La historia narrada por Marcelo White Pueyrredón[1]
describe la grandeza de un monarca de Prusia, a pesar que ejercía el poder con
absolutismo político, muestra su respeto ante la justicia y no atropella los
derechos de sus súbditos.
La misma debería servir de
ejemplo a nuestra contrariada presidente, que no acierta con su política de “democratizar la justicia”… ese poder
solo necesita ser respetado y acatado, por ejemplo abonando el estado los
juicios con sentencias favorables a ancianos jubilados que se encuentran en
paupérrimas condiciones y en la última etapa de sus vidas.
Sinceramente,
Pacificación Nacional Definitiva
Por una Nueva Década en Paz y para Siempre
Federico II El Grande nació el 24 de enero de 1712 y murió el 17 de
agosto de 1786. En 1739 publicó su obra Anti-Maquiavelo,
en la que condenaba a Maquiavelo y
abogaba por una mayor exigencia moral para los gobernantes.
En 1740, heredó el trono de
Prusia a causa de la muerte de su padre Federico
Guillermo I. Le llegó la hora de poner en práctica sus principios,
supervisar la labor de sus funcionarios y exigirle el estricto cumplimiento de
su deber. Fundó, en Berlín, el Banco Real, que estableció filiales en todo el
reino.
En 1744, necesitando más tierras,
enfocó hacia los ducados de Silesia y los triunfos militares de Molwitz y
Czaslau le aseguraron su anexión. 17 batallas le dieron la fama universal de ser el mejor estratega de su tiempo,
una de ellas, la de Leuthen, fue calificada por el mismísimo Napoleón Bonaparte como obra maestra
por sus maniobras admirables, dando origen a una nueva escuela de estrategia.
Federico II el Grande fue hombre de trabajo, inculcó a su ejército
la resolución de vencer. Tenía un enorme
espíritu de justicia. Era irónico y tenía mucha fe en todo, siendo en el
fondo un hombre muy modesto como lo demuestran los partes militares en donde
señala sus propios errores y juzgaba fríamente sus acciones.
Luego de la batalla de Rosbach,
invitó a su mesa a un número considerable de oficiales franceses que eran sus
prisioneros. Al darles la bienvenida les saludó con estas palabras: “Excusadme, señores, si no os puedo agasajar
mejor, no os esperaba tan pronto y en gran número”
No toleraba los chismes ni las
intrigas palaciegas. Una vez, la mujer de un cortesano se le quejó amargamente
de su marido:
- Majestad, mi esposo me
maltrata.
- Eso no es problema mío -,
contestó Federico II.
- Pero también habla mal de
usted, V.M.
- Eso no es problema suyo -,
contestó Federico II.
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Molino de Sans-Souci |
Su enorme apego a la justicia queda demostrado con la construcción
de su magnífico castillo Sans-Souci,
que todavía existe. Corría el año 1737 cuando el Sr. Graevenitz comenzó la edificación de un molino de viento sobre
un terreno baldío. Diez años más tarde, Federico
II El Grande eligió ese sitio para construir el castillo “Sans-Souci”. El
molino estorbaba la adaptación de los planos del parque y jardines, entonces
envió a su arquitecto para manifestarle la necesidad imperiosa de arrasarlo
urgentemente. La respuesta fue negativa por parte del propietario. El rey
personalmente llamó a uno de los hijos del Sr.
Graevenitz, quien había heredado el molino y le hizo una excelente y muy
tentadora oferta de dinero.
Ante reiteradas negativas, Federico II El Grande le manifestó que
se lo trasladaría al lugar que él eligiera, y que lo liberaba de impuestos a
perpetuidad además de indemnizarlo por las molestias. El molinero tampoco cedió
ante los generosos y amables ofrecimientos, le tenía mucho cariño a su molino y
deseaba conservarlo allí para sus hijos y nietos.
Debido a la obstinada negativa,
el rey fastidiado le dijo:
- Tu sabes que puedo quitarte el
molino sin darte un solo Groschen.
- Efectivamente Vuestra Majestad,
si no hubiera Jueces en Berlín,
contestó el molinero.
Ante semejante respuesta, el
monarca absoluto, vencedor de Europa entera, el hombre de mayor prestigio y
poder del momento le contestó:
- Está bien, es tu derecho, quédate con tu molino. Yo buscaré otra
solución.
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Fachada del Castillo de Sans-Souci - Potsdam |
Federico II El Grande decidió construir su castillo rodeando el
molino, dejándole el ancho de un camino para que sus propietarios pudieran
entrar y salir sin tener que pedir autorizaciones. El poderoso monarca tuvo la
comprensión de que aquello no significaba su derrota, sino el triunfo del derecho.
El molino subsistió y ha
resistido los embates del tiempo. Reyes y molineros que se sucedieron
continuaron la buena tradición de excelentes vecinos a pesar de estar enclavado
dentro del parque del famoso Castillo de
Potsdam, en donde murió Federico II
El Grande.
Un siglo más tarde el viejo
molino no funcionaba y seguía perteneciendo a un descendiente del Sr. Graevenitz, quien se lo ofreció en
venta a Federico Guillermo III por
estar casi quebrado financieramente. El rey en homenaje a la memoria de su
antepasado dictó el siguiente decreto:
“Los buenos vecinos tienen el deber de ayudarse mutuamente y como
vecino del molinero Graevenitz, le remito
2.000 Taler[2]
para librarse de sus dificultades económicas y que pueda reparar el molino con
el fin de que se conserve como recuerdo eterno del respeto y el amor a la
justicia por parte de Federico II El
Grande”.
Aún se conserva el molino de Sans-Souci dentro del parque
del Castillo de Postdam. Ha sido
declarado Monumento Histórico Nacional
como símbolo del Derecho y recuerdo de un Rey que jamás doblegó su voluntad
ante hombre alguno pero que respetaba a la Justicia y se ha hecho
proverbial en el mundo entero lo dicho por el molinero cuando el derecho se impone sobre la arbitrariedad: “Hay jueces en Berlín”.
NOTA: Las imágenes y negritas no corresponden a la nota
original.
[1] Es
presidente de la Asociación de Amigos del Museo Brigadier General Don Juan
Martín de Pueyrredón, vicepresidente de la Asociación de Descendientes de
Fundadores de la Patria y vicepresidente nacional de PRO Libres. Además, es
legionario de "Patricios de Saavedra" y miembro de número del
Instituto O'Higginiano.
[2]
Taler es una antigua moneda de plata alemana.
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