La
corrupción y los derechos humanos. Interacción durante el kirchnerismo.
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella,
especial
para JorgeAsísDigital
“Con
la izquierda adentro se roba mejor”, confirma la
Garganta.
Muchos que repudian
la corrupción estructural del kirchnerismo aprueban, en simultáneo, la política
implementada en el ámbito de los derechos humanos.
Cuesta asumir las
concepciones contradictorias del mismo gobierno.
El vicio de la
corrupción se ampara en la virtud humanitaria. Se complementan.
El propósito noble
del humanitarismo facilita el ejercicio del robo.
En síntesis: la
corrupción arrastra mala prensa. Pero la defensa de los derechos humanos genera
una loable aceptación social.
Arrebato
de genialidad
A esta altura de la
crónica debe aceptarse que Néstor Kirchner, El Furia, mantuvo arrebatos de
ingeniosidad.
Desde el poder
comprendió que, para recaudar en paz, por izquierda, debía conformar
precisamente a la izquierda. Integrarla.
Consta que la izquierda, en su versión progresista, solía
angustiar hasta la congoja a los gobiernos. Los acosaba con las clásicas
denuncias de los negociados.
Desde Página 12, por
ejemplo, los progresistas culturales despellejaron al menemismo.
Cierto intelectual
intolerable describió el trayecto de instalación de los escándalos:
“Pagina 12 inicia/
Clarín amplifica/ Mariano Grondona reflexiona/ Y después hay que aguantarse a
Cadorín” (por Atilio Cadorín, columnista extinto que escribía los domingos en
Nación, buena persona).
¿Y qué necesita la
izquierda para que no moleste?
Antes de indagar con
la pregunta, tal vez Kirchner ya conocía intuitivamente la respuesta.
La izquierda
reclamaba justicia, reparación histórica, reconocimientos morales, de ser
posible presupuestos y -sobre todo- presos.
Consta que como
gobernador de Santa Cruz, Kirchner jamás supo conmoverse con los pañuelos de
las Madres. Y se demoraba en los asados de los cuarteles.
Pero como presidente
debía diferenciarse del “caos heredado de
los años noventa, y de la entrega”.
Entonces le importó
un pepino la “cosa juzgada”. De un
sopapo acabó con la obediencia debida de Alfonsín y con los indultos de Menem.
Ocurría que los “represores” envejecían paulatinamente
libres. La izquierda y las organizaciones sociales acumulaban indignaciones.
Lo que Kirchner
entonces debía hacer estaba servido. Casi regalado. Y hasta había espacio para
la sobreactuación de bajar dos cuadros falsos, pero simbólicos.
Aparte, nadie iba a
protestar si se apresaba militares.
Téngase en cuenta que
el estadista se encontraba en la etapa de construcción del poder propio. Debía
desembarazarse de quien lo había instalado en la presidencia. Eduardo Duhalde,
El Piloto de Tormentas (generadas) desconocía que el Elegido distaba de ser
previsible, o simplemente controlable. Ni siquiera atendía la sabia
recomendación de Luis Barrionuevo, que con su serenidad habitual le dijo:
“El
Kirchner ese, acordate te va a c…”.
Aquel “Kirchner ese” ya estaba lanzado a la
pasión recaudatoria. “Para la política”,
siempre.
Nadie le oponía la
menor resistencia. Contaba con el apoyo del Grupo Clarín y de aquella popular
Radio 10. Tenía la calle controlada “con
las organizaciones”. Lo tenía a Hugo Moyano, El Charol, de socio. Y hasta
lo apoyaban los mismos comunicadores que hoy combaten a La Doctora (por piedad,
no mencionarlos), y apoyan (transitoriamente) a Macri.
Por si no bastara, El
Furia estaba protegido por el manto de los derechos humanos, que lo blindaba.
Era celebrado con énfasis por los empresarios de la construcción, y por los
empresarios de ramos generales. Entregados, en bloque, al keynesianismo que
instrumentaba el superministro De Vido, junto al Neolopecito. Constructores del
Sistema Recaudatorio de Acumulación (“para
la política”, siempre).
