por Ricardo Angoso
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@ricardoangoso
Tras haber sufrido
una cierta crisis en su liderazgo, sobre todo por las sanciones impuestas por
la Unión Europea(UE) a raíz del contencioso de Ucrania y su posición con
respecto a la defensa del régimen sirio, Rusia parece salir reforzada en la
escena internacional a merced de una serie de elementos fortuitos y cambios en
la escena internacional. El golpe de Estado (¿?) militar en Turquía, que ha
llevado al máximo líder de este país, RecepTayyip Erdogan, a buscar nuevos
aliados y recelar de Europa, el giro en la crisis siria, en que el régimen de
Bashar al-Asad sale cada día que pasa más reforzado y consolidado, y la
situación de Ucrania, cada día más volátil y de impredecibles consecuencias en
el corto plazo, han llevado a Rusia a un papel determinante en estos tres
escenarios y, quizá, a jugar un papel en el futuro mucho más protagónico.
Además, por ahora,
todo le sonríe a Vladimir Putin. Su principal enemigo en la UE, el Reino Unido,
ha votado recientemente a favor del Brexit, con lo cual es de suponer que en un
futuro se suavizarán las sanciones contra Moscú, y toda la oleada ultra del
continente, desde Marine Le Pen en Francia hasta Silvio Berlusconi en Italia,
simpatizan con el presidente Putin. También en Estados Unidos, en plena campaña
electoral para elegir el próximo inquilino de la Casa Blanca, las cosas le
pintan a bien a Putin, pues el candidato de los republicanos, el circense
Donald Trump, no oculta sus simpatías por el actual poder ruso y aprueba de una
forma rotunda sus formas de hacer de política y sus demostraciones de fuerza,
para gran enfado de los demócratas y muchos republicanos.
Rusia vive en uno de
sus mejores momentos en la escena internacional. A pesar de que la OTAN está
armando sus batallones de defensa en los países bálticos y ya se han desplegado
los famosos escudos antimisiles en Bulgaria y Rumania, para gran enojo de
Rusia, tres importantes aliados de los Estados Unidos en la OTAN se muestran
cada vez más condescendientes hacia Moscú y claros partidarios de un
acercamiento de la Alianza Atlántica hacia el gigante eurasiático. Se trata de
Grecia, Hungría y Turquía, tres naciones que en un futuro pueden jugar un papel
de "puente" entre la OTAN y
Rusia, aunque en el caso turco hay más de oportunismo que de apuesta
estratégica en su acercamiento a Putin.
CAMBIOS
ESTRATÉGICOS SIGNIFICATIVOS PARA EUROPA, ASIA Y EL CÁUCASO
Para Europa, la
presión a la que somete Rusia a Ucrania se hace cada vez más presente y
requerirá de respuestas en un futuro cercano. La anexión de Crimea y la amenaza
territorial a Kiev a través de las regiones del Este segregadas con la ayuda de
Rusia a los ucranianos, junto con una serie de provocaciones rusas en la "frontera" entre la península
anexionada y Ucrania, han vuelto a elevar la tensión entre las partes y casi
todas las iniciativas internacionales, tras la negativa de Rusia a sentarse con
las autoridades de Kiev, parecen condenadas al fracaso. Sin Putin no hay
solución a la crisis ucraniana.
Putin se está
comportando en la crisis con Ucrania como Hitler, inventándose supuestos
incidentes fronterizos de "terroristas
ucranianos" que intentarían cruzar hacia Crimea para cometer actos
violentos y desestabilizar a la nueva colonia rusa. Su actuación solo tiene
parangón con las invenciones alemanas previas al ataque militar a Polonia. Los
nazis, en agosto de 1939, apenas unos días antes de la ocupación de toda
Polonia, intentaron hacer creer al mundo que los polacos estaban invadiendo
Alemania; disfrazaron a unos soldados alemanes con uniformes polacos y prepararon
una farsa destinada a engañar a la comunidad internacional y justificar su
posterior agresión. Evidentemente, dadas las experiencias y los engaños de
Hitler a los dirigentes europeos de la época, nadie creyó a Alemania y comenzó
la Segunda Guerra Mundial.
El máximo líder ruso
desea una Ucrania débil, inestable, a merced de sus influencias, tullida
territorialmente -algo que ya ha conseguido- y alejada de la UE y la OTAN.
Intenta evitar a toda costa lo que pasó con la antigua Europa comunista y los
países bálticos, que una vez liberados de la tutela soviética pasaron a
engrosar la lista de miembros de la Alianza Atlántica en estrecha ligazón con
los Estados Unidos. No cabe duda de que Ucrania es una línea roja desplegada
por Moscú y que, por ahora, Putin tiene todo ganar en esa afrenta, mientras que
Europa todo que perder.
Luego está Asia,
donde Rusia se mueve lentamente pero sin pausa. El reciente acercamiento de
Rusia a China, uno más en la larga lista de encuentros y desencuentros
históricos entre las dos naciones, busca romper el aislamiento de Moscú,
encontrar nuevos socios comerciales distintos a los que hasta ahora habían sido
los tradicionales, como los europeos, y posicionarse como un actor de peso en
una región donde los Estados Unidos tuvieron un rol determinante y numerosos
intereses estratégicos, comerciales y políticos todavía.
El presidente ruso Putin con el iraní Rouhaní y el azerbaiyano Aliyev |
Finalmente, también
se detectan cambios en el Cáucaso y en las relaciones con Irán. La reciente
cumbre entre Rusia, Irán y Azerbayán en la capital de este último país, Bakú,
hacen presagiar grandes cambios. Aparte de intereses económicos y comerciales,
Rusia buscar ahora mejorar sus relaciones con los países del Cáucaso, algo que
ya ha conseguido en cierta medida con Georgia, pese a que tropas rusas siguen
ocupando los enclaves de Osetia del Sur y Abjasia, y trata de hacer lo mismo
con Azerbayán, país con quien mantenía ciertas tensiones a raíz del apoyo ruso
a Armenia en el contencioso de Naogorno Karabah.
Al parecer, Rusia,
contra todo pronóstico, presionará a Armenia para que devuelva a Azerbayán los
7.000 kilómetros de territorio azerí que ocupa desde los años noventa, cuando
comenzó la guerra de Nagorno Karabah, y busca una solución política a este
contencioso que dura ya un cuarto de siglo. ¿Qué podrá hacer la hasta ahora fiel aliada de Moscú,
Armenia? Pues más bien poco y, seguramente, si la presión es intensa, tendrá
que acceder a esa pretensión. El margen de maniobra es poco; la dependencia
frente al gigante ruso, muy grande. Sobre todo en armas y en apoyo político en
una región donde a Armenia le sobran enemigos y le faltan amigos. Veremos qué
pasa.
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