viernes, 27 de febrero de 2015

CARTA ABIERTA A LOS DIPUTADOS Y SENADORES DE LA OPOSICIÓN

Algunos miembros de la oposición

“El más terrible de todos los sentimientos
es el sentimiento de tener la esperanza muerta”
Federico García Lorca

Lo peor de esta década no ha sido el kirchnerismo - banda intrínsecamente rufianesca de la cual solo se podía esperar el  atropello más vil y la mentira más abyecta- sino aquellos que a lo largo de estos años por debilidad, avaricia y réditos espurios solo mantuvieron el nombre de oposición pero se convirtieron en cómplices.

El argumento que han dado siempre -la defensa de la democracia- de tan pueril pasa a la categoría de estúpido porque tuvieron veinticinco años para crear una democracia moderna y enseñar al pueblo que la democracia es mucho más que votar y hacer algaradas chapuceras,  pero prefirieron quedarse en un simulacro tonto creyendo que con solo declamarlo la democracia curaba, educaba y daba de comer.

Ese, y no otro, fue su cometido desde 1983. Se sentaban en sus butacas creyendo -desde la tosquedad de sus cerebros- que eso era para siempre. Que la vida se daría en repetidos almanaques donde en caracteres mágicos estaban las elecciones, efemérides y algún que otro juego electoral que no alterara lo que suponían eterno.


No fueron capaces de ver que el agua les llegaría al cuello, que una banda sin principios ni moral iba a jugar un juego donde ellos eran jueces, jugadores y barrabravas, todo al mismo tiempo, y que esa palabra que siempre denostaron, mercado, les regalaría a los vándalos miles de millones de dólares a partir de un yuyo.

Pero, en el drama que empezaba en 2003 a ustedes también los facinerosos les habían adjudicado un papel, iban a ser los “ellos” de la división irreconciliable que instauraron para dividir a los argentinos, y por ser los “ellos” durante once años han sido -agachando la cabeza- funcionales al odio y a la violencia que emanaba de unos individuos que necesitaban hacerse perdonar un pasado de usureros inventando una fábula de heroísmo que nunca existió.

Solo han sido ustedes inquilinos de butacas parlamentarias desde las que han engañado sistemáticamente al pueblo pretendiendo ser una oposición que nunca fue, reclamando sin convicción la pervivencia una República de la que sabían que los dueños del poder, desde el primer día, habían decidido subastar en su provecho.

A todo eso se prestaron porque sabían que, si algo no les convenía perder era esa infinitesimal porción de albedrío con la que se engañaban y engañaban; esa que les hacía creer que eran alguien cuando ni siquiera tenían permitido ser parte de los salteadores. Eran -lo son aún- simplemente las sombras que en la noche posterior a la batalla despojan a los muertos de sus pobres pertenencias.


Ustedes, en su odio o en su miedo, contribuyeron a desguazar la Constitución Nacional para permitir la venganza más siniestra que ha conocido la Argentina porque en aras de ser “simpáticos” más que republicanos colaboraron con entusiasmo para que la verdad y la justicia quedaran de lado aun sabiendo que esto llevaría a la República a una espiral creciente de inmoralidad.

Es así que, gracias a sus actitudes, el gobierno ha logrado que no nos escandalicemos ante un timador que juega de vicepresidente o nos importen poco los enjuagues inmobiliarios -en la exacta relación que la palabra enjuague tiene con el verbo lavar- de la familia presidencial. Pero quédense contentos, bien pueden arrogarse el mérito de haber colaborado para que en la justicia argentina la conjunción de la prevaricación y la mentira fuera una política de estado, quizás la única política de estado que un gobierno corrupto fue capaz de implementar en once años.


Son tantos los ejemplos de agachadas y dobleces que nos han dejado, “opositores”, que sería imposible en pocas líneas hacer un inventario de ellos. Claro que aún en estos menesteres han mostrado virtudes pérfidas, sus actitudes furtivas con pretensiones de discreción democrática  los ha mantenido activos y han sabido contarle a ese pobre pueblo con el que se llenan la boca -literalmente, pues comen de él- un cuento guarango de democracia nutritiva, curandera y sabihonda que en nada envidia, excepto en los beneficios obtenidos, al verso rantifuso que nos endilgan casi a diario por la cadena nacional.

Dentro de unos días, cuando llegue el 1° de marzo van a pasar -una vez más y agachados por costumbre- bajos las horcas caudinas del ninguneo y el desprecio que reflejan con meridiana claridad lo que en verdad ustedes han sido para quienes se hicieron con el poder hace once años, unos pobres tipos que ni siquiera tuvieron identidad de enemigos, solo el “ellos” referencial que los habilitaba -a veces, solo a veces y en cosas sin importancia- a una caridad de mendigos.

Quizás sería bueno que no asistieran el 1° de marzo al inicio de las sesiones legislativas del kirchnerismo. Sería un gesto de increíble dignidad -increíble por ser ustedes lo que han sido- dejar en soledad a los falsarios que destrozaron la República.  Pero no, es seguro que ya tienen para contarnos un cuento que justifique el porqué de seguir siendo funcionales a un  gobierno que hizo de la ruindad una política de estado.

Jose Luis Milia

NOTA: Las imágenes y destacados no corresponden a la nota original.

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