La
contabilidad del dolor
13 años después, es
Macri, Presidente del Tercer Gobierno Radical, el que condena, como
aquel Kirchner, el “caos heredado”.
Transcurre la plena
peste de transparencia (selectiva), que impulsan los grandes medios. Fueron los
que despertaron finalmente a los jueces que estaban pasados de melatol.
Hoy medios y jueces
combaten estoicamente la corrupción. Y escandalizan estéticamente con el
expresionismo de los corruptos. Produjeron el colorido Desfile de Modelos
iniciado con la Colección de Otoño, y que prosigue inalterable con la Colección
de Invierno. Aunque los bolsos y las excavadoras amenacen con agotar el impacto
en la sociedad.
Lo único que queda en
pie del kirchnerismo, hasta hoy, es la política de derechos humanos. Cabe
entonces el riesgo del esclarecimiento total.
Pero los temas
vinculados al ejercicio de la muerte y el calvario son más sensibles. No pueden
tratarse con la frontal bestialidad con que se trata el despreciable robo.
El primero en ser
doblegado fue Darío Lopérfido, un fusible administrativo de la cultura. Y por
el error táctico de haber impugnado la contabilidad del dolor. En el desborde
perdonablemente verbal de un reportaje olvidable de verano.
Pero después es Macri
quien se sumerge trivialmente en la confusión formal. Se enreda también con la
contabilidad perversa que ni siquiera quiere, para colmo, tratar. Se entierra
solo en el rubro menos tratable de “la
herencia recibida”. En una entrevista amable, como todas las que suelen
organizarle, para lucimiento personal, a través de colegas que le lanzan
preguntas cordiales como si fueran centritos. Para que Macri cabecee. De
palomita.
Aquí, los muchos que
celebran el desmenuzamiento activo de la corrupción, se abstienen de bancarlo a
Macri. Tal vez ni sospechan que corrupción y humanitarismo se retroalimentan.
Conste que desde el
portal se advirtió:
“Del
roban pero hacen se pasa al roban pero juzgan y castigan”.
Y para explicar las
sutilezas de la resignada compensación, también aquí se escribió:
“Robarán,
pero Videla murió en la cárcel”.
Política
de Estado
En “Presos de Lesa, tema tabú”, aquí
también se avanzó en la problemática de los 2.168 presos. Y de sus respectivas
familias.
Pero debe registrarse
otro dato que magnifica la cuestión tabú. El 97% de los militares apoya a
Macri. Con ilusiones que deben, por cautela, ocultar.
Significa confirmar
que el Presidente del TGR se dispone a complacer, según nuestras fuentes, al
electorado castrense. Por coherencia ideológica.
Lo sospechan los
muchachos que insultan a Macri por adelantado. Por lo que pueda, en realidad,
hacer.
¿Liberarlos? ¿Acabar
con los juicios?
Bastan los progresos en
materia salarial. La atención sanitaria más profesional para los presos, en el
Hospital Militar.
O mantener la
creciente tendencia a enviar, hacia la prisión domiciliaria, a los militares de
la tercera edad, que superan los 70 años.
Tampoco pasa inadvertida
la aprobación que tiene el ministro de Defensa, el radical Julio Martínez,
entre los cuarteles (y en los domicilios).
La izquierda
esclarecida, en este campo, no acepta cambios. Se dispone entonces a resistir
los avances que consideran, paradójicamente, retrocesos (justo cuando se
disponían a encanar lo poco que les faltaba: ir por los civiles).
En el universo
estricto de las organizaciones de derechos humanos se extiende la inquietud, el
veredicto: “peligra la política de
estado”.
Sin siquiera aceptar que
esa política fue instrumentada, en cierto modo, para recaudar sin culpas, en
paz.
Porque verdadera
política de estado era, en el kirchnerismo, la recaudación (por decirlo de
manera relativamente elegante).
Oberdán
Rocamora
para JorgeAsisDigital.com
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