17/08/2014
Por Mauricio Ortín
Casi por deformación
profesional, con las excepciones de rigor, los políticos tienden naturalmente a
autocalificarse como los mejores de la sociedad. En países como la Argentina,
por ejemplo, el culto a la personalidad que el gobernante de turno hace de sí
mismo, de tan insistente y cotidiano, tiene lugar como algo propio y normal del
sistema democrático cuando, en realidad, es todo lo contrario. Como es obvio en
nuestro país, el tácito y verdadero objetivo de la propaganda oficial no es
informar los actos de gobierno sino promocionar de manera descarada al
gobernante de turno y su gestión, ya sea para afianzarlo en el cargo o para
relanzarlo a otro. Todo, como es evidente, financiado con recursos públicos; lo
que, a su vez y por ende, aniquila el proceso de competencia leal de selección
de autoridades en las urnas. Es claro que aún montando el mejor corcel, ganarle
las elecciones al “matungo del comisario” es casi imposible. (Así y todo, son
más democráticas que las “carreras” en Cuba, donde “el caballo de Fidel”
siempre llega primero porque corre solo.) De allí que el Consenso Político
celebrado en Salta por estos días representa un hecho de madurez y racionalidad
política que abriga esperanzas. Puntualmente, el acuerdo para limitar el
mandato del gobernador a sólo uno y de los intendentes y legisladores a dos.
Nada más placentero a los oídos de los que aman la libertad escuchar que se le
limitará el tiempo en el poder al individuo que se encuentre a cargo del Estado. Nadie en este mundo es
imprescindible y menos todavía los déspotas que, en nombre de la patria y los
desposeídos, arrasan con la vida, la libertad y la hacienda de quienes producen riqueza. La convocatoria
presidencial con la consigna “Patria o Griesa” persigue un principal objetivo:
el de diluir, ocultar o endilgar al conflicto de la deuda, la desastrosa gestión
presidencial kirchnerista. Sin reservas monetarias suficientes, sin crédito,
sin recursos energéticos, con caídas en la producción de bienes y con un
déficit fiscal enorme el país atraviesa por una crisis que (por lo menos para
paliarla) requiere cualquier cosa menos exasperadas peroratas presidenciales.
Menos, todavía, leyes de corte nazi-fascista como la ley de Abastecimiento o la
antiterrorista aplicada a la firma Donnelley.
Respecto de la propiedad
privada empresarial, según Alberto Benegas Lynch (hijo), el totalitarismo de
izquierda se diferencia del nazi-fascista en que, el primero, simplemente
elimina al dueño y se apropia por la fuerza de la empresa, en cambio “…la política fascista le
permite al aparato estatal echar mano de los fondos de los particulares sin
transferir títulos. Este procedimiento es más torvo y menos sincero que el
comunismo…” Es,
típicamente, fascista solicitar la aprobación de esta clase de leyes en medio de
invectivas a los empresarios y como consecuencia del fracaso del control
estatal de precios. Pero, tal fracaso, como está demostrado hasta el hartazgo
por las leyes de la economía, no obedece a que los empresarios aumenten los
precios de puro codiciosos sino a que el gobierno no detiene la máquina de
fabricar billetes. Si no se aumentan los precios y los salarios (otro precio),
salvo el gobierno, todos trabajaremos a pérdida. “No queremos que los
empresarios nos fundan a los argentinos" dijo la presidente en otro de sus
raptos de insolencia cívica al aludir al proyecto de ley presentado para
arrasar con la empresa privada y así salvar al kirchnerismo.
No son los empresarios (por
lo menos no los empresarios K) los que funden a los argentinos. Tampoco se
aprecia que los políticos kirchneristas estén sumidos en la pobreza, todo lo
contrario. Más bien, son los empresarios privados, desde el humilde emprendedor
albañil hasta el gran productor de soja los que aportan con sus impuestos para
que, entre otras cosas, un avión le lleve los diarios al Calafate, para
financiar el rojo de 300 millones de pesos de “Sueños compartidos” de Hebe de
Bonafini o para sostener “Telesur”, la empresa venezolana de televisión que
dedica la mitad de su programación a difundir propaganda antisemita y la otra
rendir culto a la personalidad de los
sátrapas Fidel Castro y Hugo Chávez.
Señores empresarios:
Cuando les llegó el turno a las FFAA, ustedes nada hicieron pues no son
militares. A poner las barbas en remojo,… vienen por ustedes.
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