Por
Mauricio Ortín
Hasta
para mentir se debe guardar cierto pudor. No hacerlo entraña tornar palpable el
desprecio que se siente por el
interlocutor. Si bien el acto de mentir
no es ajeno a la naturaleza humana y aún menos a los políticos, una cosa es
mentir y otra es hacerlo a los gritos por Cadena Nacional. Otra cosa
también, considerar a la mentira política como parte de lo cotidiano y normal.
Cuando gran de los individuos que componen
la sociedad se vuelve tolerante a la mentira descarada y sistemática que
baja desde el poder del Estado se establece, más que de engañador a engañado, una
relación de sicópata a sicópata. Ello es así porque, tanto a los saben que
mienten como a los que saben que se les miente, no les importa la verdad. Son
pragmáticos, han construido una relación perversa a partir de un relato que
funciona para ambos bandos y, así vengan degollando, darán pelea. Mas, tiene el
impedimento insalvable de que, a la realidad, a tozuda no le van a ganar. Ese
será el momento de la verdad; lo que no quiere decir, necesariamente, que
sobrevendrá con ella la justicia y la dicha.
El discurso
de la presidente Cristina Kirchner en el día de ayer tuvo aspectos que van
desde lo sórdido a lo infantil pasando por lo monstruoso y lo cínico. Acusar de mentirosos a los que afirman que
el asesinado Ariel Velázquez era militante radical es una canallada abyecta.
Pasar lista, en medio de la inundación, a cientos de obras e inversiones
realizadas en la provincia de Buenos Aires con el objeto de terminar con ese
flagelo es la más categórica afirmación de que tales obras no sirvieron para
nada. Echarle la culpa al “calentamiento
global” es otra mentira; en la Capital Federal llovió la misma cantidad de
agua y, no se inundó, porque allí sí se hicieron las obras. Referirse a la
candidata a gobernadora del macrismo, Eugenia Vidal, de “disfrazarse de lluvia” y hacer campaña con la desgracia ajena, por
haberse presentado en el lugar del siniestro es otra infamia ¿Qué se supone que
debía hacer? ¿Quedarse en su casa y mirar televisión? Acaso ¿Irse de vacaciones a Italia como Scioli?
Por otro lado, sugerir que los EE.UU. están atrás de la supuesta campaña
anticorrupción de la justicia brasileña contra
Dilma Roussef y Lula solo puede entenderse como el despropósito de quien tiene “cola de paja” y abre el paraguas antes que llueva ¡Qué decir de la
velada acusación a los EE.UU. por la caída del avión en el que viajaba el
candidato a presidente brasileño!
La tragicomedia se completa con
el séquito de aplaudidores oficiales; quienes, en tan poco estiman su honor
que no dan ni lástima ¿Cómo hacen para defender a este gobierno y andar por la
calle a plena luz del día como si nada? Hay que tener cara…
Pero
ninguna de las mencionadas es, ni de lejos, la peor mentira de todas ni,
tampoco, de exclusiva responsabilidad del kirchnerismo. La peor, la más destructiva y que hizo de la Argentina un estado
fallido es la mentira abyecta según la
cual aquí hubo un genocidio y no una guerra. La que persigue, encarcela y
mata a militares y policías ancianos, mientras glorifica y premia a
terroristas. A
esa patraña inmunda, en la que están implicados por comisión u omisión,
políticos, jueces, fiscales, docentes, periodistas y sacerdotes, se le llama “Justicia”.
Esta
sociedad está enferma y mucho más de lo que somos capaces de admitir o
percibir. En toda sociedad existe, sin distinción de clases u ocupación, una
masa crítica de individuos justos de cuya actitud depende que el conjunto se
salve o no. ¿Cuántos harán falta en la Argentina? En Sodoma, diez hubiesen
alcanzado.
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