¿Qué es o quiénes son
la patria? ¿El territorio en el que nacimos y/ o en el que elegimos vivir? ¿Los
que lo habitan y aquello espiritual que los cohesiona? ¿La sociedad y el
sistema que permiten el pleno ejercicio de la libertad individual?
En nombre de la
patria se han llevado a cabo las más gloriosas gestas libertarias y, también,
los más repugnantes crímenes contra la humanidad. Hay patrias y patrias tanto
como patriotas y patriotas ¿La Alemania de Hitler era la patria? ¿Hasta qué
punto debe considerarse “patriota” al
valiente soldado alemán que peleaba por la causa nazi? ¿La Cuba de Fidel Castro
es la patria de los cubanos? En tales situaciones, ser “traidor” a la patria ¿es ser traidor a la patria o ser patriota?
Más que con el entendimiento la patria parece identificada con el sentimiento de pertenencia que nos
confiere identidad. Ahora bien, el valor
de dicho concepto o sentimiento de ninguna manera puede ser indiferente a la
cuestión moral. Un Estado que, en nombre de la patria, esclaviza, roba o asesina
a propios y extraños no representa a una
patria que merezca defenderse y más bien debe llamarse coautor o cómplice al “patriota” que lo lleva a cabo.
En su último largo
discurso en la Casa Rosada, Cristina Kirchner planteó al país que la disyuntiva
crucial de la hora es “Patria o Buitres”.
Que existe un enemigo que busca “tumbarla”
porque ella es la última valla a salvar para luego arrasar con el país.
Denunció, en esa dirección, que los EEUU podrían asesinarla y que estos junto
con los sojeros, Clarín, los
holdouts y otros han conformado una
sociedad ilícita para arrebatarnos todo lo que el kirchnerismo ha hecho por los
argentinos. Que vienen por todo. Que vienen por ella. Que vienen por la
Argentina. En suma suma… que vienen por la patria. Ahora bien, frente a esta
lectura de los últimos acontecimientos, otra absolutamente distinta es posible
y, se diría, cantada. Es, precisamente, la que proviene de aplicar el sentido común al revisar los
hechos desde el momento en que el Estado argentino en el año 2001 decidió (con
la ovación de la Asamblea Legislativa) suspender el pago de la deuda
pública, siguiendo por el arreglo
leonino que se le impuso al 93% de los
acreedores de pagarles sólo el 30% de lo adeudado. La oferta era eso o nada.
Una parte parte del 7% que no aceptó la estafa inició la correspondiente
demanda en Nueva York, que el Estado argentino propuso en el contrato como sede
judicial para dirimir los posibles conflictos de no pago. En el desarrollo del
juicio el gobierno argentino evidenció una desaprensión total por su resultado
al comportarse de manera infantil, torpe, caprichosa y hasta grosera con el
proceso judicial que lo tenía como acusado. La presidente de la Nación,
públicamente, un día decía que no pagaría ni un dólar a los “fondos buitre”, al día siguiente que
acataría el fallo del juez Griesa y después que sólo pagaría lo que se les pagó a los que entraron en el
canje. En el ínterin y en el colmo del descaro, ella y sus ministros insultaron
a la justicia de los EEUU acusándola de colonial por inmiscuirse en cuestiones
de soberanía nacional al pretender obligar al Estado argentino a acatar el
fallo del juez “municipal” y “senil” de Nueva York, que el propio
kirchnerismo eligió para que fallara en caso de conflicto con los acreedores.
El depredador más
temible que los argentinos, que producen riqueza con su trabajo, han conocido
en toda su historia no han sido, ni de lejos, los “fondos buitre” o los acreedores que no entraron en el canje de
deuda. Ellos no son los “buitres de la patria”,
ni tampoco la patria esa que quieren oponer a los “fondos buitre” es tampoco (estoy convencido) la del general José
de San Martín o del Dr. René Favaloro. La patria es decente o no es patria.
La consigna “patria o buitres” puede ser válida;
está claro que, siempre y cuando, se identifique perfectamente: ¡quiénes la
patria y quiénes los buitres!
NOTA:
Las imágenes y destacados no corresponden a la nota original.
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