"En 30 o 40
años, la Argentina será
uno de los grandes países del mundo
o va a desaparecer
del mapa.”
Nicolás Sarkozy
Hace setenta años se
enseñoreó de la Argentina el populismo. Salvo algunas cortas pero quizás no tan
honrosas excepciones su omnipresencia incidió de manera importante pero
desafortunada tanto en gobiernos militares como en gobiernos civiles y el
accionar de estos en función de sus premisas han dejado como saldo esta
Argentina postrada.
Para todos ellos no
había nada más fácil que el populismo y su política de la alegre repartija. Era
la más cómoda de las actitudes. Se callaban por un momento, al menos, los
reclamos y era más que fácil sacarle la renta a los que producen ya que estos
en Argentina son de una insondable mansedumbre y agachan la cabeza frente a
cualquier prepotente con chapa de funcionario esperando que la tormenta no sea
tan dura ni la sequía tan larga.
Nuestros pícaros mantenidos -los políticos que supimos conseguir- creen y creo lo hacen sinceramente de puro brutos que son, que la leche y la carne se producen en la heladera o que a un tornillo lo hacen en la ferretería. Eso les ha dado a lo largo de estos años la “autoridad” de decidir cuánto debe o no debe ganar el que produce y a partir de este concepto viene el “apriete”; cuando éste llega, como su ignorancia o su tendencia al robo los impele a que se les vaya la mano en la rascada de bolsillos a los productores, al poco tiempo solo les queda la “maquinita” de imprimir billetes o si prefiere, de cortar boludos que son aquellos que, inflación mediante, terminan siempre pagando el pato de la boda. Que los pagadores de la fiesta sean los que ellos decían que venían a “salvar” es solo una contingencia menor.
Pero también es
cierto, y esto hay que decirlo con todas las letras, que la fiebre populista
por rascarle la bolsa al que produce ha sucedido, casi siempre, con el
beneplácito del argentino común que en general desconfía de aquel que con su
capital da trabajo -sea del campo o un industrial genuino- obtiene una renta sobre el mismo y sostiene
el orden económico, pero al que considera, por su alegre tendencia a hacer
socialismo con el dinero ajeno, que es justo arrancarle una buena parte de su
utilidad a partir de elucubraciones maniqueas invocando una justicia que ni
ellos ni los políticos conocen ni cumplen.
Esto son los que
-voto mediante- han manejado y seguramente, manejarán la República una vez
terminada esta trágica payasada de la “década ganada”. En verdad si fueran solo
cobardes, cualidad liminar de un político, tan solo serían deleznables; pero a
su populismo de haraganes le suman su adhesión a algo que ni siquiera saben que
es, ya que, vulgares imitadores de lo peor que de afuera nos viene, se
autodenominan “progres” reduciendo la palabra progresismo a la actitud pueril
de una transgresión de confesionario. Para estos iletrados ser progresista se
reduce a descolgar un crucifijo, apoyar el matrimonio gay, el aborto y dentro
de unos años, ¿por que no si se pone de moda?, a la pedofilia.
Estos populistas
están desde siempre convencidos que capacitarse o especializarse a los efectos
de saber usar sus conocimientos para el bien público es hacer una especie de
colimba donde lo tienen a puro “salto de rana” intelectual. Se han quedado con
“Robin Hood” como libro de cabecera, creen, aunque no lo dicen, que al “arroz
con leche” lo compuso Beethoven, y que el sempiterno general hace años que se
ha reencarnado en un caballo pinto que nadie puede montar. Son los que al
reparto de beneficios y canonjías para los amigos lo llaman “bien común”, a la
compra de votos mediante subsidios “devolver la dignidad al trabajador” y “solidaridad”
a ver a quien se le echa la culpa de cualquier desastre que por culpa de ellos
se haya producido. Todos estos que bailan al son de los “arreglos” en el
congreso y se imaginan poniéndose la banda son los que se rasgan las vestiduras
por la Constitución y se hacen los distraídos toda vez, y ya van mil doscientas
veces, que permiten que al artículo 18 de la Constitución sea usado como papel
higiénico por unos payasos que se creen jueces.
Por necios, son
incapaces de generar ideas constructivas y si alguien cree que respetarán en el
futuro al argentino que produce es mejor que se desengañe ya. Ellos, de ganarse
el premio en la tómbola de una elección van a seguir con impuestos distorsivos,
desde el IVA al impuesto al cheque sin olvidarnos de las retenciones y cuando
se les caiga la estantería como sistemáticamente se les ha caído en estos
treinta años siempre tendrán la desfachatez de echarle la culpa al resto, a
aquellos que pese a todo siguen trabajando en el país.
Pero también es
necesario decir, como consecuencia de la chatura intelectual de la que hacen
gala, que acá ni siquiera hay liberales o socialistas en serio. Solo tienen la
preocupación por su quinta y nada más. Y así le ha ido a la Argentina.
Entonces, paremos la
chata y veamos quienes son los que se anotan para suplantar a este régimen de
fulleros diplomados, ¿Alfonsín, Carrió, Binner, Massa, Scioli, Macri?, no
seamos ilusos, para hacer que la Argentina renazca hacen falta cojones y todos
estos han sido parejamente capados. ¿Creen que alguno de estos inútiles se
animaría a enfrentarse a Moyano?, ¿Se imagina a alguno de ellos diciendo que
los subsidios serán por seis meses prorrogables a otros seis y el que no
trabaja no tendrá postre?, ¿los ven rebajando las retenciones agropecuarias
pero exigiendo a los productores ciento cincuenta millones de toneladas por
año?
No, no nos
encandilemos con la urgencia de salir de este manicomio en el que también ellos
ayudaron a meternos, ¿o nos olvidamos que ellos, la oposición, se orinaba a
chorritos por los mangantes de la corte suprema, o que Gils Carbó subió con su
voto en el congreso
Que nadie se llame a
confusión, acá nadie, al menos yo, está pidiendo la entronización de un régimen
liberal o sus espurias modificaciones que sirvieron -veinte años atrás- para
dejarnos sin salud ni escuela pública, sin política energética, sin trenes, sin
caminos y sin defensa. Pero hoy, sepámoslo, la Argentina toda está contagiada
de populismo y su sistema inmunológico se ha ido al carajo.
JOSÉ
LUIS MILIA
NOTA:
Las imágenes y no corresponden a la nota original.
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