La reciente crisis de
Ucrania, en la que la minoría rusa se ha atrincherado en las zonas donde vivía
y donde Rusia se ha anexionado la “independizada”
península de Crimea, ha sido una más a unir a la larga lista de conflictos que
se sucedieron tras el caótico final de la extinta Unión Soviética, allá por el
año 1991.
La tónica común es
que en todas crisis y conflictos se detecta la presencia de la larga mano de Moscú.
La pervivencia de una suerte de nostalgia imperial, junto con el deseo de
proteger a los rusos que viven fuera de las fronteras nacionales, han llevado
al gobierno de Vladimir Putin a esgrimir el derecho a la libre
autodeterminación de sus minorías en varios países de la región, algo que
Moscú, por cierto, nunca toleraría en territorios como Chechenia. Pero Crimea
no es Chechenia y Kiev no es Moscú, claro está. Ni el poder militar ruso es el
ucraniano.
MOLDAVIA,
SECESIÓN CON EL APOYO DEL EJERCITO RUSO
Moldavia es uno de
los largos y complejos conflictos olvidados en la extinta Unión Soviética. En
1990, antes de la disolución de la Unión Soviética, URSS, las autoridades de la
República Moldava del Transnistria decidieron aprobar una declaración de
independencia y dos años más tarde, una vez que Moldavia se había
independizado, comenzó una guerra entre las autoridades legítimas de Chisinau,
que ya gozaban del reconocimiento internacional, y los separatistas de
Tiraspol, la capital de la nueva entidad política que gozaba del apoyo de Moscú
y del XIV ejército ruso estacionado en ese territorio.
La guerra terminó con
una clara victoria de los secesionistas que consiguieron preservar sus
posiciones y territorios a merced de la ayuda prestada por Rusia a través de
sus fuerzas militares y también de las milicias informales creadas por los
separatistas. Transnistria cuenta con algo más de 4.000 kilómetros cuadrados y
unos 600.000 habitantes, de los cuales más de un 30% son rusos y el resto lo
componen un mosaico de minorías étnicas y religiosas, cuyo principal afinidad,
en un principio, fue el rechazo a un supuesto proceso de unidad de Moldavia con
Rumania. Moldavia fue un antiguo principado rumano que fue anexionado por los
soviéticos tras la Segunda Guerra Mundial como reparación territorial tras la
derrota de las potencias fascistas y sus aliados en la contienda, como Rumania.
Cuando han pasado más
de 22 años desde aquellos acontecimientos, Transnistria sigue sin gozar del
reconocimiento internacional. En el año 2006, y como fruto de la continuada
existencia como territorio independiente ajeno a los intereses de Moldavia, se
celebró un referéndum para legitimar y avalar la independencia, que fue
aprobada por el 96% de los votantes de esta entidad. La guerra, que concluyó en
el año 1992, costó más de 1.500 vidas humanas y miles de desplazados y
refugiados.
OSETIA
DEL SUR Y ABJASIA
Desde que se produjo
la independencia de Georgia, en el año 1991 siguiendo la senda de otras ex
repúblicas soviéticas, este pequeño país situado en el Cáucaso se ha visto
envuelto en un sinfín de problemas, revueltas sociales y políticas, golpes de
Estado, guerras y conflictos étnicos. Los tres casos más significativos han
sido los de las regiones separatistas de Adjaria, Abjasia y Osetia del Sur. Las
autoridades de Tbilisi cedieron ante Adjaria y la dieron una amplia autonomía,
pero no se pudo resolver por la vía política y el diálogo los casos de Abjasia
y Osetia, que contaban con el apoyo de Rusia en sus ansias por crear dos “Estados” independientes y que, de
facto, desde el año 1995 funcionan como tales aunque sin contar con el
reconocimiento internacional.
Las consecuencias
para Georgia de estos conflictos fueron terribles. Miles de georgianos tuvieron
que huir de Osetia y, sobre todo, de Abjasia. Se calcula que hubo más de 12.000
georgianos muertos en estas guerras, mayoritariamente civiles asesinados por
los abjasios, y que más de 300.000 georgianos tuvieron que salir de ambos
territorios sin que el gobierno de Georgia pudiera hacer nada para aliviar su
suerte. Está claramente demostrada la implicación militar de Rusia en todos
estos acontecimientos, así como el envío de armas, hombres y cobertura aérea a
los rebeldes osetios y abjasios, unas simples marionetas de Moscú en la crisis.
