En su reciente
entrevista con LA NACION, el papa
Francisco transmitió su interés en que exista un respeto perdurable hacia las
instituciones del país
La entrevista que el Papa concedió a nuestro columnista
Joaquín Morales Solá, y que LA NACION publicó el domingo último,
constituye, sin duda, uno de los acontecimientos periodísticos del año. Ha sido
así por la jerarquía excepcional de un diálogo franco y directo con el líder de
la Iglesia Católica, cuya gravitación trasciende los confines de la feligresía,
y por las circunstancias mundiales y nacionales que privilegian aún más, si
cabe, el peso que de por sí se ha acordado, en todo tiempo, a la palabra de un
sucesor de Pedro.
Bergoglio
ha asumido la conducción de la Iglesia con inocultable voluntad de cambio.
Más austeridad, menos boato eclesiástico y menor contemplación con las intrigas
palaciegas en la curia romana o los desvíos en las finanzas vaticanas. Más
rigor disciplinario con inconductas graves de los pastores, a tal punto que un
nuncio polaco se encuentra en prisión en el Vaticano, acusado de pedofilia,
delito para el que no habrá perdón. Más comprensión pastoral por la situación
de los divorciados y los jóvenes que constituyen familia sin contraer
matrimonio y necesitan contención de la Iglesia. Más libertad para debates como
el del sínodo que acaba de abrirse: se buscarán en ese ámbito de reflexión
colectiva respuestas a la consulta del Papa sobre la posición de la Iglesia en
un mundo en que las relaciones civiles -las parejas, los hijos- son azotadas
por fuertes controversias culturales. Una iglesia históricamente centrada en
Europa ha comenzado también con Bergoglio a acentuar la mirada, en aquella
misma línea de actualización, hacia lo que se denominan las "periferias
existenciales", mientras profundiza la voluntad, ya expresada después del
Concilio Vaticano II, en el último medio siglo, de involucrarse en el diálogo
ecuménico e interreligioso.
La
entrevista con el Papa dejó constancia de la prudencia del Pontífice para
hablar de la Argentina. Siente que no puede olvidar, en
ningún momento, que él es ahora un jefe de Estado cuyas funciones lo
comprometen a la preservación de la equidistancia entre las parcialidades
internas en juego y, sobremanera, por la atención que suscitan sus orígenes y
condición inmediatamente anterior de arzobispo de Buenos Aires. Los obispos argentinos lo han informado de
la repercusión en el país de las visitas de políticos y de la utilización que
algunos de ellos han hecho en beneficio de sí mismos o de sus parcialidades.
Ha tomado nota de todo eso el Papa, que en la intimidad niega haber contraído
en su vida otro compromiso que no fuera el de hombre de la Iglesia y con la
esperanza de alcanzar algún día ser hombre de Dios. En adelante, los funcionarios serán recibidos no en su residencia
austera de Casa Santa Marta, sino en la Sede Apostólica, con normas ajustadas a
un estricto protocolo de Estado.
Ahora sabemos que ha
dado por clausurado aquel ciclo de generosa apertura que para los obispos
argentinos había producido, como enojosa e imprevista derivación, que un
político editara de forma tan especial la fotografía de su participación en una
audiencia colectiva que dejó a los más inocentes con la idea de que había sido
recibido por el Papa en audiencia privada. Cada uno se cocina en la salsa de su
propia temeridad y no parecería que haya emergido en la mejor situación, al
cabo de su visita a Roma, acompañando a la Presidenta, el dirigente de La
Cámpora que se atrevió a entregar a Francisco una camiseta con el registro de
su facción política. Lo hizo a pesar de
haber sido, en coincidencia con una sesión de la Legislatura porteña, quien
frustrara la iniciativa de celebrar al momento de conocerse la elección del
nuevo Papa.
La nota del
columnista de LA NACION ha dejado constancia de que en las conversaciones de
Francisco con los obispos argentinos se comentó la sobriedad con la cual el
gobernador de Buenos Aires hizo saber en su momento de una entrevista mantenida
con el Papa, y del rasgo inusual de que el gobernador de Córdoba visitara a
éste, con su mujer y dos hijas, y se abstuviera, sin embargo, de informar algo
al respecto. En cuanto a la última entrevista con la Presidenta, ahora ha
podido también conocerse que, al requerirle ella a Su Santidad alguna
orientación en especial sobre lo que habría de decir ante el Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas, éste la remitió a la exhortación apostólica
"Evangelii Gaudium" (La alegría del Evangelio).
En ese documento, la
Presidenta halló elementos de condena por la situación de desigualdad económica
y financiera en el mundo, que a su modo abordó en Nueva York. Olvidó, en cambio, según ha sido parte de
conversaciones con los obispos, que Francisco había hablado por igual en aquel
documento de la paz, del diálogo y del consenso como preocupaciones esenciales
de su papado.
Latirá
siempre en el espíritu de un pontífice la angustia por no poder resolver nunca
por sí mismo lo que una sociedad no esté dispuesta a hacer.
Por eso el extraordinario valor indicativo de la nota de Morales Solá cuando
señaló, como balance de su viaje a Roma, que a la Iglesia le interesan tres cuestiones de Estado, que considera
cruciales para la Argentina del porvenir inmediato. En el orden anotado por
el columnista, ellas son:
- Que exista un respeto coherente y perdurable de la dirigencia política hacia las instituciones del país.
- Que el actual proceso político concluya normalmente en diciembre del próximo año, como lo establece la Constitución.
- Que el próximo gobierno no herede una situación inmanejable, objetivo que debería impulsar decisiones políticas desde ahora.
Si
tales principios guiaran no sólo al Gobierno, sino al conjunto de la dirigencia
política en el camino hacia la renovación gubernamental habrá luces de
esperanza sobre lo que los argentinos puedan entrever en la línea del horizonte
común. Hagamos votos y trabajemos para que así sea.
NOTA:
Las imágenes y destacados no corresponden a la nota original
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