por Ricardo Angoso
@ricardoangoso
Hoy hace cien años, un 24 de abril de 1915, ocurrieron una buena
parte de las peores matanzas de armenios perpetradas por las autoridades otomanas
de entonces. El genocidio fue un plan sistemático, organizado desde el poder y
perfectamente detallado para eliminar
del territorio ocupado por el Imperio Otomano a toda la población armenia.
Las primeras matanzas comenzaron a finales del siglo XIX y el ciclo del terror
concluyó en 1923, una vez que ya se había constituido la nueva República de Turquía que fundara Mustafá Kemal Ataturk.
Ambos poderes, el otomano y el
turco, son responsables de estos luctuosos hechos. Según las fuentes históricas,
absolutamente rotundas y contundentes al efecto, murieron entre 1,5 y 2,0 millones de armenios. Muchos fueron
asesinados vilmente, otros salvajemente torturados, incluso quemados vivos, y
una buena parte de esas víctimas anónimas también se produjeron en las
caravanas de la muerte en las que eran expulsados los armenios que vivían en
territorio sirio. Aparte del mal trato dado por las autoridades y fuerzas de
seguridad turcas, muchos armenios murieron a causa del hambre, las enfermedades,
la sed, las epidemias y la extenuación después de andar centenares de
kilómetros en condiciones extremas. Al día de hoy, pese a que todas las
evidencias y crónicas históricas corroboran este horror del que fue,
seguramente, el primer genocidio de la historia, el ejecutivo de Ankara sigue negando estos hechos y Turquía,
oficialmente, tampoco reconoce el genocidio. Pretende presentar a estas
víctimas como fruto de los conflictos que vivió el país durante y después de la
Primera Guerra Mundial. Sin embargo,
decenas de países del mundo, entre los que destacan Argentina, Bélgica,
Francia, Rusia, Holanda, Uruguay, Venezuela, Chipre y muchos más en una lista
interminable, han reconocido el genocidio armenio y tienen previsto estar
presentes en las ceremonias organizadas por Armenia para rendir homenaje a las
víctimas de esta gran matanza que ya no se puede ocultar. Están previstos una
serie de actos culturales, políticos y religiosos, en los que las autoridades de Yereván pretender honrar
a aquellos que un día fueron víctimas de la intolerancia política y religiosa.
No olvidemos que la nueva República de
Turquía que fundara Atatürk se
asentaba en un proyecto de turquización de las poblaciones no turcas que vivían
en el país y que contemplaba, sin ningún rubor, la limpieza étnica de aquellos
territorios poblados por armenios, griegos y cristianos.
Este centenario del genocidio
armenio hubiera sido un buen momento para que Armenia y Turquía se hubieran
reconciliado, aceptado la realidad histórica y puesto fin a una controversia
que no beneficia, en nada, a los turcos. Si Turquía hubiera reconocido el
genocidio, algo que parece un asunto tabú en la política exterior e interior
turca, las cosas hubieran sido más sencillas para propiciar ese necesario
acercamiento entre ambos pueblos y haber puesto las bases para propiciar la
seguridad y estabilidad en el Cáucaso, una región en la que todavía quedan
muchos conflictos y contenciosos por resolver. Pero, en lugar de haber hecho un
mínimo ejercicio de autocrítica y reconocimiento de unos episodios terribles
que ocurrieron hace décadas, el presidente
de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, llegó a afirmar durante una campaña electoral
reciente: "No se imaginan las cosas
que han dicho sobre mí. Dijeron que soy georgiano... y hasta me dijeron cosas
peores: me dijeron armenio. Pero yo soy turco". ¿Se puede caer más
bajo?
CLARA RESPONSABILIDAD TURCA EN LAS MA-TANZAS INDISCRIMINADAS
Anécdotas al margen, la
responsabilidad de las autoridades otomanas y después turcas en estos hechos no
admite discusión. Las primeras persecuciones y ejecuciones masivas de armenios
comenzaron a partir de 1890 y tuvieron como máximo responsable al sultán Abdul Hamid II, presentado en la
prensa europea de entonces como el "carnicero
de los armenios", y terminaron aproximadamente en 1923. Se crearon
campos de concentración, se asesinaron a mujeres, ancianos y niños desarmados e
indefensos, se arrasaron los pueblos y se arrancaron hasta las cruces de los
cementerios. Se trataba de borrar una cultura que había vivido en esas tierras durante
centurias y se pretendía que no quedaran los restos, las pruebas irrefutables
de la presencia armenia, porque de aquello de lo que no queda ni siquiera un
fósil es que realmente podría no haber existido. Vivían en Turquía unos tres
millones de armenios y dos terceras partes murieron en el genocidio; el resto,
aproximadamente un millón de armenios, salieron del país para siempre y
conformaron la gran diáspora armenia que conocemos hasta el día de hoy.
Hay armenios en casi todas partes
del mundo, pero las grandes comunidades, que mantienen con gran vigor a la
cultura, la lengua y la religión de este pueblo milenario, se encuentran
ubicadas en Australia, Argentina, Bélica, Estados Unidos, Francia, Canadá,
Irán, Jordania, Líbano, Polonia, Siria, Brasil, Bulgaria, Grecia y Chipre,
principalmente. La diáspora, a falta de unos datos oficiales que cuantifiquen a
estas poblaciones, está compuesta, como mínimo, por seis millones de armenios y
podría llegar, según otras fuentes, a los diez millones. Si contamos con que
Armenia cuenta con apenas tres millones de habitantes, e incluso muestra tendencia
a la recesión demográfica debido a la crisis económica, la mayor parte de los
armenios vive en el exterior. En Turquía, aunque es muy difícil saber la cifra
real porque muchos se islamizaron y adoptaron nombres turcos, se cree que
podrían vivir entre 40.000 y 60.000 armenios, aunque las fuentes no son fiables
y algunos hasta elevan esa cifra.
Para concluir, hay que destacar
que en estos días el Papa Francisco,
en una audiencia pública, reconoció el
genocidio armenio y el dolor causado por las autoridades turcas de entonces
a dos millones de víctimas. La declaración, como era de esperar, provocó el
enojo de Turquía, la retirada del embajador turco de la Santa Sede y las
amenazas de Erdogan, que le ha dicho
al Papa que como vuelva a cometer
ese "error" se va a
enterar. Pero el Papa fue bien claro:
"La humanidad ha vivido en el siglo
pasado tres tragedias inauditas”, ha dicho. "La primera, la que es generalmente considerada el primer genocidio del siglo veinte fue el del pueblo
armenio. Las otras dos son el nazismo y el estalinismo".
La historia no se puede cambiar, ni alterar en beneficio propio,
tal como pretende Turquía. Hoy, como hace cien años, las espadas siguen en alto
y algunos siguen mostrando la misma falta de piedad de entonces. Qué tristeza.
FUENTE: Diario Correo Informativo N° 272.
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