MAURICIO ORTIN
“Siempre el Ejército fue el brazo armado de la burguesía” es lo que
afirmó, categóricamente, la doctora
Gloria León en el juicio conocido como “El
juicio Base Naval 2”, que se sustanció en el presente año en la ciudad de
Mar del Plata. Esta maniquea y simplificadora lectura de la historia argentina,
si hubiera sido dicha a título personal o en representación de un particular
cualquiera, podría pasar como parte del sano ejercicio de expresar libremente
el pensamiento. Pero, dado que el representado en este caso es el Estado
nacional, la cita como parte del alegato de la abogada querellante de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación,
necesariamente debe entenderse como el reflejo del pensamiento que guía algunas
políticas de Estado del actual gobierno.
abogada Gloria León |
Los dichos aludidos de la doctora León se enmarcan, inconfundiblemente, en la idea marxista de que la historia es el resultado de
la lucha de clases. Lucha que, en la etapa capitalista, enfrenta a dos actores
protagónicos: la burguesía (poseedora del Estado y de los medios de producción)
y el proletariado (dueño sólo de su “fuerza
de trabajo”). Marx, al respecto,
profetiza que, más temprano que tarde, el conflicto fatalmente se decidirá con
la victoria de los explotados (la clase obrera o proletaria) sobre los
explotadores (la clase burguesa de los empresarios). Sostiene, también, que no
existe nada más importante para el hombre que ayudar a que este destino
histórico se cumpla. El arte, la moral, el derecho y la ciencia deben estar al
servicio de imponer la dictadura del proletariado. Con este propósito, resulta
imperativo que el empresariado junto a su brazo armado (el ejército) sean
eliminados. Tal es lo que pensaban, manifestaban y llevaban a la práctica Roberto Santucho y Mario Firmenich, jefes del
ERP y Montoneros,
respectivamente. No hace falta demostrar que el camino elegido por estos
señores para lograr sus fines no era, precisamente, el que marca el Estado de
Derecho. A propósito, habría que preguntarle a la doctora representante de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación,
si los Montoneros respetaban tales
derechos. Esto, porque Gloria León
en su declaración como testigo en juicio, muy segura de sí misma, expresó: “yo siempre digo que no tuve el honor de
pertenecer a la organización política militar Montoneros”.
La concepción marxista de la
justicia parte del supuesto de que la pertenencia a la clase social burguesa establece,
objetivamente y a priori, la culpabilidad del individuo. Lo mismo vale para las
Fuerzas Armadas (“el brazo armado de la
burguesía”). Los que integran el bando revolucionario, en cambio, gozan de
la inmunidad que les otorga el estar del lado de la “razón histórica”. De allí que las pruebas de hechos criminales
para condenar a unos y absolver o siquiera acusar a otros están demás (se “suplen” satisfactoriamente con
propaganda “revolucionaria” y prensa
progre).
juez Fernando Poviña |
Una muestra elocuente de justicia
clasista es el auto de procesamiento a Pedro
Blaquier, propietario del Ingenio
Ledesma, y a Alberto Lemos, ex gerente de esa empresa, dictado por
el juez Poviña. Ello, porque en el
referido auto de procesamiento el instructor no presenta ni una sola prueba o
indicio que amerite que los acusados deben ser llevados a juicio por facilitar
vehículos para la privación ilegítima de la libertad de personas. Lo que sí, en
cambio, abunda en el texto de Poviña,
son opiniones subjetivas que construyen una versión clasista, parcial y carente
del mínimo rigor científico sobre la relación entre los propietarios de la
industria azucarera y el poder (político o militar, según el caso). Deduce el
juez que estaría probado que las fuerzas represoras de la policía, la
gendarmería y el ejército actuaron (parafraseando a la doctora Gloria León) como “el brazo armado” del Ingenio
Ledesma. Su función era la de reprimir a los dirigentes sindicales que
exigían mejores salarios y condiciones de trabajo al patrón explotador. Luego,
es obvio (según el juez) que Blaquier
y Lemos facilitaban los vehículos
con pleno conocimiento de que iban a ser usados para secuestrar personas. Ahora
bien, ni siquiera como indicio, tal cosa se puede deducir de ningún testimonio
o circunstancia que obre en la causa; pero sí, en cambio, se la puede
desprender de la fértil imaginación de Marx,
Engels, Lenin y otros que sabían de la culpabilidad de Blaquier y Lemos antes
de que estos hubieran habitado el vientre materno. Para esta “justicia” han nacido malditos y a los malditos,
como decía un señor: ¡Ni Justicia!
NOTA: Las
imágenes y negritas no corresponden a la nota original.