En todos los
tiempos y bajo casi todos los gobiernos, en nuestro país, se cometieron y
denunciaron irregularidades, dilapidaciones y negociados. ¿En qué gobierno no
se distribuyó publicidad oficial o sobres rebosantes de billetes para comprar
voluntades legislativas, periodísticas, o judiciales? Ningún sistema político
ha podido evitarlos, como no es posible impedir por ahora, la delincuencia, la
corrupción, el narcotráfico, o el vicio.
Todo lo que he
escrito, en estos últimos dieciocho años, lo he hecho desde un espíritu
crítico, vigilante y esclarecedor, conocedor de los personajes que describía y
su entorno.
Traté, con mis
reconocidas limitaciones, de explicar cómo se había gestado y hasta donde se
había ejecutado el plan del matrimonio Kirchner. Señale sus propósitos, sus
complicidades, sus colaboradores, sus métodos de corrupción y propaganda, sus grandes
negociados, irregularidades que abarcaban todos los ámbitos de la actividad
administrativa a nivel nacional, provincial y hasta municipal.
A través del
correo electrónico traté de hacer conocer, con suficientes elementos de juicio,
hasta donde habían alcanzado a dañarnos material y moralmente, tanto ellos,
como la facción de sus operadores enquistada en el Honorable Congreso de la
Nación, en la Justicia, y en su gabinete de ministros, poniendo al descubierto
la obra nefasta realizada con recursos de la Nación y los que la ejecutaron y
medraron con ellos.
Señalé, en un
artículo difundido con la llegada del “casal
de pingüinos” al poder, que, cuando el pasado no lo es del todo y se
confunde con el presente, la pasión excede, de tal forma, a la razón, esta se
escurece.
Los titanes de
nuestra independencia, sacrificaron bienes y vida para legarnos el país que nos
dejaron. La banda venida del sur, sacrificó su tiempo en aras de un ideal más
lucrativo: acrecentar y atesorar a como diera lugar sus bienes.
Tanto Néstor
Kirchner como ahora su viuda, Cristina Fernández de Kirchner, mientras a su
tiempo ejercieron el poder, dijeron de mil modos lo que pensaban y querían que
el país creyera. Por distintos medios de comunicación social y por la cadena
nacional de radiodifusión, mintieron acerca de nuestro pasado, de nuestros
problemas presentes y hasta de sus propias realizaciones.
Nada hicieron sin
un plan trazado previamente. Sabían ellos, en su despreciable espíritu de
venganza, del temor social frente al autoritarismo; conocían por experiencia
propia que la conciencia nos vuelve cobardes (o sumamente prudentes) y la
reacción natural ante la violencia política es el miedo.
Todo lo prepararon
para ser obedecidos y temidos, dominaron al
pueblo por el apriete o el temor a ser agredido. Nunca confiaron en la ley, ni
tampoco en los hombres que los rodeaban, convencidos en que los abandonarían no
bien comenzaran los problemas.
Sabían, entonces,
que se sostendrían por el temor, la corrupción, las mafias de la efedrina, el
narcotráfico, y la mentira. Organizaron, puntillosamente, un sistema de intimidación
individual y colectiva disponiendo, para ello, del espionaje, la delación, la
cooptación, el sometimiento, la obsecuencia y la “eficiencia” de una facción de
inteligencia que ejecutaba los trabajos de zapa contra el que se le ponía en
contra.
Organizaron en la
SIDE (después SI) una verdadera corporación informativa con la cual explotaron
las “noticias” en el momento
oportuno; a través de los distintos servicios de inteligencia reunieron
antecedentes políticos y personales de distintas personalidades que no los
apoyaban, para neutralizarlos, ridiculizarlos e intimidarlos cuando fuere
oportuno; dificultaron hasta anular las actividades comerciales de consorcios,
monopolios y/o personas que sindicaron como enemigos.
La verdad es que
muchos gobiernos supieron tener defectos, pero nunca tantos vicios como el
actual.
