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“Alguno, en
disenso, querrá recordarnos que estamos en democracia, sin observar que
nuestra democracia es muy sui generis: lloramos por las víctimas del
terrorismo en Europa, pero lanzamos flores al río reivindicando a los
terroristas locales.”
JORGE
MILIA.- Editorial Diario Castellanos
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Para el gobierno de
Cambiemos los muertos que Maby Picón arrastra en su dolor desde hace años -su
marido, el Capitán Viola y su hijita María Cristina de tres años, asesinados en
1974 por el ERP en Tucumán- carecen de importancia; peor aún, ni siquiera
tienen la identidad de símbolo que la izquierda y los cagones “bienpensantes” y políticamente
correctos -políticos y periodistas- les han dado a los terroristas muertos ni,
menos aún, la calificación de “juventud
maravillosa” que impúdicamente hoy ostentan los facinerosos sobrevivientes
cuando se pasean como querellantes junto con los alcahuetes de la secretaría de
derechos humanos en las tramoyas judiciales que monta la justicia federal; el
último invento de estos rufianes, la megacausa Operativo Independencia, es una
perversa forma de desprecio a los deudos de las víctimas ya que los asesinos
del Capitán Viola y su hija se abrazan en la querella con los funcionarios
mandados por Avruj.
Pero esta ofensa no
se circunscribe a una sola madre y esposa, ésta multiplica padres, hijos,
hermanos… por lo menos por mil noventa y cuatro veces que es el número de
asesinados por el terrorismo en la Argentina y a los que deberíamos sumar a
aquellos que sobrevivieron a los atentados pero que quedaron con secuelas
irreversibles por las heridas recibidas. De ninguno de estos se habla, cargan
con ellos cualquiera de los sambenitos infamantes que las “orgas” de derechos humanos les han adjudicado: ser de derechas,
ser milicos, oponerse a la “revolución”
o simplemente arrastrar la mala suerte de haber pasado por el lugar equivocado
a una hora desafortunada. Nunca esperemos que un político o un periodista
hablen de ellos, son brasas ardientes recuerdo de una parte de la Argentina que
hizo del ejercicio de la muerte una sinrazón absoluta y que queman las manos de
los cobardes que defienden a los muertos que los mataron o que callan
vergonzosamente dando a entender con sus silencios comprados que en la
Argentina hay muertos y muertos…
La única realidad que
nos muestra hoy la Argentina es que en este tema nada ha cambiado, aún seguimos
arrastrando la teoría que una pareja de malandrines pergeñó para robar con
tranquilidad: que se necesitan los fueros que da la izquierda.
Se sigue ocultando
que la subversión mató sin asco a otros argentinos y se calla de manera
pusilánime el hecho que de haber triunfado ésta hubiera convertido a nuestra
tierra en una fosa común desde la Quiaca a Ushuaia. Por eso, la guerra contra
la subversión es negada y tergiversada utilizando presunciones falaces,
soslayada por puro oportunismo y apuntalada por un poder judicial cobarde y
prevaricador. Visto de esta manera, es estúpido sorprenderse porque el
presidente diga que desconoce cuántos terroristas desaparecieron en la “guerra sucia”, “ignorancia” y afirmación que enoja a los dueños de los derechos
humanos y hace que asuste y ponga a prueba la debilidad de esfínter de los
muñequitos de torta que juegan de “guardaespaldas
intelectuales” como son Peña, Garavano, Vidal, Avruj y otros tantos que,
perteneciendo a las corporaciones política o periodística, ensucian sus
calzones y agachan la cabeza si la desquiciada Bonafini, (Macri dixit), los
mira torvamente o si la gerente comercial del “emprendimiento Abuelas” se siente ofendida porque cree que estos
pobres tipos -los funcionarios de Cambiemos- realmente se animan a pensar que
sus hijos fueron realmente lo que fueron: asesinos y terroristas.
Estos hechos suceden
en el país porque hemos permitido, como sociedad irresponsable y cobarde que
somos, que se bastardearan conceptos elementales. Conceptos con los que en
ningún lugar del mundo nadie se anima a jugar -salvo en aquellos dominados por
Dáesh o Boko Haram- pero a los que aquí hemos teñido de una ambigüedad que los
banaliza de manera rastrera: decir que se está por los derechos humanos
mientras desde el 10 de diciembre más de veintisiete ancianos han muerto en los
penales federales en situación de abandono producto de una cruel venganza, es
reírse del derecho de gentes; decir hoy y acá -con 7.459 muertos, de los cuales
por lo menos el 60% cayó en combate- que la guerra contra la subversión fue un
genocidio es reírse descaradamente de seis millones de judíos o de un millón y
medio de armenios, seres pacíficos que jamás levantaron un arma contra los que
luego los mataron y que fueron eliminados por puro odio en condiciones mucho
más infames; pero esto es lo que sucede en la Argentina “democrática” donde si uno piensa que los desaparecidos no son
treinta mil debe abandonar cualquier aspiración política por más capacidad que
tenga, ya que las matriarcas -y también los vividores- de los “derechos humanos” le saltarán al cogote
y algún miedoso jefe de gobierno lo sacará arteramente de circulación.
Digamos las cosas
como son. Primero, que los argentinos asesinados por la subversión son parias
por los que ningún presidente argentino tirará una flor al río, y segundo, que
aquellos que combatieron a la subversión deben morirse de mala muerte en las
sucias mazmorras federales porque hay mucho dinero en juego en este curro como
para que los que puedan perder este “yeite”
se queden callados. Ellos no han perdido las esperanzas de continuar el negocio
porque en verdad el gobierno ha comprendido bien que el “manoseo amoroso” de muertos de izquierda da fueros y tranquilidad
y lo que realmente importa en este tema con el que muchos lucran desde hace
cuarenta años es seguir con esta farsa aunque para eso la muerte ya haya
cosechado más de veintisiete vidas de cautivos desde que la “transparencia” se hizo con el gobierno
nacional.
FUENTE: https://www.informadorpublico.com/opinion/los-esfinteres-incontinentes-del-gobierno-de-cambiemos
NOTA:
Las imágenes no corresponden a la nota original.
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