Por Rodrigo Duarte rduarte@infobae.com
Graciela Fernández
Meijide habló con Infobae de su nuevo libro sobre violencia política en los 70
y criticó su reivindicación por parte de organizaciones cercanas al gobierno. "Me preocupa más la reconciliación en
el presente que en el pasado", afirmó
Crédito foto: Adrián Escandar |
La ex secretaria de la
Conadep y ministra de Desarrollo Social de Fernando de la Rúa, Graciela Fernández Meijide asegura que
le preocupa más que los argentinos "se
reconcilien en el presente más que con el pasado", y defiende la controvertida
idea de reducir las penas a los genocidas a cambio de información.
En diálogo con Infobae en su coqueto y sencillo departamento
de Barrancas de Belgrano, la ex
integrante de la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos habló de su
flamante libro Eran humanos, no héroes,
donde cuestiona la versión épica de la "juventud
maravillosa" de la década del 70 promovida por el gobierno kirchnerista y agrupaciones afines, cuya reivindicación
considera un "gravísimo error".
A casi un mes de la muerte del dictador Rafael Videla, responsable de la desaparición de su hijo Pablo a los 17 años, Meijide, quien le aseguró a Infobae que
no tiene intención alguna de regresar a la política tras la fallida experiencia
de la Alianza, califica a los Kirchner
como advenedizos en la lucha por los
derechos humanos, rescata las actitudes democráticas de ex guerrilleros como los presidentes de
Uruguay y Brasil José Mújica y Dilma Rousseff y critica la falta de ética en el
Estado.
-Ya desde el título del
libro es evidente su intención de desmitificar el relato hegemónico acerca de
los jóvenes militantes en los 70 que han promovido los gobiernos de Néstor y
Cristina Kirchner. ¿Por qué es contraproducente esa versión de la historia y
por qué ha decidido enfrentarla ahora?
-Es contraproducente porque no se ata la verdad, y la verdad
es de todos, no es patrimonio de un grupo militante o de un grupo gobernante, y
mi intención con este libro era responder una pregunta que me hacía yo misma y
que se hacía gente amiga: ¿cómo fue que nos pasó lo que nunca nos debió haber
pasado en los 70? Pensar que una época en la que se mataba y se moría es una
época para reivindicar hoy, a mí me parece un gravísimo error, y lo que sobre
todo quisiera evitar, y lo siento como responsabilidad por toda la gente que
sufrió y murió, es que aquellos que aparecieron como víctimas - razonablemente,
porque habían sido motivo de los ataques de las represiones con garantía de
impunidad para el represor- pasaron, sin
que se estudiara su historia, a ser héroes. Y las cosas no son así.
Nosotros vemos ahora como en Uruguay un tupamaro que está
presidiendo el país (por José “Pepe” Mujica) se enfrentó a la
sociedad cuando salió de la cárcel, y les dijo: “Nosotros nos equivocamos. Y la sociedad sufrió porque nosotros nos
equivocamos. Ahora quiero hacer política con todos”. Y lo mismo está
haciendo Dilma Rousseff en Brasil,
que fue guerrillera dura y fue torturada. Igual en Chile, donde en el Partido
de la Concertación se inscribieron muchos ex guerrilleros, que también
abandonaron la lucha armada. Lucía
Topolansky (senadora y mujer de José
Mujica) dijo y yo la cito en el libro: “Nosotros
nos equivocamos. En lugar de elegir el camino de la democracia, elegimos un
atajo, y eso nos llevó a una dictadura peor”. Me parece que no reconocer
esas cosas, no le hacen bien ni a la verdad histórica, ni a la juventud actual.
Hay una frase de Karl Marx que dice
la primera vez la historia es tragedia, y la segunda es farsa. Nosotros tuvimos
tragedia, en un momento parecía un drama que se podía haber detenido en el 73
pero siguió como si no se pudiese parar y eso es la tragedia, con un destino
ineluctable. Hoy tenemos una juventud a la que le dicen que está haciendo
política porque va a los supermercados a controlar el precio del yogurt.
-¿Y cree que más allá
de que es necesario rectificar esa versión porque falta a la verdad, considera
que puede ser peligroso que se presenten como ejemplares a personas que
distaron mucho de serlo, que esto podría desembocar en una nueva experiencia
combativa?
