Por María Lilia Genta
El otro día escuché
con interés las declaraciones del Dr.
Carlos Donoso Castex, quien preside
la Asociación de Fiscales y Funcionarios del Ministerio Público Fiscal: comentando
la muerte del Fiscal Nisman, aseveró
que “la muerte de un colega no la tengo
en mente desde mi juventud”. No sé a quién se refería el señor Fiscal pero
yo sí recuerdo, a mis treinta y tres años, la muerte del último juez que juzgó
y condenó a integrantes de las organizaciones guerrilleras en la década del
setenta, el juez Jorge Vicente Quiroga, “ajusticiado” por el Ejército
Revolucionario del Pueblo el 28 de abril de 1974. Esta muerte quedó
fuertemente grabada en mi vida, por razones políticas y personales.
Días
después del asesinato de mi padre, en octubre de 1974,
a manos de la misma organización terrorista que asesinó a Quiroga, nos visitó el Dr. Pisano, juez retirado,
amigo de mi padre. Venía de entrevistarse con el juez Sarmiento, que tenía a su cargo la causa por el asesinato de
mi padre, y nos trajo este mensaje: dígale
a la familia Genta que no voy a investigar nada porque estoy amenazado.
No
nos enojamos con el juez Sarmiento; entendemos que son
pocos los que están preparados para una muerte heroica. Tampoco nos molestamos
en ir a ese Juzgado a reclamar, ni siquiera a partir de 1976. Hace pocos años,
un abogado amigo, por su propia cuenta, fue a investigar qué había sido de la
causa: se encontró con que ni siquiera
está correctamente consignado el nombre de mi padre pues figura su nombre
Jordán como apellido. Claro que con mi mentalidad un tanto antigua, me
parece que antes de entrar en la Justicia, las Fuerzas Armadas o de Seguridad,
cada candidato tendría que chequearse a sí mismo si tiene agallas para esas
funciones que pueden convertirse, de repente, en peligrosas.
En cuanto al miedo
que se tenía en los años setenta ¿cómo lo voy a ignorar si me veo a mí misma
asomándome al balcón cada mañana cuando mi marido (médico militar) salía a la
calle, no sea que ese día “le tocara”
a él? Este temor se acrecentó, sobre todo, a partir del asesinato del Capitán Paiva, asesinado en la parada del colectivo
que aguardaba para dirigirse a su destino, la Escuela Superior de Guerra. En ese entonces asesinaban a un militar o a
un policía por día (y a veces más de uno).
Para no cansar con
recuerdos personales (aunque tengo muchos de este tenor) vuelvo al juez Quiroga. La
placa de bronce que recordaba a este magistrado ejemplar en el frente del
edificio donde funcionaba su tribunal fue retirada por orden del Presidente de
la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de la Capital
Federal, Gustavo Bruzzone. Ante este hecho sólo recuerdo, de parte de los colegas del juez Quiroga, la declaración
de la Asociación de Abogados por la
Justicia y la Concordia en rechazo y condena de tan miserable medida. Recuerdo, también, el acto de homenaje a
Quiroga que hizo esta misma Asociación frente a la pared del tribunal en la que
aún era posible ver la marca de la placa removida.
Con el asesinato de
este juez se acabó la justicia en los años setenta. Uno de sus asesinos, Raúl
Argemí, goza de buena salud en España donde, curiosamente, escribe novelas
sobre familias que tienen un muerto en su haber; justo él que, además de
allegar muertos a las familias de sus enemigos, dicen que mató por accidente,
al escapársele un tiro, a su compañera “de cama y fierros”, según relata la
guerrillera Graciela Lilian Lavalle de Reina.
Traer a colación el
recuerdo de lo que acaeció con la justicia en los años setenta me pareció
pertinente ante la dudosa muerte, pero muerte violenta al fin, del Fiscal
Nisman (supongo que cuando el Dr. Castex alude a su falta de recuerdo de
colegas muertos desde su juventud, se referirá a las muertes violentas ya que
de muerte natural, durante todos estos años, obviamente han muerto muchos). En
aquellos años, un asesinato paralizó la justicia. ¿Ocurrirá lo mismo ahora? ¿O,
alguna vez, en la Argentina, será cierto decir Será Justicia?
FUENTE:
http://www.laprensapopular.com.ar/15423/sangre-en-la-justicia-en-los-setenta-y-en-el-dos-mil-tambien-por-maria-lilia-genta
NOTA: Las imágenes y destacados no corresponden a la nota original.
NOTA: Las imágenes y destacados no corresponden a la nota original.
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