Por Ricardo Angoso
Domingo, 19 de Enero
de 2014
Asistimos en los
últimos tiempos, sobre todo tras la llegada al poder de la izquierda en
Argentina, Chile y Uruguay, a una revisión histórica sin precedentes acerca de
lo que ocurrió en todo el continente en las décadas de los sesenta, setenta y ochenta. Eran los años de plomo y muerte, de bombas indiscriminadas contra
civiles inocentes y atentados por la espalda contra los miembros de los cuerpos
de seguridad y las Fuerzas Armadas. Las bandas de carácter marxista,
siguiendo el ejemplo de la Revolución Cubana (1959), abrazaron la lucha armada
y vieron en la violencia revolucionaria, nacida del odio hacia la cultura
occidental y los valores democráticos, la panacea salvadora a todos los males
que supuestamente asolaban al continente.
En Argentina, por
ejemplo, hubo numerosos grupos de carácter terrorista, aunque el mayor
protagonismo se lo llevaron los crueles y temibles Montoneros, nacidos al calor y tolerante benignidad del movimiento
peronista de entonces. Cometieron decenas de atentados y acciones terribles,
causaron centenares de muertos y heridos y dejaron un dolor injustificable que
aún hoy sangra en la sociedad argentina. Al que fuera presidente del país, el general Pedro Eugenio Aramburu, los Montoneros le secuestraron, en 1970,
luego le sometieron a una parodia de "juicio
popular" en una inmunda "cárcel
del pueblo" y después le asesinaron de un tiro en la nuca. Una
vergüenza propia de cobardes y gente sin principios.
Más triste fue el
caso del coronel Argentino del Valle
Larrabure, al que también secuestró un grupo subversivo marxista, el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP),
en el año 1975. Fue mantenido en una mazmorra en las peores condiciones de vida
durante un año y una semana, para a renglón seguido, después de haber padecido
toda suerte de tormentos, ser torturado y asesinado por los "héroes revolucionarios". Más
tarde, el gobierno del funesto Héctor
Cámpora puso en libertad a los
asesinos de Larrabure y el caso,
como otros tantos, quedó en la más absoluta impunidad.
Son dos casos nada
más de los miles de hechos criminales perpetrados por las bandas marxistas que
más tarde fueron derrotadas por el gobierno militar del Proceso de
Reorganización Nacional (1976-1983), periodo hoy ignominiosamente olvidado y
condenado por una sociedad que prefiere no conocer la historia reciente de su
país en aras de aceptar la vulgata marxista. El "pago" que ha dado la sociedad argentina a aquellos militares que arriesgaron sus vidas para
traer al país la paz y la democracia ha sido la cárcel, el lento exterminio de
un puñado de hombres valientes y heroicos que dieron su vida por la patria. Ya han muerto 224
militares en las mazmorras kirchneristas y otro millar se pudre sin que nadie se acuerde de ellos.
LOS
CASOS DE CHILE Y URUGUAY
También en Chile se
han tergiversado los hechos ocurridos a partir del año 1970, en que Salvador Allende ganó unas elecciones
presidenciales por un exigió resultado (36%), y se trata de presentar el país
de entonces como una realidad idílica y paradisíaca. En definitiva, se
intenta convencer al mundo que la "vía chilena al socialismo" se
desarrolló de una forma pacífica y democrática. Basta de mentiras. Los tres
años de Allende fueron un desastre
completo, se hundió la economía nacional, los atentados terroristas de los
grupos de extrema izquierda se sucedieron casi a diario y si no es por la
intervención del 11 de septiembre de 1973 Chile hubiera acabado en una guerra
civil, en una matanza indiscriminada para dar rienda suelta a los más bajos
instintos de una izquierda que quería tan solo el "poder total".
Allende,
apoyado por Fidel Castro y todos los partidos comunistas del mundo,
incluida la Unión Soviética, tenía
muy claro el guión: convertir al moderno y desarrollado Chile en un país de la
órbita comunista cayera quien cayese. Uno de los principales grupos que
apoyaban a Allende era el Movimiento de la Izquierda Revolucionaria
(MIR), una organización terrorista que incluso siguió cometiendo atentados
atroces durante el desgobierno socialista.
También Allende amnistió, en un gesto abyecto y
que demostraba su miseria política, a los terroristas de la Vanguardia
Organizada del Pueblo (VOP), grupo implicado en el asesinato en atentado,
en 1971, del ex ministro del Interior
Edmundo Pérez Zujovic. Se calcula que entre octubre de 1970 y agosto de
1973, según el escritor Noberto Fuentes,
entraron en Chile unos 4.000 fusiles de asalto AK-47 procedentes de Cuba y que
fueron transportados en aviones civiles de Cubana de Aviación para ser
entregados a los terroristas chilenos. Tan solo tras la salida de Allende de la presidencia, el país
recuperó la normalidad y se encaminó por la senda del crecimiento y la
prosperidad, herencia que después recibieron los civiles y que pagaron con la
misma moneda que en Argentina: el
encarcelamiento de numerosos militares y policías que habían estado en primera
línea de frente contra la subversión y habían derrotado al terrorismo. Así hace
las cosas esta derecha, como Sebastián
Piñera, que ahora se niega a indultar a estos militares y hace la vista
gorda ante los terroristas marxistas que se refugian en Cuba.
Historias muy
parecidas se sucedieron en el Uruguay, donde los militares contribuyeron a la
derrota de la subversión y evitaron que la Nación cayera en un modelo político
parecido y fiel copia a la isla-prisión de Cuba. Los militares fueron llamados
por el poder civil, en una intervención cívico-militar acaecida en el año 1973,
para poner fin a la emergencia terrorista, facilitar la supervivencia de las
instituciones políticas y evitar el caos. Luego, en 1985, entregaron el poder,
como hicieron los militares argentinos dos años antes, de una forma civilizada
y respetuosa a los civiles.
Juan María Bordaberry |
Pero nadie ya
recuerda esos hechos y, al igual que en Argentina, la gente olvida que en la
década de los 70 los Tupamaros
habían convertido a la capital uruguaya, Montevideo, en un infierno y que
pretendían hacerse con el poder por la fuerza para fundar un régimen comunista.
Los militares que entonces se empeñaron en la lucha contra los terroristas
marxistas hoy están en la cárcel y algunos civiles, como el ex presidente Juan María Bordaberry,
que contribuyeron notablemente al
desarrollo de políticas tendentes a la supervivencia de la democracia, murió en el olvido, el oprobio y el repudio
tan propio de esta época de manipulación, falsificación histórica y
adulteramiento descarado de los hechos.
En
Uruguay, al igual que en Argentina y Chile, los militares se convirtieron en el
chivo expiatorio de toda una época para una izquierda rencorosa y vengativa que
ha escrito la historia a su manera. Hoy un colectivo
formado por 34 militares, ya muy mayores y en pésimas condiciones de
cautiverio, se muere en las cárceles uruguayas. Las Fuerzas Armadas de estos
países fueron capaces de ganar la guerra a la subversión marxista durante la
Guerra Fría, pero no fueron capaces de ganar la batalla política. Tampoco han
sido reivindicados por unos demócratas que prefieren mirar para otro lado antes
que defender unos principios y valores firmes en pro de la libertad, la
concordia y la democracia. La cobardía se impone, pero también la manipulación
histórica. Vivimos en un mundo al revés.
NOTA:
Las imágenes y negritas no corresponden a la nota original.
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