Domingo 12 de
mayo de 2013 | Publicado en edición impresa
El escenario
Por Joaquín Morales Solá | LA NACION
El país está flotando sobre
una crisis institucional, latente y peligrosa. La desataron funcionarios
cristinistas que acorralan a los jueces y al periodismo independiente. Un
conflicto entre el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial es inminente. El Grupo
Clarín podría ser intervenido en las próximas horas y parte del paquete
accionario de Papel Prensa sería confiscado en pocas semanas. Es la expresión
más cabal del terrorismo simbólico de un Estado cuyas autoridades nacieron
democráticas.
La Argentina cristinista ya
pertenece por derecho propio a un exótico club de países latinoamericanos
(Venezuela, Ecuador y Nicaragua, sobre todo), que se propuso cambiar la cultura
democrática, el sistema político y las reglas del juego con votos conseguidos
con otras promesas.
Cuentan las pocas voces del
oficialismo que hablan que fue Cristina Kirchner, no otro funcionario, quien
ordenó cada una de las cosas que sucedieron en los últimos días. Algunos
escribidores suyos, pocos, son los encargados de darles luego a esas órdenes un
relativo contenido legal. La Presidenta está cada vez más aislada, perseguida
por la conspiración supuesta de muchos fantasmas, con poco diálogo con sus
propios funcionarios, acorralada por denuncias de corrupción y sitiada por una
crisis económica que sus ineptos colaboradores no pueden resolver.
Ha decidido cambiar los jueces,
los únicos que hasta ahora le han puesto ciertos límites, y cerrarle la boca al
periodismo independiente, que exhibe el lado oscuro del cristinismo.
Ese lado en el que la Sierra
Maestra de sus jóvenes naufraga entre euros mal habidos y el blanqueo de
dólares evadidos o corruptos. Resolvió sobrevivir asestándole un golpe
dosificado, pero constante, al Estado de Derecho.
La confiscación de acciones de
Papel Prensa propuesta por los diputados Carlos Kunkel y Diana Conti pasó,
indudablemente, por la autorización presidencial. Es el final de un largo
proceso en el que fracasaron todos los intentos anteriores del Gobierno para
controlar la única fábrica argentina de papel para diarios, propiedad
mayoritaria de los diarios LA NACION y Clarín.
Denuncias de delitos de lesa
humanidad en el trámite de su compra inicial que eran meras calumnias. Ningún
juez avaló esas denuncias y hasta los fiscales prokirchneristas se encontraron
sin pruebas. Dos intervenciones judiciales que terminaron con los interventores
enfrentados con Guillermo Moreno. Relevo de la conducción de la Comisión
Nacional de Valores para ejercer una insoportable presión que también fue
estéril. El propio Moreno le ofreció a LA NACION, en su momento, la compra de
sus acciones para que el Estado se hiciera de la mayoría de la propiedad de la
empresa papelera. Sin ningún respaldo legal, el cristinismo está a punto de
controlar la producción nacional de papel para diarios y la importación de ese
insumo básico del periodismo gráfico.
El Gobierno no pudo conseguir
nada por vías más o menos legales para cumplir el viejo propósito de Moreno:
Hay que bajarle el precio a Papel Prensa y luego hacerla nuestra, dijo poco
después de la primera embestida contra la fábrica de papel, hace cuatro años.
Es parecida a una frase más reciente de Kunkel: No queremos matar al diario LA
NACION; lo queremos quebrado para comprarlo barato. Nadie puede negarles
coherencia ni precisión en el ejercicio político de la maldad: están intentando
ese proyecto con el cepo publicitario, con la confiscación de Papel Prensa y
con la persecución impositiva.
En el caso del Grupo Clarín, el
Gobierno aplicaría la nueva ley de reforma del mercado de capitales, que
estableció que la Comisión Nacional de Valores, controlada por el kirchnerismo,
podría designar por sí sola veedores en empresas que cotizan en Bolsa y,
también, intervenir la administración de esas empresas (es decir, los
directorios) por 180 días. Los veedores tienen la facultad de vetar las
decisiones de la mayoría en nombre de la minoría de accionistas. En su reciente
y circense irrupción en la asamblea de ese grupo periodístico, Moreno criticó
al directorio por ineficiente, caro e improductivo. Fueron los argumentos de
una posterior intervención.
Fuentes oficiales confirmaron que
veedores e interventores están siendo preparados para desembarcar en Clarín.
¿Para qué lo harían? ¿Acaso sólo para meter la mano en la caja de la empresa?
Improbable. Las primeras decisiones de esas eventuales intervenciones serían el
desplazamiento de Jorge Lanata, cuyas investigaciones desquiciaron a la
Presidenta, y el control kirchnerista de las redacciones del diario Clarín, de
Canal 13, de TN y de Radio Mitre.