La norma de “Educar al Soberano”, fue aprovechada en
beneficio de la Cámpora y el gobierno kirchnerista para torcer las corrientes
históricas argentinas. No tuvieron ni quisieron tener vínculos con nuestro
pasado fundado en la libertad y la democracia.
Pretendieron
construir una “nueva Argentina” cuya “doctrina” fue concebida, difundida e
impuesta por los Kirchner; deseaban unir a todos los ciudadanos en un pensamiento
común, único, aportado por el Estado, del cual ellos era su encarnación.
Comprendieron la
importancia que para su afirmación y perpetuación tenía la enseñanza en sus
diversas etapas, y la emprendieron con los planes de estudio; con el cuerpo
docente (fundamentalmente con aquellos que, “tendenciosamente”,
se opusieran o se apartaran de los principios establecidos en los planes); con
los gremios que agrupan a los docentes; con las agrupaciones estudiantiles;
etc.
Nada escapaba a
nuestra “genial conductora”, “hada buena”, “la dulce”, “la amiga de los
pobres y sostén de los ancianos”, “la
humilde”.
La misma suerte
corrieron las instituciones de la cultura.
Lugar donde se
pensara, se reuniera, se debatiera ideas, o se conversara, era visto por los
Kirchner como enemigos potenciales, desestabilizadores, o complotadores.
Durante más de un
decenio el país ha visto, escuchado y, lamentablemente consentido, como nos
fueron cercenando una a una nuestras libertades; fuimos empobrecidos material y
culturalmente; nos han mentido y humillado como pueblo.
Hoy nuestra
sociedad luce cada vez más fragmentada, más dividida y desintegrada.
Nuestra brillante “estadista” fue desconociendo,
sistemáticamente, los sacrificios efectuados por nuestros antepasados para dar
forma a la Nación y al alma del pueblo; reemplazó la solidaridad, estimulando
el odio, el rencor, el revanchismo, la inconsistencia y la ignorancia.
Mintieron y
engañaron “por necesidades tácticas”.
Denigraron nuestro
pasado histórico.
En las paredes de
la Casa de Gobierno, en la galería de los Patriotas Latinoamericanos, colgaron
retratos del pasado violento como el de Ernesto “Che” Guevara de la Serna, para que las jóvenes generaciones
consuman su relato y su propaganda relacionada con “el héroe de aquellos tiempos”.
Nuestra democracia
fue atacada por todos los flancos.
¿Cómo explicar la
aparición de la pareja sureña la que, con poderes más o menos absolutos cedidos
por un parlamento complaciente y servil, fue dominando al país, cuando
ciudadanos más o menos perspicaces sospecharon desde el primer instante que el
FPV estaba integrado por una mezcla de aventureros y frustrados terroristas
devenidos en ambiciosos fenicios, que aportaron a los sureños su “solidaridad revolucionaria”?
El discurso del
Dr. Eduardo Duhalde con aquello de “no
apoyar a Kirchner es traicionar a la patria” hizo creer lo contrario,
cuando en realidad se trataba de una verdadera “tendencia” antidemocrática.
Una vez en el
Poder, tanto Néstor como ahora su viuda, supieron hablarle a las masas
seduciéndolas, exaltándolas, corrompiéndolas, hasta someterlas.
Ególatras y
narcisistas ambos, actuaron y se veían actuar con intima e infinita
complacencia.
Necesitaban hablar
de sí mismos, aunque con fingida modestia empleaban el “nosotros”, que servía para complacer a los aplaudidores y a quienes
los seguían; “nosotros hemos hecho…”,
“nosotros hemos pensado…”, “nosotros hemos conseguido…”, excitando
el disconformismo y provocando el resentimiento contra los “otros”.
Las frases de
ambos, de tono sentencioso, eran fáciles de asimilar y repetir, glorificando a
los “creadores de la nueva Argentina”,
la de la obsecuencia ilimitada enquistada en el poder.
Néstor Kirchner
hasta dio su nombre a calles, museos, escuelas, hospitales, represas, etc.