-Yo descuento que no, que la Argentina hace rato se dio
cuenta que “cuanto peor, peor”, y no
como se creía antes, que “cuanto peor,
mejor”, y que los argentinos quieren vivir en paz. Pero lo que quiero dejar
en claro es que no hay muertes buenas y muertes malas, no es algo que sirva
como ejemplo en un momento en el que elegimos el camino de la democracia. Hoy
es tiempo de hacer política lo mejor que se pueda, y ojala la política que se
decidiera a hacer tuviese más que ver mucho con conceptos morales. Yo no quiero
parecer como ingenua, como moralista, pero se ha perdido mucho de lo que tiene
que ver con la ética. Además de la cuestión republicana y las instituciones, la
gente siente que cumplir la palabra, que trabajar honestamente, no tiene valor,
y yo creo que es un error muy fuerte, sobre
todo cuando el Estado no tiene ética, porque lo sufren los que menos tienen.
-Usted ha dicho muchas
veces que no combatir la pobreza que existe en la Argentina también es atentar
contra los derechos humanos,
específicamente los derechos sociales y económicos de las personas. ¿Por
qué pareciese que el gobierno se preocupase más por los derechos humanos
vinculados a la última dictadura militar que los de los ciudadanos en el
presente?
-Porque fue un tema tomado, sin antecedentes anteriores, ya
que ninguno de los dos presidentes, ni Néstor
Kirchner o Cristina Kirchner,
tienen ningún antecedente en ocuparse de derechos humanos fundamentales como la
vida y la libertad cuando estos eran atacados. Yo creo fue algo que les sirvió
para instalarse después de haber llegado al gobierno con muy poca votación y
aparecieron como los dueños del tema, aun no siéndolos. La cuestión es que
cuando estos derechos humanos fundamentales están garantizados, es decir que no
se los agrade, ya tenemos que estar ocupándonos de los derechos sociales y
económicos. ¿Por qué razón hoy hasta gente que tiene dificultad para ganar un
sueldo decente prefiere mandar a su hijo hasta a la escuela parroquial antes
que a la escuela pública? Porque el
Estado se despreocupó de la escuela pública. Y es cierto que se está
invirtiendo un porcentaje del PBI más grande que en el pasado, pero se lo hace
mal. Porque los resultados son maestros haciendo huelgas todos los días, chicos
tomando escuelas, un bajo rendimiento escolar. Lo mismo en otras áreas. ¿Por
qué la gente se afilia a una prepaga medica? Porque el hospital no está
funcionando. Y eso es responsabilidad del Estado y de los estados provinciales.
La falta de ética y de eficiencia en
garantizar esos derechos, eso es lo que tenemos que corregir.
-Trabajó
incansablemente como parte de la Conadep y la Asamblea Permanente por los
Derechos Humanos, ¿qué siente cuando ve que el kirchnerismo ha monopolizado esa
lucha y continúa utilizándola políticamente?
-En general yo creo que cuanta más gente se convenza de que
hay que respetar los derechos humanos, tanto mejor. El haber tenido, porque
secuestraron a un hijo mío, que zambullirme en ese tema y trabajar fuertemente
en la dictadura y después me hace desear que cada vez más gente entre en ese
terreno.
Lo que me puede hacer desconfiar es que gente que nunca se
había interesado llegue y diga “con
nosotros aparecen los derechos humanos”. Lo cual no es cierto. Y en la
historia de los países nada empieza con una nueva presidencia. Siempre hay algo
antes. Mejor, peor, pero hay cosas que construyó la propia sociedad. Que se
quieran adueñar de un tema, yo creo que es perjudicial. Primero porque no hay
reconocimiento a quienes antes se ocuparon; segundo que se corta la historia, y
la historia no es una foto fija, es una película, que se va desarrollando con
quiebres, con avances, con retrocesos, pero siempre lo que pasa hoy, tiene que
ver con lo que pasó ayer, y hay un riesgo, que yo siento estamos corriendo
ahora, que es empeñarse en fijar el tema derechos humanos exclusivamente en el
atrás, es como tener los ojos en la nuca, y cualquiera que esté gobernando en
el presente su mayor obligación es pensar en el presente y el futuro.
- ¿Y por qué cree que organizaciones como
Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, que han estado tan cerca del gobierno
durante estos diez años, no han podido ver nada de lo que usted dice?
-Yo no sé por qué algunos organismos de derechos humanos se
acercaron tanto al gobierno, lo puedo imaginar pero me parece que deberían ser
ellos quienes dieran las explicaciones. Desde mi punto de vista, una ONG, es
decir, una organización no gubernamental, precisamente lo que tiene que hacer
es mantener la independencia para poder criticar libremente, para observar y
señalarle errores a un gobierno , así sea democrático y vaya por buen camino.