Cristina Kirchner no le teme ya a
la segura reacción social que provocarán esas medidas ni a la casi unánime
crítica internacional que recibirá. Es una persona que ha decidido ignorar los
límites políticos e institucionales que objetivamente tiene. Lo haría, además,
justo en el momento de mayor decadencia en las encuestas de opinión pública.
La última que recibió, de una
conocida agencia de mediciones, indicó que tanto ella como Daniel Scioli
cayeron verticalmente en la medición de simpatías en la provincia de Buenos
Aires. Sólo Sergio Massa conservó sus buenos índices de popularidad e intención
de votos, aunque Francisco de Narváez está ahora mejor que cualquier candidato
de Cristina. Una derrota en la provincia de Buenos Aires hundiría
definitivamente cualquier ilusión re-reeleccionista.
La enorme dosis de maldad tiene,
en efecto, una innegable precisión. El Congreso acaba de sancionar la ley que
establece la elección popular de los miembros del Consejo de la Magistratura.
Cristina Kirchner convocó a elecciones primarias abiertas para el 11 de agosto,
pero no dijo nada de los consejeros. Ella debe promulgar la ley del Congreso,
pero los jueces suponen que no lo hará. Esperará la promulgación automática,
que se producirá el 22 de mayo. Entre ese día y el 12 de junio, cuando vencerá
el plazo para que se inscriban alianzas, quedarán sólo catorce días hábiles
para que la Justicia decida sobre la constitucionalidad de esa decisión.
El caso caerá en la justicia
electoral. El radicalismo prepara presentaciones simultáneas ante 65 jueces
federales de todo el país para pedir la inconstitucionalidad de la ley. Otras
organizaciones civiles y profesionales harán lo mismo. Es probable que el
Gobierno recurra a recusaciones masivas de magistrados para estirar los
tiempos.
Será decisiva la gestión que
cumplirá la jueza electoral María Servini de Cubría. Su primera sentencia será
esencial para abrirle paso a la segunda instancia, la Cámara Nacional
Electoral, o para habilitar el per saltum por parte de la Corte Suprema de
Justicia. La declaratoria de inconstitucionalidad de esa ley tiraría abajo el
proyecto kirchnerista de someter a los jueces y derrotar al Poder Judicial.
La reciente designación de jueces
subrogantes mostró las intenciones verdaderas del cristinismo. Hay juzgados
vacantes en todo el país, pero sólo nombró suplentes en dos cámaras. En la
Cámara Federal Civil y Comercial, que tenía el caso Clarín por la ley de
medios, y en la Cámara Federal de Comodoro Rivadavia, que deberá revisar la
investigación judicial sobre el empresario kirchnerista Lázaro Báez, acusado de
lavado de dinero. Uno de los designados fue abogado o colaborador estrecho del
propio Báez. Defensor, socio y juez al mismo tiempo: el paraíso judicial.
Una embrionaria revolución se
está produciendo, mientras tanto, contra la jefa de los fiscales, Alejandra
Gils Carbó, que cuestionó al fiscal Guillermo Marijuan el mismo día en que éste
había recibido dos serias amenazas contra él y su familia. Ni una sola palabra
de solidaridad. Gils Carbó fue injusta; acusó a Marijuan de no investigar el
caso de Hernán Arbizu, un ex empleado del banco J. P. Morgan que denunció a
varias empresas, a Clarín entre ellas, de evasión.
Al día siguiente, Marijuan le
envió a Gils Carbó una voluminosa carpeta con todos los requerimientos que hizo
en el caso Arbizu. La investigación se frenó cuando tropezó con la habitual
reticencia norteamericana para transferir información judicial. Arbizu está prófugo
de la justicia de los Estados Unidos por robo de dinero a los clientes del
banco.
Lo cierto es que Marijuan debía
apelar un fallo que sobreseyó a Gils Carbó por nombrar fiscales que no estaban
debidamente designados. Lo amenazaron para que no apelara contra su jefa ese
increíble sobreseimiento del flamante juez Sebastián Casanello. Todos los
fiscales de instrucción le propusieron a Marijuan firmar juntos la apelación de
una decisión que beneficiaba a su propia jefa. Fue el principio de un enorme motín
de fiscales que frenó a tiempo el propio Marijuan.
Golpe tras golpe. Trampas
sorpresivas. Aniquilamiento mediático, legislativo o administrativo de los
adversarios. ¿Qué es todo eso si no la definición de un terrorismo simbólico de
Estado?
FUENTE: http://www.lanacion.com.ar/1581135-ante-un-terrorismo-simbolico-de-estado
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