La consecuencia de
esa predica, profundizada en la gestión de Cristina fue, en primer lugar, el
recelo de la ciudadanía respecto al pasado nacional y, por tanto, el vínculo
existente entre las sucesivas generaciones argentinas, en segundo término, la
oposición a los restantes sectores del país sindicados como “complotadores”, “desestabilizadores”, “puta
oligarquía”, “genocidas”, etc…
El pueblo fue
amordazado en nombre de la libertad; la ignorancia y la obsecuencia hicieron el
resto.
…Y la desunión se
fue profundizando.
Todos sin querer o
queriendo fuimos actores y testigos de los hechos narrados y nada de lo que ha
ocurrido nos es ajeno.
Seguramente,
muchos de mis amigos, se impacientaron por mi franqueza cuando les decía que se
estaba privando a la ciudadanía de sus primordiales derechos, que estaban
estimulando el peculado para esquilmar la riqueza individual y familiar, fruto
de nuestro trabajo.
Que debíamos
descubrir para poder extirpar hasta donde fuesen posibles tanto los gérmenes
del oprobio, como los de la corrupción, tanto del que corrompió, como del que
aceptó la coima, y exhibirlos ante la comunidad y acusarlos ante la justicia
para que se haga justicia.
Tanto la historia
como la justicia juzgará muy próximamente sus acciones y omisiones; seguramente
señalará sus yerros y complicidades, dirá de sus “descuidos” y cobardías, porque personalmente no creo que el país
se haya resignado al silencio.
EN CUANTO PUEDA
HABLARÁ, y no falta mucho tiempo para que podamos narrar y juzgar SINE IRA ET
STUDIO los negociados de la “década
ganada”, Y NO ES UNA SENSACIÓN.
Después de tantos
sufrimientos padecidos, me anima la esperanza de que el próximo gobernante sea
verdaderamente republicano; que respete desde el Poder Ejecutivo la
independencia de los tres poderes; que sea verdaderamente federal; que permita
que las provincias ejerzan su autonomía mediante la disposición de sus
recursos, no por gestos magnánimos del poder central, sino por propio derecho materializado
en una ley de Coparticipación Federal.
Deseo un próximo
presidente cuya decencia este expuesta a flor de piel para que pueda reintegrar
las condiciones de moralidad, honestidad y prestigio que supo caracterizar el
ejercicio de las funciones en la administración pública.
Que sea alguien
que, a priori, luzca capacitado para el ejercicio de la primera magistratura y
adopte decisiones y políticas nacionales, resultado del análisis, consultas y
reflexiones previas; que sepa rodearse de colaboradores con experiencia e
igualmente decentes y preparados para el cometido que se les encomiende.
Deseo un presidente
que, despojado de conceptos facciosos, nos acerque y sepa interpretar que la “UNIÓN NACIONAL” es una necesidad
imperiosa. Que sea capaz de encauzar este desmadre moral, social, económico y
político que padecemos hoy los argentinos.
Creo que ha sido
una dura experiencia la que estamos viviendo que nos ha servido no solo para
conocer el inmenso valor de los bienes y prestigios perdidos, sino para
saberlos recuperar y resistir en un futuro cualquier otro intento de dominación
política como el actual.
La limpieza de los
gérmenes de la corrupción, el oprobio y la violencia debe ser TOTAL.
Nuestros
compatriotas injustamente perseguidos, detenidos y mal juzgados, seguramente
volverán a ocupar, por la gravitación de sus propios merecimientos (¿acción
reparadora?), el lugar que les corresponde en nuestra sociedad.
Hicimos lo que
estuvo a nuestro alcance para que lo que ocurrió, no hubiera ocurrido y, en
alguna medida, al menos me da un consuelo, a otros les habrá de remorder la
conciencia el no haber hecho nada por nadie, pudiéndolo hacer.
Les pido a todos
que no oculten SU VERDAD.
Convoquémonos para
limpiar al país del barro amasado durante esta trágica “década ganada”.
Devolvamos a la
Nación la plenitud moral y jurídica que nunca debió perder.
¡Piénselo y obre
en consecuencia!, no se arrepentirá para nada.
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