por Ricardo Angoso
@ricardoangoso
Ya había comenzado a
anochecer en Bogotá ese 7 de agosto del año 2018, cuando el saliente presidente
de Colombia Juan Manuel Santos despegaba de la zona privada del Aeropuerto de
El Dorado en un avión que le había cedido la familia Santo Domingo rumbo a
Miami junto a su mujer y uno de sus tres hijos. Mientras el avión iba elevando
el vuelo, a lo lejos se veían los destellos de luz de una ciudad desordenada,
caótica y escasamente organizada. Santos, sentado en su cómodo asiento y
sorbiendo un whisky escocés -de marca Chivas Regal 18-, masculló algo así como
"ahí os quedáis pueblo idiota". La mujer le miró de soslayó como
preguntando que había querido decir, pero Santos prefirió dar un trago a su
preciado vaso y perdió su mirada en los cielos colombianos. Y el pueblo idiota,
cretino e ignorante, que le había votado dos veces desconociendo que le daba
crédito a un tahúr, se quedaba ahí abajo más engañado que nunca, aunque quizá
ni siquiera eso sabía.
Atrás quedaban ocho
años de poder, gloria y ambición, también de mediocridad manifiesta y
vulgaridad rayana en la zafiedad, pero Santos había cumplido con su objetivo:
pasar a la historia, hacerse archimillonario y ser presidente de la República.
Misión cumplida y ahora a descansar a un país organizado y digno de su clase:
los Estados Unidos. Esa sería su primera parada y después descansaría el resto
de su vida en la nueva mansión que había comprado en la mejor zona de Londres,
muy cerca de Hyde Park y a apenas tres cuadras de la una de las calles más
exclusivas del mundo: Regent Street.
Se acabó tanta
suciedad, de años de aguantar a tanto populacho y chusma y, sobre todo, de ver
pobres, de tener que tocar sus sucias manos e incluso tener que besarles. ¡Qué
horror, qué gente tan mezquina! Santos nunca aguantó a los pobres y para él su vida social en esa pútrida Bogotá que
dejaba atrás se desenvolvía entre el Club el Nogal, el Parque de la 93 y el
Country Club. El resto del mundo era para él la cutrería más absoluta, indigna
para un hombre que había sido señalado por los dioses para pertenecer a la
casta más exquisita y fina del continente americano.
Unos días antes de su
marcha, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia(FARC) habían matado a
tres patrulleros en Cauca y, en otra recóndita parte del país que Santos nunca
había visitado, una mina quiebrapatas había asesinado vilmente a un niño de
apenas doce años. ¡Pobres desgraciados, quién les mandaría estar por esos
campos de Dios!, había comentado Santos
a sus colaboradores al conocer estos hechos.
GERMÁN VARGAS LLERAS,
NUEVO PRESIDENTE
Mientras estos
violentos acontecimientos ocurrían antes de la toma del nuevo presidente,
Germán Vargas Lleras, que a su vez había sido vicepresidente con Santos,
llegaban Luciano Martín Arango, alías "Iván Márquez", y Timoleón
Jiménez, alías "Timochenko", a mismísima Plaza de Bolívar para ir a
ocupar sus asientos entre el cuerpo parlamentario y los invitados de todas las
naciones. Aparecían bien bronceados, gracias a los viajes a La Habana pagados
por el erario público, y con sus finos trajes de lino hechos a medida. Hacía
unos meses habían sido elegidos parlamentarios en las nuevas
"circunscripciones especiales" creadas por Santos para semejantes
criminales.
Luciano Martín Arango, alías "Iván Márquez", y Timoleón Jiménez, alías "Timochenko" |
En los alrededores
del lujoso decorado, como no podía ser menos, habían sido cerrados todos los
accesos para que los pobres, junto con los indigentes y todos los integrantes
de la chusma que habitualmente pueblan el centro de la capital colombiana, no
se acercaran a estropear la fiesta de los Vargas Lleras y los Santos, dos de
las familias más poderosas del país y emblemas de la oligarquía colombiana por
más de dos siglos. La ciudad estaba completamente atascada, ya que casi todas
las calles del centro y alrededores habían sido cortadas, ¿pero qué les podía
importar a estos hidalgos hijos de la quintaesencia colombiana que la gente se
pudriera horas esperando en los destartalados y prehistóricos buses para llegar
a sus casas? Qué se jodan, pensarían, hay que saber bien en qué familia se
nace.
La fiesta tenía algo
de funeral, de alegría fingida, de comedia organizada para engañar a incautos y
al corifeo mediático que había acompañado en estos años a Santos a golpe de
empanadas criollas, viajes al extranjero y vino tinto francés barato comprado
en Carulla. El país estaba mucho peor que hace ocho años, eso todo el mundo lo
sabía, incluido Santos y su espadachín beodo Vargas Lleras, pero a quién podía
importar la suerte de semejante chusma. No habían nacido para disfrutar los
placeres de la vida que tan solo estaban destinados para ellos.
La gente se moría en
las colas de los hospitales, el informe Pisa señalaba que Colombia era el
último país en todas las modalidades educativas, las infraestructuras ya eran
comparables a las cubanas y la justicia, si tal nombre merecía, era, sin ningún
género de dudas, la peor del continente.
De ir de Bogotá a París se tardaban diez horas, de Bogotá a Cali,
dieciséis. Incluso el Ecuador de Correa ya había adelantado a Colombia en
muchos indicadores y estándares internacionales, algo que no era de extrañar
dado el estado de abandono total en que se hallaba sumido el país y la
indiferencia de su clase dirigente, por no decir su frivolidad, a la hora de
encarar los graves problemas que acuciaban en el día a día.
Vargas Lleras |
Esa jornada de la
toma de Vargas Lleras, un 7 de agosto del año 2018, llovió durante un par de
horas en Bogotá y los invitados extranjeros, que habían sido completamente
aislados de la macabra e infecta realidad de la ciudad, pudieron comprobar como
una breve tormenta podía convertir a la
machacada urbe en una réplica de Venecia, eso sí rebosante de una suerte
de canales desbordados e incontrolados de basura, lodo, masas hediondas y otras
miserias humanas que mejor no nombrar.
Pero para Santos ese mundo, mejor dicho ese inmundo existir, ya se había
terminado y ahora comenzaban sus años de deleite y descanso tras haber dejado a
las puertas del cuarto mundo a su abatida, descompuesta y destruida nación.
¡Bienvenidos al 2018!
NOTA:
Las imágenes no corresponden a la nota original.
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