Un judío ha mercadeado la memoria de decenas de víctimas judías con los
verdugos que las mataron
por Pilar Rahola
Por supuesto, el acuerdo del Gobierno de K con Irán
aparece en todas las conversaciones. Ha sido una conmoción para la comunidad
judía del país y una vergüenza para una gran mayoría que, sin ser judíos, están
igualmente horrorizados. Marcelo
Longobardi, exitoso periodista de mirada brillante, me comenta que quizá
sólo ha sido un caso de mediocridad
severa de un régimen que no da para más y comete errores de bulto. Es
cierto que, como dijo Luther King,
nada en el mundo es más peligroso que la ignorancia sincera, pero incluso
aunque fuera el más inconsistente de los gobiernos, sería capaz de saber la
maldad intrínseca de este inmoral acuerdo.
Los hechos son brutales: Argentina sufrió dos atentados islamistas
con decenas de víctimas, cuya logística y financiación, según el ingente
trabajo del
fiscal Alberto Nisman,
fue a cargo de miembros de los
Guardianes
de la Revolución iraní. Durante el tiempo de
Néstor K. pareció que Argentina abrazaba la causa de las víctimas,
luchaba contra los elementos para conseguir la detención de los culpables,
gritaba desde la ONU la voluntad de justicia argentina, y el país estaba en el
lado decente del mundo. Tuve la oportunidad de ser, en esa época, la oradora
del aniversario de Amia y, delante de
ambos
K., felicité al Gobierno por su valentía.
Pero todo aquello, que parecía tan sólido, es hoy la crónica de una
traición.
Donde dijeron justicia, ahora hay
un acuerdo de cooperación con Irán para que sean ellos los que investiguen los
atentados, en una esperpéntica pirueta de ceder al asesino la justicia sobre su
víctima.
Pedir que Irán investigue Amia
sería lo mismo que pedir que Hitler hubiera investigado los crímenes de los
campos de exterminio, una cruel broma del demonio. Y para añadir indecencia
al acuerdo, quien lo pacta y lo firma
es
un conocido judío argentino, el
canciller
Timerman, cuyo padre se salvó de la dictadura de
Videla gracias a la intervención israelí. No es nuevo en la
historia que para acometer un acto de una profunda indecencia contra un pueblo
se use al colaboracionista de turno, porque de interesados y traidores a los
propios está la historia llena.
Y es así
como en la Argentina de K un judío ha mercadeado la memoria de decenas de
víctimas judías con los verdugos que las asesinaron, convirtiendo a una
dictadura teocrática en el interlocutor válido de una democracia.
Es una maldad completa, un
escupitajo en la memoria de los muertos. Y aunque serían muchos los motivos que
determinan el lento proceso de degradación política y moral del régimen de K,
este es el síntoma más brutal y más inequívoco. Los tiranos de Irán, de la mano de la democracia argentina, con la
memoria de los muertos pisoteados y con un escribiente judío para rubricar la
firma. Es difícil imaginar más ignominia, aunque en el reino de K la imaginación
siempre se supera a sí misma.
Pilar Rahola
La Vanguardia
07/06/2013
NOTA: Las imágenes y negritas no corresponden a la nota
original.