El viaje a Chile ofrece una vista
espléndida de los Andes. La cordillera se muestra con esa belleza amenazante
propia de la naturaleza desbordada y la retina se pasea por las viejas
historias de supervivientes perdidos. ¡Qué soledad aterradora, qué naufragio en
la nada! Pero los Andes no sólo son una cordillera física con sus historias de
vida y de muerte, sino también una frontera simbólica que los aleja
significativamente. Pasar de Argentina a Chile parece un viaje cósmico, porque
ambos países sólo coinciden en un hecho inapelable: forman parte del Cono Sur. A partir de la semblanza geográfica, su
naturaleza económica, social y política diverge tanto como distintos son su
solidez y sus indicadores económicos.
Si Argentina sufre una brutal inestabilidad económica, Chile goza
de una de las situaciones más estables de todo el continente; si en Argentina existe un mercado negro del
dólar, tan semioficializado que incluso se ha convertido en un negocio
recurrente, en Chile es inimaginable comprar la moneda fuera de los cauces
normales; si en el país del tango los
empresarios tienen miedo del poder político, en el estrecho país de Víctor
Jara se vive una explosión de inteligencia e innovación empresarial; si en uno se hacen experimentos de
socialismo reciclado, en Chile se respetan las seguridades jurídicas y las
reglas de juego del libro mercado; si
Argentina padece una deriva política neochavista que cercena su democracia,
Chile tiene una vida política seria que no juega a inventos del TBO; y para
acabar en una lista que podría ser eterna, si
Argentina mira hacia Venezuela, Chile se dispara hacia el Pacífico,
atraviesa océanos y se instala en el concierto de países con futuro. Es
evidente que Chile sabe hacia dónde va, y también es evidente que, como me dijo
Julio María Sanguinetti, Argentina no va
hacia ningún lugar. Como si ciertamente fueran las dos caras de la moneda,
uno muestra claramente cómo se deben hacer las cosas para garantizar el futuro,
y el otro hace las cosas que no se deben
hacer, para poder destruirlo. Y como Argentina posee un talento intelectual
desbordante y es un país de gran fuerza histórica, cabe preguntarse qué ha
ocurrido para llegar a la situación actual. "Los
genes de la corrupción, heredados de la vieja corona española", me
dice con sarcasmo un amigo porteño. No sé, aunque es cierto que la política
argentina ha estado históricamente sembrada de corrupción, con los tintes
propios del populismo que el peronismo cuajó como cultura política. Pero
también es cierto que K riza el rizo
de ese populismo y lo lleva al paroxismo. Lo cual dispara aún más a Chile en el
concierto de países serios, no en vano a los méritos propios se le añaden los
méritos por comparación. En fin, lo
dicho, los Andes no son una cordillera geográfica, son la ventana que traspasa
a otro mundo paralelo. Otro planeta...
NOTA: Las imágenes y negritas no corresponden a la nota
original.