En el año 2008, una
operación militar dirigida por el irresponsable presidente georgiano Mijeíl
Saakashvili con el fin de retomar el control de Osetia del Sur terminó con un
sonoro fracaso y la intervención de Rusia en la crisis en favor de los osetios.
Las milicias osetias, con la ayuda de los rusos, siguiendo un guión muy
parecido al que ahora se vive en algunos territorios ucranianos, tomaron el
valle de Kodori -que todavía retienen- y las tropas georgianas se batieron en
retirada. Al mismo tiempo, Rusia reconocía a las nuevas entidades secesionistas
y en el campo internacional Venezuela y Nicaragua también lo hacían,
constituyendo junto otros países minúsculos los únicos que lo han hecho en todo
el mundo. Al día de hoy, las realidades se imponen sobre el terreno y Osetia y
Abjasia están fuera del control de Georgia y bajo la vigilante órbita de Rusia.
Seguramente nunca más volverán a ser territorio georgiano y quedarán en un
limbo ilegal que el derecho internacional no sabrá esclarecer.
LA
REPÚBLICA DE NAGORNO KARABAJ
Esta pequeña
república, de apenas algo más de 4.000 kilómetros cuadrados más el corredor que
ahora la une a Armenia, fue integrada en contra de cualquier racionalidad
étnica a la entonces república soviética de Azerbayán en el año 1923. Entonces
era un pequeña entidad política poblada mayoritariamente por los armenios, pero
tras pasar a manos azeríes poco a poco a través de una paulatina limpieza
étnica fue alterado su censo para que la identidad armenia quedara diluida en
una suerte de realidad multiétnica. Los azeríes se multiplicaron por cuatro
desde 1923 hasta 1988, mientras que la población armenia se mantuvo. Hoy viven
150.000 armenios en este territorio.
Coincidiendo con la “perestroika” impulsada por Mijail
Gorbachov, a partir de 1988 comenzaron las tensiones entre azeríes y armenios.
Azebayán siempre ambicionó anexionarse este territorio e impulsó una política,
a veces violenta, de repoblar con azeríes esa zona que considera como suya y
hacerles la vida imposible a los armenios. Fruto de estas tensiones, y ya en un
momento de clara descomposición del poder soviético, en 1991 se declaró la
independencia de este territorio por parte de las autoridades locales y comenzó
una guerra abierta entre Azerbayán y los armenios de Nagorno y Karabah - Artsaj
para los armenios, nombre que se refiere a la décima provincia de la Armenia
histórica-.
El conflicto se
extendió entre 1991 y 1994, en que se adoptó un endeble alto el fuego, y estuvo
caracterizado por varias matanzas y expulsiones masivas de armenios por parte
de Azerbayán, especialmente en las ciudades de Bakú y Sumgait, y una clara
superioridad de las fuerzas armenias sobre el terreno que consiguieron derrotar
claramente a los azeríes, consiguiendo, de facto, la independencia de la República
de Nagorno Karabaj y la ocupación de un corredor de unos 7.000 kilómetros
cuadrados que comunica a este territorio con Armenia.
En la guerra,
murieron más de 3.000 personas, miles de armenios y algunos azeríes fueron
desplazados y las consecuencias económicas fueron desastrosas para la región.
El gobierno de Azerbayán, de corte dictatorial y condenado por varias
instituciones internacionales, violó deliberadamente los derechos humanos
durante la guerra y cometió numerosas atrocidades reportadas y documentadas.
NAGORNO
KARABAJ
En la actualidad,
pese a las tentativas por llegar a un acuerdo definitivo, las espadas siguen en
alto y este mismo verano hubo algunos incidentes armados en la frontera entre
este territorio y Azerbayán. Para las autoridades de esta república, cuya
capital es Stepanakert, la solución al problema pasa por el reconocimiento
internacional de esta entidad -algo que todavía no han conseguido-, mientras
que para Azerbayán la resolución política al conflicto pasa por la restitución
territorial de Nagorno y Karabaj a manos azeríes, algo que ni Armenia ni los
armenios van a aceptar nunca. Al día de hoy, como ha ocurrido con los
anteriores casos, la República de Nagorno y Karabaj es un “Estado” no
reconocido internacionalmente con su bandera, sus símbolos patrios y sus
autoridades elegidas democráticamente.
Ricardo
Angoso
Periodista español
@ricardoangoso
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