Poder decir: “miren, los Qom no tienen
respetados sus derechos”, o “hay una
gran cantidad de jóvenes que no trabajan y ni estudian que están casi
condenados a engrosar el terrenos de la inseguridad”.
-Volviendo a su libro,
usted allí analiza no solo como fue la transición democrática en Argentina,
sino también en otros países de la región. ¿Cómo compara nuestra experiencia con las de nuestros
vecinos?
-Bueno, antes tanto en Brasil como Uruguay y Chile no habían
habido experiencias de golpes a repetición como hubo en Argentina desde el 30
en adelante. Sí hubo golpes militares y represión, por supuesto, pero tal vez
porque los focos los revolucionarios eran mucho más chicos, era más fácil
abatirlos. Y cuando se sale a la democracia, ahí sí hay una diferencia grande
entre nuestro país y el resto: los militares argentinos fueron los únicos que
no pudieron retirarse sin poner condiciones de amnistía o no impunidad. ¿Por
qué? Por Malvinas. Al emprender la aventura de Malvinas, y al ser derrotado
nuestro país, tuvieron que retirarse sin poder negociar nada, cosa que si había
sucedido en los otros países, donde no hubo juicios. Y acá en cambio el umbral
de la democracia lo marcó la investigación que se hizo en la Conadep y el
juicio a las junta. Acá hubo más justicia y verdad por parte de los
damnificados, de parte de los militares prácticamente ninguna. El único que
cuando ya estaban los indultos se animó a asumir los “vuelos de la muerte” fue (Adolfo)
Scilingo y la respuesta que se le dio en España fue tan brutal, que ya no
creo que vaya a aparecer ningún otro, a menos que se instrumenten formas de
negociación de menos pena por información. Yo creo que los militares siguen
teniendo información, que eso está, no se destruyó.
-Hace poco el
gobernador de Córdoba José Manuel de la Sota propuso esa idea y fue duramente
criticado por organismos de derechos humanos.
-Sí, bueno, también me criticaron mucho a mí y a Claudio Tamburrini por
lo mismo. Pero hay que ver quiénes son los que critican. Si lo hacen dos
organismos de DDHH, tienen todo el derecho del mundo, pero no son el país. Yo
no sé si a la gente común eso no le parece razonable.
-Usted cierra el libro reconociendo
responsabilidades de ambos lados, pero afirma que dichas responsabilidades no
son equiparables. ¿Cuál sería entonces la solución para una reconciliación
nacional, ya que la confrontación es algo a lo que nadie quiere volver pero a
la vez la conciliación total no es posible, como usted lo admite al escribir
que no puede pedir perdón en nombre de su hijo?
-Primero me gustaría señalar que en la Argentina bastantes
personas que estuvieron en organizaciones armadas, o que las apoyaron, han
hecho autocriticas, como por ejemplo Héctor
Schmucler, Héctor Leis, que acaba de publicar un libro sobre el tema, Pilar Calveiro y hasta Juan Gelman de alguna manera. Lo que no
ha habido es un reconocimiento desde las organizaciones, sobre todo de Montoneros, que todavía tiene una
cúpula, de la de derrota. Y por lo tanto no ha habido una autocrítica oficial.
Yo no sé si tampoco fue precisamente así en otros países, pero los hechos
valieron de autocrítica. Yo disputo con Leis
sobre este tema, porque él es muy duro consigo mismo y dice que hay igual
responsabilidad entre las organizaciones armadas que mataban y las fuerzas
armadas que mataban. Yo creo que no. Es cierto que desde los dos lados se mató
y, como te dije, no hay muertes buenas. Sin embargo, las fuerzas armadas tenían
todo el poder, tomaron el poder diciendo que iban a poner orden, que iban a restablecer
la democracia y las instituciones, y en realidad la persecución que hicieron y
privilegiaron fue el secuestro, la tortura en el secuestro, la eliminación
cuando se decidía, y el ocultamiento del cadáver. Y además por sobre todas las
cosas se garantizaron la impunidad, no había juez que investigara.
Y en el tema del
perdón, o la reconciliación, con toda honestidad, después de toda la justicia
que se hizo y se sigue haciendo, me preocupa mucho más la reconciliación en el
presente, donde vuelve a aparecer el paradigma amigo/enemigo, y "al enemigo ni justicia", que
la reconciliación por el pasado. Me preocupa mucho que no se admita que el que
está enfrente es un adversario y no un enemigo.
FUENTE: http://www.infobae.com/notas/715602-Cuando-el-Estado-no-es-etico-sufren-los-que-menos-tienen.html
NOTA: Las imágenes y negritas no
corresponden a la nota original.