22 de agosto de 2015
Todas las alarmas han sonado.
¿Estamos a punto de entrar en una grave recesión mundial como pronostican
algunos? El dólar se sigue revalorizando, las bolsas europeas, latinoamericanas
y asiáticas se hunden, casi todas las monedas se deprecian, la economía china
se estanca, Japón no consigue salir de su recesión económica que dura ya más de
una veintena de años, la zona euro no abandona su consabida zozobra y América
Latina, tras haber vivido en una suerte de ensueño provocado por el alza de los
comodities, se asoma al precipicio de una crisis que puede no haber tenido
precedentes en su historia.
A esta tarta ya de por sí
compleja, se le viene unir el comienzo de una larvada y se puede decir que
esperada crisis económica en Brasil, país que vive sumido también en unas
turbulencias políticas originadas por una cascada de escándalos de corrupción y
la más que dudosa gestión de su presidenta, Dilma Rousseff. Y, por si fueran
pocos los elementos de incertidumbre en la escena internacional, la
convocatoria de elecciones en Grecia, tras la renuncia del controvertido
Alexander Tsipras, viene a aportar un nuevo episodio al sainete griego. Los
fantasmas del abandono del euro y del regreso al dracma por parte de Atenas,
una reclamación de los sectores más populistas y reaccionarios de la sociedad
helena, vuelven a poner en entredicho los esfuerzos realizados por la Unión
Europea (UE) para rescatar a la oveja negra del sur de los Balcanes.
Está muy claro, si uno analiza la
deuda que tiene que pagar Grecia de aquí al 2020 a diversas instituciones
financieras internacionales, que sea el ejecutivo del color que sea en este
país va a resultar un objetivo casi imposible de coronar pagar las inmensas
deudas contraídas en los últimos años. Sin un quite del monto total de la
deuda, tal como sugieren algunos economistas e instituciones financieras, será
casi imposible que Grecia salga del oscuro pozo en que se encuentra. Además,
tampoco las organizaciones internacionales, y mucho menos la UE, tienen la
legitimidad moral para pedirle más sacrificios y penurias a los maltratados
ciudadanos griegos.
Pero hay más profecías nada
halagüeñas a la vista, como por ejemplo que el barril de petróleo llegue a
situarse a un precio que algunos pronostican puede oscilar entre los 18 y los
23 dólares, un escenario que sería catastrófico para algunos países, como
Bolivia, Colombia, Ecuador, Irán, Rusia y Venezuela. Ya la bajada de los
precios del barril de petróleo en sus distintos formatos ha tenido graves
consecuencias para muchas economías, ya que no olvidemos que en estos años este
precio llegó a pasar de los más de cien dólares y se ha acabado situando
recientemente en apenas 41. Se trata de un cambio brutal que hace reajustar a
todas las economías del mundo y que tendrá una incidencia especialmente grave
en aquellos países que han vivido hasta ahora de las comodities -por ejemplo,
Venezuela basa el 98% de las exportaciones en el petróleo-. Definitivamente, la
fiesta de las materias primas se acabó en América Latina y en otras partes del
mundo.
REGRESO A LOS AÑOS TREINTA
Todos estos hechos, ya de por sí
preocupantes por sí solos para cualquier analista, vienen a unirse a un
escenario internacional realmente inestable y con tendencia a empeorar. La
situación en Oriente Medio, inmerso en una crisis sin precedentes, atraviesa
uno de sus peores momentos.
A las guerras civiles en Irak,
Siria y Afganistán, hay que añadir ahora la emergencia del Estado Islámico, que
ya controla casi la mitad de Siria y otro tanto del mismo Irak, y el bloqueo en
las negociaciones entre Israel y el campo palestino, que al día de hoy sigue
dividido entre Hamas y Al Fatah sin que se vislumbren luces para un próximo
acuerdo entre ambas partes.
Tampoco las noticias que llegan
desde Asia son mejores. Las dos Coreas viven sus relaciones con unas tensiones
en alza tras el ataque del régimen comunista norcoreano a un grupo de soldados
de Corea del Sur. El asunto es grave si tenemos en cuenta que el gobierno de
Pionyang posee armamento nuclear y ha elevado en las últimas semanas su
retórica belicista y militarista. Su máximo líder, el descendiente de la saga
gobernante de este país en las casi ya siete décadas desde que los comunistas
tomaron el poder, Kim Jong-un, se ha caracterizado en los últimos años por una
brutalidad sin límites y un crueldad espantosa. Sus amenazas deben tomarse muy
en serio y la comunidad internacional debe estar muy atenta a esta crisis que
apenas acaba de comenzar.
En este escenario internacional
tan convulso, tan volátil en definitiva, hay que reseñar finalmente las crisis
entre China y Japón, envueltas en unas disputas territoriales no resueltas
desde hace años, y el grave contencioso entre Rusia, por un lado, y la OTAN y
los Estados Unidos, en la otra parte, por los territorios del Este de Ucrania,
que Moscú pretende anexionarse manu militari de la misma forma que hizo en
Crimea. ¿Si Occidente provocó ilegalmente la independencia de Kosovo por qué
Rusia no puede hacer lo mismo en Ucrania?
Esta época recuerda un poco a los
años treinta padecidos por Europa, en que las dos grandes ideologías del siglo
XX -el comunismo y el fascismo- se disputaban la hegemonía en el continente y
también en el mundo. De esas luchas, que provocaron el ascenso de los totalitarismos
de los dos colores y la Segunda Guerra Mundial, surgió un mundo nuevo
caracterizado por la posterior rivalidad política e ideológica entre el
comunismo y la democracia occidental, pero también por una larga guerra fría no
exenta de sobresaltos y riesgos de que se propiciara una hecatombe nuclear al
menor error por parte de uno de los bandos. Pero antes las cosas eran más
sencillas: el botón de las armas nucleares estaba en manos de dos potencias y
la posibilidad de la autodestrucción total para toda la humanidad generó,
paradójicamente, un efecto disuasorio que evitó la confrontación total.
Quizá, ahora, padeciendo una
crisis de incalculables consecuencias, estamos a las puertas de una nueva época
más compleja, multipolar, plagada de retos e incertidumbres y donde poderosas y
oscuras fuerzas -como el EI- amenazan a la corta estabilidad, que quizá fue un
espejismo, vivida tras la caída del Muro de Berlín y la desaparición del bloque
comunista. O, quién sabe, si solamente estamos a merced de una serie de
fenómenos económicos que parecen ajenos al control de las instituciones
financieras y que nos llevarán al gran crack. ¿Será así?
Continuará…
Ricardo Angoso
Periodista español
@ricardoangoso
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