El 17 de agosto de
1850 en Boulogne Sur Mer - Francia, pasó a la inmortalidad el 'Padre de la
Patria'; el señor general Don José de
San Martín. Hoy es un día de respeto, admiración y reflexión sobre los
valores que nos legó el ilustre soldado libertador de Argentina, Chile y Perú.
NO
MORIRÁ TU NOMBRE
El 17 de agosto de
1850, el gran capitán del glorioso ejército de los Andes exhalaba su último
suspiro. Lejos de su patria, lejos de sus afectos, lejos de los pueblos que
galopó tantas veces guiando a sus aguerridos granaderos, liberando naciones,
mostrando el temple y la valentía de todo general que se jacte de lucir el
uniforme del ejército patrio.
Hoy siniestras
sombras se abaten una vez más sobre nuestro cielo. Infelices voces
supuestamente revisionistas pretenden desmerecer a nuestros padres fundadores,
suplantándolos por falsos ídolos de pies de barro, funcionales a sus foráneas
ideologías. Hoy como ayer el padre de la Patria es ignorado, ni sus fieles
granaderos custodian su sepulcro. Una horda de palurdos se posó sobre la Nación
pretendiendo el olvido del héroe.
Pero tan vano
esfuerzo está destinado al rotundo fracaso. Como bien lo dijera don Olegario V.
Andrade en el párrafo final de su ofrenda al Gran Capitán...
¡No morirá tu nombre!
Ni dejará de resonar
un día
Tu grito de batalla,
Mientras haya en los
Andes una roca
Y un cóndor en su
cúspide bravía.–
¡Está escrito en la
cima y en la playa,
En el monte, en el
valle, por doquiera
Que alcanza de
Misiones al Estrecho
La sombra colosal de
tu bandera!
No soy escritor ni
historiador, por lo cual me permito ofrecer como humilde homenaje al General
don José de San Martín, una breve y
emotiva semblanza salida de la pluma del reconocido escritor y diplomático don
Abel Posse quien, seguramente, sabrá disculpar este atrevimiento.
Juan
Manuel Otero
"Hasta hace poco
podía ir erguido, con su bastón y su chalina, por la calle de la iglesia hasta
la plaza del municipio. Todavía podía comprarse algún cigarro bueno si había
llegado desde Perú el demorado giro de su devaluada pensión. El librero, el
almacenero, el notario, lo saludaban con respeto. El Intendente alguna vez les
había hecho saber que era un gran general, que había vencido a regimientos de
España que no había podido derrotar el mismo Napoleón. Le decían le
général."
"Antes cuando
todavía podía hacerlo, él mismo iba a encargar carne de vaca que hacía cortar
de una forma extraña. Una vez, el Señor Brunet, dueño de la Boucherie Chevaline
contó que el general había señalado con el bastón la cabeza de caballo dorada,
insignia del negocio, y le había dicho: “no se deben comer los caballos, señor
Brunet”.
"Sería porque en
algunas noches sus entresueños se llenan de caballos. A veces son las mulas
firmes y astutas, en el terrible frío y en los roquedales andinos, otras son
los caballos cargando por el llano con los ojos enrojecidos, la crin al viento,
echando espuma. Le parece oler el noble sudor cuando su asistente le retiraba
la silla y el mandil y los acariciaba."
"A veces tiene
la suerte de ser visitado por lo que es para él la más noble de las músicas: el
retumbar creciente de los cascos cuando su regimiento azul iba tomando carrera
y ya se ordenaba desenvainar sables y bajar lanzas. Si fuera poeta, si no fuera
tan reservado, trataría de escribir para retener eso que se siente. Trataría de
decir que es algo grande, una exaltación suprema de la vida, como la
culminación del amor. Centauros. Los caballos criollos y los granaderos con sus
chaquetas que él mismo quiso que fueran las más elegantes, pese a la poca plata
que pudo mandarle el abnegado Pueyrredón."
"Son amigos
inolvidables. Los caballos del combate, los de las infinitas marchas por los
despeñaderos, los del triunfo (cuando entró en Lima y encontró la sonrisa de
Rosa) o los callados compañeros que lo trajeron desde Guayaquil, enfermo, hasta
su chacra en Mendoza. “Fue más o menos cuando murió Remedios. Y seguramente
cuando yo empecé a morir”.
"¿Cómo puede
haber gente que coma caballos?"
Abel
Posse. “La Santa Locura de los Argentinos”
Fragmento pág. 78/9
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