Es necesario que,
además de darse solución a la escasez de armamento, navíos y aeronaves, cese la hostilidad cultural hacia los
militares argentinos
En la tradicional
comida anual de camaradería de las Fuerzas Armadas, el presidente Mauricio
Macri se abstuvo de formular mayores precisiones sobre algunos de los
lineamientos que ya había trazado en temas ligados a la defensa nacional. Sin
embargo, fue suficiente con lo expuesto para que se confirmaran los aires
renovados que parecen soplar desde el Gobierno en tan delicada materia.
Atrás
deberían quedar 12 años de olvido y humillación a los que se sometió deliberada
e injustamente a la actividad militar. No correspondía que
sus miembros se vieran obligados a pagar el sometimiento al que generaciones
anteriores redujeron en más de una oportunidad las libertades públicas en el
siglo XX. Sólo después de que el presidente Néstor Kirchner llegó, en 2003, a la
Casa Rosada, se supo con claridad cuál habría de ser su política en relación
con las Fuerzas Armadas. De ver la luz la reconstrucción histórica de los días
que precedieron a su asunción, seguramente sabríamos que vaciló más de lo que
resulta hoy imaginable respecto de la dirección que tomaría en aquellos
asuntos. Como presidente electo han de haber gravitado en Kirchner algunas de
las consideraciones que lo habían llevado a establecer, como gobernador de
Santa Cruz, relaciones que los militares calificaban en su tiempo de
inmejorables con las autoridades de esa provincia. Tampoco debe perderse de
vista que su hermana, la actual gobernadora, integró una de las
administraciones del período militar.
Primaron luego en él
y en su heredera otra sensibilidad sobre los temas militares. Pero el Estado
argentino no podía renunciar a contar, de manera apropiada para los intereses
nacionales, con los instrumentos validados por la Constitución nacional para su
defensa.
La
subversión había sido en la Argentina, tanto como en casi todos los otros
países de la región, un fenómeno signado por la Guerra Fría.
De igual manera, la manifiesta ilegalidad de los recursos utilizados por los
militares para combatirla, después de haber sido exhortados, es cierto, a la "exterminación" y al "aniquilamiento" por los
presidentes constitucionales Juan Perón e Isabel Perón, repercutió
internacionalmente. Un decreto del kirchnerismo redujo la esfera de actuación
de las Fuerzas Armadas ciñéndola a casos de agresión por efectivos regulares de
otro Estado.
De modo que cuando
Macri anunció, en aquella comida, que espera contar con la participación de las
Fuerzas Armadas en el control de fronteras, en la logística de la lucha contra
el narcotráfico y en situaciones de emergencia por catástrofes naturales, las
tuvo en cuenta como instituciones de la Constitución. La Nación informó sobre
una retomada costumbre de concretar experiencias conjuntas de militares,
efectivos de seguridad y policías provinciales en Misiones, provincia donde
convergen tres jurisdicciones nacionales. Para enfrentar apropiadamente los
conflictos que atenazan al mundo se requiere una legislación actualizada, con
participación de todas las representaciones partidarias, de lo que es la
defensa nacional.
En los últimos meses,
el Poder Ejecutivo ha reducido la brecha entre las remuneraciones del personal
militar en actividad y el retirado. El ministro de Defensa ha anunciado, por su
parte, la apertura de un crédito por 1400 millones de pesos para la
construcción de viviendas para efectivos de las Fuerzas Armadas. Son pasos
dirigidos a atenuar discriminaciones que han sido evidentes en todos estos
años. El país no puede seguir
desatendiendo las necesidades profesionales básicas del Ejército, de la Armada
y de la Fuerza Aérea.
A
la escasez notoria de armamento, navíos y aeronaves se suma una preocupante
hostilidad cultural hacia las Fuerzas Armadas cultivada desde ámbitos
académicos y de comunicación del propio Estado.
Un estudio sociológico sobre los reclutamientos en las Fuerzas Armadas de hoy
seguramente revelaría descarnadamente que atrás quedó la búsqueda de prestigio
profesional y social para simplemente procurarse un espacio donde dormir y
comer. ¿Seguimos contando, por ejemplo, con la oficialidad pluriclasista que ha
estado en la base de nuestras tradiciones militares? Las Fuerzas Armadas
pierden periódicamente algunos de sus mejores hombres porque encuentran un
mayor reconocimiento a su talento y habilidades específicas en la actividad
privada. El presupuesto nacional dispone hoy para ellas el 0,8% del PBI, frente
al 1,3% que se les asigna en Brasil y el 2% de Chile.
Deberán los
legisladores resolver una infinidad de materias, que van desde los
compartimientos estanco que atentan contra la economía de recursos y la
armonización de esfuerzos hasta la recuperación del control democrático de
nuestros espacios terrestres, marítimos y aéreos. Celebramos también que los
Estados Unidos hayan autorizado la venta de 24 aviones destinados al control de
vuelos del narcotráfico.
Entretanto, los
desfiles por el Bicentenario han puesto claramente de manifiesto los profundos
sentimientos que las Fuerzas Armadas despiertan en la ciudadanía. En el orden
interno se ve así curiosa y gratamente revalidado el respeto que supieron
ganarse en el plano internacional por su desempeño en gestas como las de las
Malvinas y en misiones de las Naciones Unidas.
NOTA:
Las imágenes y destacados no corresponden a la nota original.
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