y damos nuestra riquezas
por sus espejos con brillos"
Amparo Ochoa
Los daños que el kirchnerismo ha
infligido a la Argentina son innumerables, pero esa vocación destructora parece
no tener fin. Después de haber desperdiciado, miserablemente, la mejor década
que deparara el escenario internacional en los últimos setenta años, dejarán al
país, al igual que sus mentores venezolanos y cubanos, con un cuarto de la
población sumida en la pobreza, con la corrupción rampante, con la educación en
decadencia, con la salud deteriorada, inmerso en el narcotráfico y la
violencia, con un nivel de inflación desconocido en el planeta, con una
sociedad agrietada y fracturada al extremo, con empresas y capitales que huyen
aterrados, sin instituciones y sin Justicia, sin agua corriente y sin cloacas,
sin caminos, sin energía, sin reservas monetarias, sin fuerzas armadas y con su
administración pública con cientos de
miles de empleados superfluos e impagables.
Pero, tal vez, lo peor de la
herencia serán los monstruosos pactos que la Presidente, sin dar ninguna cuenta
de ellos y manteniéndolos en secreto, continúa suscribiendo con China y con
Rusia, porque ellos significarán -si no son revisados de inmediato- el
sojuzgamiento de la Argentina y su transformación en una colonia, una factoría meramente
extractiva.
El Gobierno, siempre movido por
su afán de latrocinio y saqueo, ha decidido seguir adelante con la construcción
de centrales nucleares e hídricas de generación eléctrica, sobre las cuales no
se ha hecho estudio de factibilidad ni ambiental alguno. El mejor ejemplo de
ello son las represas rebautizadas como "Kirchner"
(¡cuándo no!) y "Cepernic",
ambas sobre el río Santa Cruz, que figuraban atrás de treinta proyectos
prioritarios, y a cuya dudosa capacidad efectiva de producción habrá que
sumarle el enorme costo de su conexión a la red troncal de distribución.
Los tiempos de construcción y
puesta en marcha de esos proyectos excederán en lustros, como mínimo, al
mandato del actual gobierno, y dejarán al país con monstruosas deudas con ambos
países, siempre dispuestos a financiar locuras a cambio del suministro de las
materias primas indispensables para sus propias economías, o para concesiones
soberanas que rozan el vasallaje. Venezuela y Ecuador han entregado a los
chinos, por décadas futuras, su petróleo, y muchos países del África
sub-sahariana están haciendo exactamente lo mismo con alimentos, energía y
minerales.
La matriz es muy similar a la que
Cristina y sus cuarenta ladrones están implementando para nuestro futuro
inmediato. A Rusia le interesa enormemente el abastecimiento de alimentos para
sortear el embargo internacional por su invasión a Ucrania y la posibilidad de
enriquecer uranio en la Argentina para triangularlo a Irán -¿recuerda el
memorandum y el asesinato de Nisman?- amén de los acuerdos políticos, que le
permitan participar en la mesa donde se juega el control del Atlántico Sur y de
la Antártida, y militares, para el suministro de material.
China, también con apetitos en
esos escenarios geopolíticos -como lo prueba la instalación de la base
científico-militar en Neuquén-, requiere alimentos para su creciente clase
media, cada vez más demandante por mejor comida, energía para su enorme
industria, y mercado para sus empresas de infraestructura de todo tipo.
Ante ambos gigantes, la Argentina
debe negociar inteligentemente, para agregar cada vez más valor -y más trabajo-
a sus productos exportables, pero sin por ello ceder soberanía ni posición
geoestratégica. Ello nos permitirá dejar de ser intrascendentes espectadores
para comenzar a ser actores en el escenario global.
En el caso chino es peor aún,
porque se encomendará la construcción de los proyectos a empresas de esa
nacionalidad, sin licitación alguna ni control de precios, y traerán para ello
trabajadores asiáticos que laborarán bajo legislación extranjera y hasta con
las normas ambientales de ese país, uno de los más contaminantes del planeta;
sus productos -trenes, etc.- nos serán vendidos sin transferencia de tecnología
y llave en mano.
El Gobierno, en cambio,
motorizado por su angustiosa necesidad de divisas para mantener la ficción
encarnada en el "relato" y
por su sempiterna apetencia por dineros mal habidos, está entregando en ambos
casos las joyas de la tatarabuela; la "maldición
de Malinche" se reitera siglos después, pero los espejitos de colores
son, en el fondo, los mismos.
Por nuestra parte, luego de haber
cedido la soberanía sobre los terrenos patagónicos donde se está construyendo
la base militar china, abriremos indiscriminadamente las puertas a productos
originados en ese país, que terminarán de destruir la golpeada industria
nacional. El colmo, y como simple botón de muestra, ha sido la importación de
¡durmientes de cemento! para el ferrocarril Belgrano Norte. Y todo ello por un
miserable intercambio de monedas para respaldar, artificialmente, a nuestro
quebrado Banco Central.
Cuando digo que existe otra
manera de negociar con esos países, me refiero, claro está, a una concepción
del mundo totalmente reñida con el imaginario kirchnerista, que lo observa con
anteojos que atrasan más de medio siglo. El Gobierno, después de romper todas
las alianzas regionales que hubieran sido ideales para negociar con el mundo,
cree que la guerra fría sigue vigente, y ha decidido embanderarnos con uno de
los imaginados polos contendientes. Pero la realidad es otra.
China y Estados Unidos son
competidores políticos y, a la vez, los mayores socios comerciales; el mayor
proveedor de patentes para el gigante asiático es Israel, amenazado por las
monarquías sunitas respaldadas por los norteamericanos que, a su vez, están amenazados
por los chiítas iraníes, a los cuales Rusia suministra material nuclear para
incomodar a Europa y a Estados Unidos. El subsidio al shale petróleo y al shale
gas producido en su propio territorio, apoyado en avances tecnológicos enormes,
ha permitido a los Estados Unidos golpear a sus competidores violentos, como
Venezuela, Rusia e Irán, y hasta a sus propios aliados, como Arabia Saudita o
Brasil, o excesivamente optimistas, como Argentina con Vaca Muerta.
Todo ese complejo panorama, y el
crecimiento enorme que ha registrado China en las últimas décadas, que le
permite soñar con llegar a ser la primera economía del mundo, han diseñado un
sistema multipolar determinado por alianzas y competencias económicas y
políticas, todas ellas tendientes a mejorar la situación de la población de
cada uno de los jugadores. Argentina, en cambio, bajo el mando de esta pandilla
de incompetentes e ignorantes, con una mentalidad cortoplacista determinada por
las urgencias de caja y de saqueo y con una secreta vocación de su jefa por
suceder a Fidel Castro como líder de la izquierda latinoamericana, ha
renunciado a cualquier actitud inteligente y patriótica -no patriotera-, nos ha
dejado sin carne y sin trigo, y está condenando a las generaciones futuras a
ser émulos de los tan falsamente exaltados pueblos originarios.
En estas condiciones, y como ha
sucedido con éstos en todas las latitudes, terminaremos siendo expulsados de
nuestra propia tierra, probando ante el mundo que no merecíamos tantos dones.
Punta del Este, 19 Abr 15
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
E.mail: ega1@avogadro.com.ar
E.mail: ega1avogadro@gmail.com
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